El Idioma De Las Flores

Evangelina se quedó mirando la pantalla del celular con los ojos muy abiertos. Había leído el correo tres veces, asegurándose de que no se trataba de un error.

—¡Lo logré! —exclamó, sintiendo cómo su pecho se llenaba de emoción y alivio.

Su madre, que estaba en la cocina, se giró con una expresión de sorpresa y alegría.

—¿Te aceptaron?

Evangelina ascendió con fuerza, incapaz de contener la enorme sonrisa que se extendía en su rostro. Su madre la abrazó con fuerza, sintiendo el orgullo y la felicidad en cada latido de su hija.

—Sabía que lo lograrías, mi niña —susurró, acariciándole el cabello.

Pero mientras la felicidad invadía su hogar, en el edificio de Devereux Corporation, Leonardo estaba en su oficina, con la mirada fija en la ciudad que se extendía bajo sus pies. Sabía que la había elegido porque era la mejor opción, porque su currículum mostraba una fortaleza y una dedicación admirables.

Pero…

No podía negar que la imagen de Evangelina en el jardín de su abuela aún rondaba su mente.

Desde aquel día, cuando la vio por primera vez con el sol iluminando su rostro y sus manos acariciando las flores con tanta delicadeza, algo dentro de él se había movido. Y ahora, el destino la había traído hasta su empresa.

—Curioso cómo funciona la vida… —murmuró para sí mismo.

La puerta de su oficina se abrió y su asistente entró con algunos documentos.

—Señor Devereux, el equipo de investigación ya ha sido informado. Evangelina Montes se presentará el lunes a primera hora.

Leonardo se acercó levemente, tomando uno de los papeles y hojeándolo sin realmente prestar atención.

—Asegúrense de que tenga todo lo que necesita —ordenó con voz neutra.

—Por supuesto, señor.

Cuando la puerta se cerró, Leonardo apoyó su frente en su mano.

— ¿Qué me pasa? —susurró con fastidio. Nunca antes había estado tan distraído por alguien.

El lunes por la mañana, Evangelina llegó temprano al edificio de Devereux Corporation.

El lugar era imponente, con enormes ventanales y una arquitectura elegante que hablaba de poder y éxito. Su corazón latía con fuerza, pero mantuvo la compostura. Este era su primer paso en el mundo profesional al que siempre había aspirado.

Respir hondo y se acerc a la recepcin.

—Buenos días, soy Evangelina Montes. Me incorporo hoy al equipo de investigación.

La recepcionista altisonante y le indicó que esperara un momento. Minutos después, un hombre de unos cuarenta años, con gafas y un traje impecable, se acercó a ella.

—Señorita Montes, bienvenidos a Devereux Corporation. Soy el doctor Esteban Larios, director del departamento de investigación.

Evangelina estrechó su mano con respeto.

—Es un honor estar aquí, doctor Larios.

—El honor es nuestro. He revisado tu expediente y me ha impresionado tu capacidad de trabajo. Estoy seguro de que aportarás mucho a nuestro equipo.

Evangelina alarmante, sintiéndose un poco más segura.

La llevaron a su nueva oficina, donde ya tenía una computadora y varios documentos listos para comenzar. Sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Este era el inicio de algo grande.

Pero lo que no esperaba era que, apenas unas horas después de haber llegado, recibiría una invitación inesperada.

—Señorita Rios —le dijo su compañera de equipo, Lucía—. El CEO ha solicitado una reunión con el equipo de investigación.

Evangelina sintió que su corazón daba un vuelco.

El CEO… Leonardo Devereux.

Intentó mantener la calma mientras se dirigía a la sala de juntas con el resto del equipo.

Cuando entró, lo vio.

Leonardo estaba de pie, con su puerta imponente y su mirada afilada. Su traje negro perfectamente ajustado resaltaba su figura, y su expresión era seria, aunque sus ojos destellaban con una intensidad que la hacía contener la respiración.

Por un breve instante, sus miradas se encontraron.

Y en ese momento, supo que algo estaba a punto de cambiar en su vida.