Esther era la hija ilegítima de una familia acaudalada, cuya hermana decidió irse por "amor" con el hombre que ella tanto amaba. Él contra de Arthur, un vaquero muy apuesto, era su pobreza y cuando su hermana sintió en carne propia lo que era el hambre, decidió abandonarlo junto a su hija recién nacida, para irse con su amante.
Pese a que su cuñado intentó por todos los medios salir adelante, no tuvo de otra más que recurrir a ser un bandido, encontrando así su muerte y la de su hija. Por eso, usando su habilidad secreta, Esther hará un trato con el mismo diablo y si logra traer de regreso las almas de ellos, que han reencarnado en otro mundo, dentro de la historia de "La amante del embajador" este haría que por fin ellos tuvieran un final feliz.
¿Logrará darle una nueva vida a su cuñado?
¿Podrá su sobrina al fin tener una existencia tranquila?
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CAPÍTULO 11
De tan solo imaginarse teniendo la verdadera vida que debía haber tenido, digna de ella, mucho más rica y popular, con mucho poder como la reina, su inseguridad se calmaba. Obtendría lo que su matrimonio con Alexander le quitó.
Mientras Alicia regresaba a su carruaje secreto, su mente bullía con los planes y posibilidades. Cada paso la acercaba más a su objetivo, a una vida de riqueza, poder y reconocimiento. No le importaba quién tuviera que caer en el camino; ella merecía ser reina, y haría cualquier cosa para conseguirlo.
De vuelta en el hotel, notó que aún era temprano. Por lo que, sin querer volver a la casa y ser obligada a cuidar al escuincle enfermo, en vez de tomar su carruaje oficial, subió directo a la suite privada que alquilaba al mes. Allí, pidió los servicios de tres de los prostitutos que pertenecían al burdel más famoso de la ciudad.
En la suite privada, Alicia se permitió un momento de relajación. Encargó a los prostitutos que prepararan un baño caliente mientras ella se desvestía lentamente, disfrutando de la anticipación de lo que vendría.
Sabía que esa noche sería crucial, la primera de las siete en que debía tomarse la poción, mientras se tocaba y sentía placer pensando en su primo. El futuro heredero al trono sería suyo, sin importar qué.
Pero por ahora, se concedería un respiro del estrés y la tensión. Los prostitutos la atendieron con esmero, mimándola y cumpliendo cada uno de sus caprichos. Alicia se sumergió en el agua caliente, cerrando los ojos y dejando que el vapor la envolviera.
Mientras los hombres la masajeaban, su mente divagaba entre los placeres del momento y las maquinaciones futuras. Uno de los prostitutos comenzó a besarla, mientras los otros dos seguían tallando su cuerpo para limpiarla, antes de dar inicio a la faena del día con una de sus mejores clientas.
Alicia se entregó por completo a los placeres que le daba los tres hombres. Usando cada caricia y beso como una forma de liberar la tensión acumulada.
Los prostitutos eran expertos en su oficio, y sabían exactamente cómo complacerla. Sus pensamientos, sin embargo, no podían alejarse del ritual que había comenzado y del futuro que ansiaba.
Tras dos horas de indulgencia, finalmente los despedía con una sonrisa satisfecha. Se quedó sola en la suite, recostada en la cama de satén, contemplando el techo mientras su mente seguía urdiendo planes.
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Mientras tanto, en otro carruaje, al otro lado de la ciudad, estaba siendo transportado el embajador junto a su cuñada. El hombre debía volver a su oficina, para cumplir los caprichos diplomáticos entre el rey y el primer ministro de su país; sin embargo, al ver que su cuñada también saldría, decidió llevarla.
—¿Te duele mucho?—preguntó un poco preocupado.
—No—mintió.
Si bien no le dolía, sí estaba un poco incómoda, sobre todo al intentar sentarse lo menos encorvada posible. Jamás pensó que la urgencia y la necesidad contenida de su cuñado estuviera tan acumulada, que la segunda vez fuera más fuerte que la de la noche anterior.
—Tranquila, me haré responsable—respondió el embajador—y más si quedas embarazada.
Penélope iba a hablar, pero de inmediato cerró sus labios y solo miró a la calle. Estuvo a punto de revelarle algo que quizá ningun hombre con amante viera atractivo en su amante: su infertilidad.
De tan solo recordar como por años, desde que tuvo su primera menstruación, no solo soportó torturas de su media hermana, sino que la madre de esta la había obligado a ingerir anticonceptivos permanentes en té, hizo que su corazón se arrugara al sentir aún el dolor que aguantó.
La esposa del hombre, que solo sirvió para dar su semilla y traerla al mundo, había heredado una práctica cruel de la realeza para todas las amantes de los príncipes y reyes. Una vez daban a luz, y cuando sus cuerpos estuvieran listos para engendrar hijos, todos los bastardos ilegítimos debían ser convertidos en seres infértiles.
Penélope miró de reojo a su cuñado, el embajador, sintiendo una mezcla de pena y resignación. Sabía que su relación con él estaba condenada a ser una sombra, un secreto envuelto en las mentiras y las expectativas de la nobleza.
No obstante, era mejor así. Aunque él creyera que era una mujer fértil, al final no estaría atado a ella. Al final, cuando cumpliera su misión y lo ayudara a escapar de aquella vida junto a su sobrino, no lo volvería a ver y con suerte, sino que se enteraba de quién era ella en realidad, solo sería un recuerdo de un paso digno de olvidar.
"Él solo me usa porque soy joven y le doy lo que Alicia no le da... y yo solo lo uso para matar a la familia real...es mejor no involucrarlo más de lo que ya está metido"
Fueron sus palabras una vez suspiró con pesadez, no había descansado mucho desde el día anterior. No obstante, debía aprovechar de los pocos momentos que su hermana estaba afuera.
Él, por su parte, parecía genuinamente preocupado, pero ella sabía que su preocupación no cambiaría nada. Alexander, quien sabía que dentro de poco llegarían al parque que su cuñada había solicitado ir, preguntó con curiosidad.
—¿Tienes a alguien con quien verte?—preguntó.
—¡Ah! ¡Eso!—respondió con una media sonrisa—cerca del parque tengo una pastelería que abriré una vez me vaya de la realeza... quiero iniciar una nueva vida con mi abuelo, así que iré a visitarlo.
—¿Y dónde queda?—preguntó muy curioso—¿no es mejor si te dejo al frente del lugar?
—Es por seguridad—aclaró—no quiero que nadie sepa que la hija ilegítima de la realeza tiene un "hogar"... sabe, su excelencia. Mi abuelo puede morir en cualquier momento, así que deseo darle sus últimos días en paz y no envuelto en un conflicto.
Alexander asintió en silencio, sabía muy bien la difícil situación de su cuñada. Si él era alguien que fue obligado a cumplir con su deber nada más por su padre, ella era una hija ilegítima intentando sobrevivir. Analizándolo de esa forma, ella tampoco tendría nada por lo que quedarse.
—Si tuviera la opción de iniciar de nuevo, lady Penélope—habló el embajador—en un lugar donde nadie la conociera... ¿Dónde sería?
Penélope, quien ya estaba a punto de salir, puesto que el carruaje llegaría a su destino, pensó varios segundos en aquella pregunta.
i puedan ser felices cuando todo termine😮💨😮💨