Alonzo es confundido con un agente de la Interpol por Alessandro Bernocchi, uno de los líderes de la mafia más temidos de Italia. Después de ser secuestrado y recibir una noticia que lo hace desmayarse, su vida cambia radicalmente.
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Saga: Amor, poder y venganza.
Libro I
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Capítulo 10. Posibilidad de embarazo.
—Señor, mire esto.
Asher irrumpió en el gimnasio de la mansión con una expresión de urgencia. Su respiración era pesada y sus labios estaban resecos, como si hubiera corrido una gran distancia. Alessandro detuvo la caminadora y lo miró con el ceño fruncido antes de tomar el iPad que Asher le extendía. Sus ojos se endurecieron al revisar la pantalla, y su semblante se oscureció casi de inmediato.
—¿Esto es correcto? —preguntó con incredulidad.
—No hay duda de ello —afirmó Asher—, pero si lo desea, puedo mandar llamar al médico para confirmar.
—Sí, haz eso —respondió Alessandro secamente, mientras agarraba una toalla que le pasaron y se limpiaba el sudor de la frente—. Por el momento, solo dale un poco de fruta y yogur. Esperemos a que el médico confirme esta noticia.
—A sus órdenes, señor —dijo Asher, inclinando la cabeza de manera respetuosa antes de retirarse con rapidez.
Alessandro, aún pensativo, abandonó el gimnasio y se dirigió a su habitación. El agua de la ducha pronto comenzó a correr sobre su cuerpo, trayendo consigo recuerdos incómodos. Aquel encuentro con Alonzo no dejaba de invadir su mente. Recordaba con demasiada claridad el calor de su piel, los gemidos que había tratado de suprimir, las súplicas ahogadas entre jadeos. Cerró los ojos, tratando de exorcizar esos pensamientos. ¿Por qué seguía pensando en eso? No lo entendía. Alonzo no le atraía en lo más mínimo, ni física ni emocionalmente. Y sin embargo, esos recuerdos le perseguían.
Quizá simplemente le había impresionado la intensidad del momento. Alonzo no era como Elio: no tenía esa delicadeza que tanto le atraía de él. Elio era todo lo contrario; con su figura esbelta, casi frágil, y su rostro andrógino, era una visión de perfección para Alessandro. Pero Alonzo... Alonzo era completamente distinto. Alto, con una musculatura marcada que, aunque no excesiva, evidenciaba fuerza. Dos polos opuestos.
Tal vez por esa misma razón lo recordaba tanto.
Sacudió la cabeza y cerró la llave de agua. No tenía sentido seguir dándole vueltas al asunto. Lo que ocurrió esa noche fue un error, un desliz del que prefería no hablar, y uno que no volvería a repetirse.
Al salir de la ducha, se envolvió la cintura con una toalla y tomó otra para secar su cabello. De nuevo, su mirada se desvió hacia el iPad que había dejado sobre la cama. No podía apartar de su mente el contenido de aquel correo. Las pruebas médicas de Alonzo habían arrojado un resultado impactante: seis semanas de embarazo. Alessandro lo leyó una y otra vez, intentando procesar lo que significaba. Alonzo no tenía el físico típico de un hombre con capacidad de gestar. No era delgado, no tenía ese aire etéreo que caracterizaba a los hombres con útero, como Elio.
Elio... siempre Elio. Pero esto no tenía nada que ver con él. Se centró en los hechos: si las pruebas eran correctas, Alonzo llevaba seis semanas de embarazo, lo que coincidía con aquella noche. Alessandro suspiró profundamente al caer en cuenta de que probablemente era el padre. No habían usado protección, y ni siquiera había contado cuántas veces había perdido el control en ese momento y soltado toda su esperma dentro de Alonzo.
—Joder, esto es una puta pesadilla —murmuró para sí mismo, dejándose caer sobre la cama.
Nunca había contemplado la posibilidad de tener un hijo, y mucho menos con alguien que no significaba nada para él. Y aunque no estaba dispuesto a pedirle a Alonzo que interrumpiera el embarazo, tampoco podía ignorar la gravedad de la situación.
—Si él no lo quiere, no lo voy a obligar —susurró, más para convencerse a sí mismo que para establecer una verdad.
Aunque alguna vez había fantaseado con la idea de formar una familia, jamás se imaginó que algo así sucediera bajo estas circunstancias. Alonzo y él no tenían ningún tipo de relación, aparte de esa única noche que ahora parecía tener consecuencias insospechadas. Sin embargo, fuera cual fuera la decisión de Alonzo, él estaba dispuesto a asumir la responsabilidad que le correspondía.
El golpeteo en la puerta lo sacó de sus pensamientos.
—El médico está en la sala —informó Asher desde el umbral.
—Bajo en unos minutos —respondió Alessandro, levantándose de la cama.
Se dirigió a su vestidor y se cambió rápidamente. Aunque optó por un atuendo más informal, su sola presencia irradiaba una autoridad incuestionable. Bajó las escaleras y encontró al médico esperándolo en la sala.
—Señor Bernocchi —saludó el doctor con un tono formal—. Un placer verlo de nuevo.
—Dejemos las formalidades, doctor —respondió Alessandro con frialdad, sus ojos fijos en los del médico—. Necesito que realice una prueba de embarazo lo más pronto posible. ¿Cuánto tiempo tardaría en tener los resultados?
El médico, claramente sorprendido por la solicitud, respondió titubeante:
—Si es una prueba rápida de farmacia, cinco minutos. Pero si desea algo más preciso, lo recomendable sería hacer un análisis de sangre.
—Perfecto. Quiero los resultados lo antes posible —dijo Alessandro, haciéndole un gesto al doctor para que lo siguiera—. No toleraré demoras.
Ambos subieron las escaleras en silencio. El médico, aunque visiblemente nervioso, seguía obediente. Sabía que no podía discutir con Alessandro. Finalmente, llegaron a la habitación donde Alonzo estaba alojado. Alessandro abrió la puerta y permitió que el doctor entrara primero.
—Vamos a hacerte unos análisis —dijo Alessandro sin rodeos—. No te preocupes, es solo un examen médico.
Alonzo lo miró con desconfianza, pero guardó silencio. No se atrevía a negarse, aunque el miedo le atenazaba el pecho. Odiaba las jeringas, odiaba todo lo relacionado con hospitales y médicos. El simple hecho de estar en esa situación le provocaba un nudo en el estómago. Alessandro percibió el miedo en los ojos de Alonzo. El semblante normalmente frío e imperturbable de Alessandro se suavizó ligeramente al ver cómo el rostro de Alonzo perdía el color casi al instante.
Sin decir una palabra, Alessandro caminó hacia él con pasos medidos, como si temiera agravar la situación. Se sentó a su lado en la cama, sintiendo la incomodidad de no saber cómo manejar aquel momento. Nunca había tenido que consolar a nadie que no fuera Elio, y eso lo hacía sentir fuera de lugar. ¿Cómo actuar ahora, frente a alguien que no era más que un extraño emocionalmente para él?
Gracias por compartir una de tus pasiones.
Y hacerme adicta a tus historias.
suerte gracias de nuevo a seguir con las historias .
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