La humanidad siempre ha creído que su mayor amenaza vendría de la guerra, la enfermedad o la escasez. Nunca imaginaron que el verdadero peligro se gestaba en un reino que pocos pueden ver: el Mundo Astral. Un plano donde los sueños y la conciencia convergen, donde los pensamientos tienen peso y las emociones dan forma a la realidad misma. Para la mayoría, es un espacio inaccesible, un misterio olvidado por la civilización moderna. Pero para unos pocos, es un campo de batalla.
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Lo que hay detrás
El bar, con su tenue iluminación y la melancólica música de fondo, parecía un refugio para quienes buscaban ahogar sus penas en el anonimato. La madera gastada de las mesas y el leve aroma a licor viejo daban al lugar una atmósfera de resignación, como si el tiempo allí se hubiera detenido.
Leon y su amigo estaban sentados en una esquina apartada, sus siluetas recortadas por la tenue luz de una lámpara parpadeante. Sobre la mesa, los vasos de whisky se mantenían a medio vaciar, como si ambos estuvieran más interesados en el peso de sus pensamientos que en la bebida.
El chico rompió el silencio primero, con la mirada perdida en el movimiento lento del barman al otro lado del local.
—No puedo creer que te haya engañado de esa manera... —dijo finalmente, su voz rasposa, cargada de incredulidad y rabia contenida.
Leon no respondió de inmediato. Sus dedos trazaban líneas imaginarias en la humedad que se acumulaba en su vaso, como si tratara de hallar algún significado en la efímera geometría. Finalmente, habló, su tono apagado y sin fuerza.
—Es lo que hay.
La respuesta fue más un suspiro que una declaración, y quedó flotando en el aire entre ellos. Su amigo lo observó, esperando quizás alguna chispa de emoción, alguna señal de la rabia o el dolor que sabía que Leon llevaba dentro. Pero el rostro de Leon permanecía estoico, casi vacío, como si el peso de la traición hubiera drenado todo de él.
El chico apretó su vaso, y por un momento, pareció que iba a decir algo más. Sin embargo, optó por beber un trago largo, dejando que el whisky quemara su garganta en lugar de liberar las palabras que se arremolinaban en su mente.
La música del bar cambió, un saxofón melancólico llenando el espacio con notas que parecían resonar con las emociones no expresadas. En la mesa, el silencio volvió a caer, pesado, como si ambos entendieran que no había mucho más que decir.
—Es como si me hubieran arrancado una parte de mí— confesó, la voz entrecortada. —Aunque realmente, es algo que veía venir, supongo.— Replicó Leon mientras jugaba con el vaso que tenía en sus manos antes de darle un gran trago a su bebida también.
—a veces, la vida nos da unos golpes bajos que no vemos venir.— dijo el hombre a su lado mientras lo miró con tristeza. Sabía exactamente lo que sentía su amigo, había pasado por lo mismo.
El chico se levantó, su cuerpo tenso, pero trato de relajarse, se acomodó el cabello y se quitó la chaqueta lentamente, revelando un tatuaje extraño en su brazo. —sé que no hay nada que pueda decir para hacerte sentir mejor—, comenzó, —pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, pase lo que pase. Tengo un trabajo, tomará tiempo y es en el extranjero, ya sabes... algo que podría servirnos a ambos como distracción. ¿Qué te parece si nos vamos juntos?— Acercó la botella a Leon, invitándolo a beber.
—Yo eh, gracias amigo— tartamudeó Leon antes de carraspear ligeramente la garganta. Su mirada se perdió en el fondo de su vaso. —Solo lo quiero tomar con calma ahora, además, Meave aún necesita que le enseñe un par de cosas más y eso, solo lo quiero dejar atrás.—El chico sonrió, pero sus ojos reflejaban una tristeza oculta.
—Lo entiendo, amigo. Pero no te cierres a nuevas experiencias. A veces, un cambio de aires es lo que necesitamos para superar las cosas.— El chico, luego de colocar su chamarra sobre la silla y sentarse, sonrió. —El no maldecirla es el acto del más fuerte. Salud por eso, amigo.
Ambos levantaron sus bebidas y tomaron hasta acabarla, luego siguieron con otra, y otra más, mientras recordaban muchas de sus experiencias. Leon sonreía junto con su amigo, Gideon, hasta que anocheció. Fue entonces que ambos salieron del bar y se despidieron con un abrazo fuerte.
—Cuídate mucho, Gideon, y cuida mucho de tu mujer también.—Le dijo Leon al chico mientras le sacudía el cabello. No sabía si volvería a verlo pronto.
—Claro, siempre lo hago. Salúdame a Meave, ¿quieres? Y tú, no te olvides de cuidarte. Llámame si necesitas algo.
—Ya, yo le aviso. Y recuerda, si alguna vez necesitas algo... ya sabes dónde encontrarme.
Dicho esto, se despidieron una última vez y ambos se fueron en direcciones contrarias. Leon caminaba tratando de no tambalearse al hacerlo, pero de vez en cuando fallaba, mientras caminaba, repasaba mentalmente la conversación con Gideon, preguntándose si había tomado la decisión correcta.
La soledad de la calle amplificaba sus pensamientos, y por un momento se sintió abrumado por la incertidumbre, pero pronto se aclaró.
—Meave debe estar esperándome