Emma, una chica carismática con una voz de ensueño que quiere ser la mejor terapeuta para niños con discapacidad tiene una gran particularidad, es sorda.
Michael un sexi profesor de psicología e ingeniero físico es el encargado de una nueva tecnología que ayudara a un amigo de toda la vida. poder adaptar su estudio de grabación para su hija sorda que termina siendo su alumna universitaria.
La atracción surge de manera inmediata y estas dos personas no podrán hacer nada contra ella.
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capitulo 6.2
Mientras cavilo que sería lo más conveniente, la luz se corta y un grito ahogado de mi niña inunda el espacio que nos separa.
En cortos pasos estoy a su lado, abrazándola, conteniendo su miedo. Su cuerpo tiembla y se agazapa a mi pecho, sus piernas se enredan en mis caderas y veo como la luz de un rayo ilumina el firmamento desde la pequeña ventana que esta sobre el fregadero.
Mierda, una tormenta.
¿Como hago para distraerla?
Mi pregunta se responde sola cuando su boca busca la mía y su lengua hace contacto desesperado con la mía. Saboreo la profundidad de sus labios reprimiendo un gemido que nace desde el centro de mi pecho. Todo mi cuerpo vibra al igual que el suyo.
¡¡Linda forma de distracción!! Estoy seguro de que no estaría muy contento si intentara lo mismo con otro que no sea yo mismo.
¡Por Dios! ¡Me pateo solo si lo permito!
La luz vuelve, me aparto de sus labios para estudiar su mirada, está asustada, pero también excitada. Su lengua pasea distraída por sus labios, tentándome, llamándome. Me acerco nuevamente a su boca, sosteniendo su peso. Camino y la dejo sobre la barra, haciendo a un lado los platos y cubiertos, oyendo como las copas se caen, restándole importancia a lo que se rompe o no, solo me concentro en ella y en el ahora.
Entre sus piernas, mis manos acarician su talle, ella explora mi pecho mientras me saca la camisa. Muerde la comisura de sus labios al ver mi pecho y me lleno de satisfacción al saber que tantas horas arduas de trabajo con pesas no fueron un completo desperdicio.
La dejo explorar mi cuerpo, sus manos pequeñas me recorren, la corriente que deja a su paso me tiene extasiado. Su mirada curiosa me ve y le sonrío para infundirle valor y que siga con su exploración. La necesito. Quiero que se me descubra, sé que es su primera vez, no quiero arruinarlo, pero tampoco quiero parecer un niño ansioso por tener sexo rápido.
—Eres perfecto —dice suavemente en un susurro.
Levanto su barbilla para que lea mis labios.
—No lo soy, pero tu... —muerdo mis labios para que vea que me cuesta contenerme—No quiero que te arrepientas —digo de pronto.
— En este momento sé que no lo haré, pero mañana no lo sé —responde.
—No te puedo prometer eso, eres...
—Una niña —finaliza por mí, pero vuelvo a levantar su mentón para que me vea.
—Muy joven para que te retenga —murmuro, consciente que después de esta vez no estoy seguro de dejarla ir.
—Encantada con que lo hagas —responde y toma mi cara entre sus manos pequeñas para acercarme a su tentadora boca.
El beso me enciende un poco más, si es que es posible. Me pego más a su cuerpo, reteniéndola en mi pecho. Mi pulso se acelera al sentir lo bien que puedo llegar a encajar entre sus caderas, su roce nuevamente me arranca un jadeo y presiono mis dedos en sus caderas, quiero deshacerme de lo que nos separa he invadirla de una vez, pero necesito prepararla.
Mi hombría es grande y ella pequeña, apretada y pura. ¡¡No lo merezco, pero que alguien me detenga si tiene el valor de apartarme de ella en este mismo momento!!
Me siento un hombre salvaje y primitivo tratando de reclamar a su doncella.
Ella será mía.
Ella es mía.
Con esta nueva resolución amarro su cabello a mi mano y tiro de él para exponer su cálido cuello y pasar mi lengua por él, probando su tersa piel. Un gemido sale de sus labios y la miro perdida en las sensaciones que le prodigo. Sonrío satisfecho y sigo mi camino.
Mis manos ansiosas se deshacen de lo que cubre su cuerpo, descubriendo su hermoso pecho cubierto por un sostén rosado, ella me mira con timidez. La prenda es sencilla y claramente piensa que no luce sexi, pero teniéndola aquí, junto a mí con su pelo revuelto, sus labios rojos por mis besos, esa mirada deseosa, la hacen ver como una venus. Mi propia Diosa.
—Me vuelves loco —digo atacando la pobre ropa, convirtiéndola en una hilacha para que mis grandes manos cubran esos montículos que lucen erguidos esperando ser devorados por mis labios.
Tiembla en el momento en que la humedad de mi lengua juega con su piel sensible y se aferra a mis hombros para obtener equilibrio y no caer cuando comienza a temblar.
¡Diablos! es adictiva. Si así responde a mis besos en sus pechos ansioso, ¿Como lo hará cuando pruebe su centro? O ¿Cuándo por fin me entierre en el confín de sus caderas?
De solo pensarlo tiemblo yo también.
Mientras ella gime por mis besos, yo bajo para descubrir como su cuerpo se va despertando con mis caricias. Llego a sus bragas de algodón que hacen juego con su sostén y suprimiendo un gruñido, la arranco de su piel. Ella se tensa, pero pronto se estremece.
Mi boca sedienta se hace de su cálida piel, reclamando esta nueva tierra sin explorar, marcándola como mía al escuchar como el chapoteo de mi lengua arranca gemidos altos de su garganta.
No aguanto más, necesito hundirme en ella.
Para poder hacerlo, presiono mi lengua y juego con mis dedos para acelerar su placer y así llenar ese estrecho canal de la humedad que necesito para proseguir. No quiero lastimarla y si no la preparo adecuadamente, puede que lo haga. Aunque no estoy seguro de poder hacerlo, después de todo ella es la representación de la pureza.
Sus manos llegan indecisas a mis cabellos, pero con seguridad de apretarme más a su cavidad. Acelero más mis movimientos y soy recompensado con la convulsión de su cuerpo.
Sus gemidos son música para mis oídos, mientras que sus espasmos son la dicha de mi vista. Dejo un surco de besos al llegar a su cara agitada, sus ojos se abren y muerde sus labios al verme cerca de ella. Nuevamente la beso con desespero y ella se aprieta a mi cuerpo.
Mi eje necesita ser liberado, late tanto que duele.
—Necesito sentirte —digo sobre sus labios, sé que no puede escucharme, pero apuesto a que entiende lo que digo.