En la mágica isla de Santorini, Dylan Fletcher y su esposa Helena sufren un trágico accidente al caer su automóvil al mar, dejando a Dylan ciego y con las gemelas de un año, Marina y Meredith, huérfanas de madre. La joven sirena Bellerose, que había presenciado el accidente, logra salvar a las niñas y a Dylan, pero al regresar por Helena, esta se ahoga.
Diez años después, las gemelas, al ver a su padre consumido por la tristeza, piden un deseo en su décimo cumpleaños: una madre dulce para ellas y una esposa digna para su padre. Como resultado de su deseo, Bellerose se convierte en humana, adquiriendo piernas y perdiendo su capacidad de respirar bajo el agua. Encontrada por una pareja de pescadores, se integra en la comunidad de Santorini sin recordar su vida anterior.
Con el tiempo, Bellerose, Dylan y sus hijas gemelas se cruzarán de nuevo, dando paso a una historia de amor, segundas oportunidades y la magia de los deseos cumplidos.
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Conspiración.
Al siguiente el padre de Mirael, Eryndor, llega con pasos firmes y una expresión de angustia hasta el trono donde se encuentran la reina Nerida y el rey Thalassor. Su rostro refleja desesperación, pero detrás de esa apariencia, oculta el calculado propósito que lo ha llevado a solicitar una audiencia con los reyes de Aqarys.
—Majestades, necesito hablarles sobre mi hijo, Mirael —comienza Eryndor con voz grave y llena de dramatismo—. Me temo que el rechazo de la princesa Bellerose lo ha devastado de una manera que ni yo ni su madre habíamos previsto. —Hace una pausa, como si las palabras le dolieran demasiado—. Su amor por la princesa es tan profundo que… ha considerado tomar una decisión fatal.
Nerida y Thalassor intercambian miradas de sorpresa y preocupación. Thalassor se inclina hacia adelante, observando con intensidad a Eryndor.
—¿Estás diciendo que Mirael podría… atentar contra su propia vida? —pregunta el rey con el ceño fruncido, claramente inquieto por las implicaciones.
—Sí, su majestad —responde Eryndor con fingida tristeza—. Ya no come, ya no duerme… Me rogó que lo dejara solo y habló de un dolor que solo Bellerose podría sanar. Si la princesa sigue rechazándolo, temo que no habrá nada que lo retenga en este mundo.
La reina Nerida lleva una mano al pecho, consternada por la desesperación de Mirael, mientras su corazón maternal se conmueve ante el sufrimiento que imagina. Se da cuenta de que Mirael es leal y realmente ama a su hija. Thalassor, sin embargo, mantiene la serenidad de un líder, aunque su mirada muestra un atisbo de compasión.
—No podemos permitir que una vida tan joven se pierda por desamor —dice Thalassor tras unos instantes de reflexión. Luego, dirige su atención hacia Nerida, y ambos intercambian una mirada llena de comprensión y resignación.
—La estabilidad del reino depende de que nuestra gente esté unida —declara Thalassor—, y una unión entre Mirael y Bellerose no solo restauraría su esperanza, sino también fortalecería la paz de Aqarys. Además los demás reinos marinos mostrarán respeto por tener alianza con el comandante de las huestes marinas.
Nerida asiente, su corazón dividido entre el deber hacia el reino y el amor por su hija. Finalmente, su voz, suave pero determinada, se hace escuchar.
—Entonces que se celebre la boda en pocos días. Que el amor de Mirael por Bellerose sea el puente que mantenga la paz en Aqarys —decide la reina, mientras una expresión de tristeza ensombrece sus ojos verdes esmeralda.
Eryndor, viendo su plan dar frutos, hace una reverencia y oculta la satisfacción que siente por dentro.
—Gracias, majestades. Haré saber a Mirael su decisión y le llevaré la esperanza que necesita para continuar.
Una vez Eryndor se retira, Nerida y Thalassor permanecen en silencio, conscientes de la gravedad de su decisión.
En el trono de Aqarys, la reina Nerida y el rey Thalassor observan el salón con una mezcla de solemnidad y preocupación. Nerida, con sus ojos verdes esmeralda llenos de sabiduría y compasión, escucha atentamente cada palabra. Su figura es un faro de paz, una madre espiritual para todo el reino, conocida por su corazón comprensivo y su conexión con el mar.
A su lado, el rey Thalassor, de ojos azules profundos como las profundidades del océano, refleja la fuerza y determinación de un líder nacido para proteger. Su postura firme y mirada calculadora muestran su compromiso con el bienestar de Aqarys y su gente. Juntos, representan el equilibrio entre fortaleza y ternura, justicia y misericordia.
Mientras Mérida, Selene, Ondina y Azura exponen sus opiniones, el rostro de Nerida se endurece al escuchar la sugerencia de apresurar la boda entre su hija Bellerose y Mirael, luego de exponer la preocupación del general. Siente un conflicto interno; aunque sabe que el reino necesita estabilidad, también entiende los deseos de su hija, quien no ama a Mirael.
Al final, es Thalassor quien rompe el silencio.
—La estabilidad del reino es primordial —declara con voz firme, observando a cada consejero y, finalmente, a Nerida—. Sin embargo, entiendo que estamos pidiendo a Bellerose algo difícil de aceptar. Pero nuestra gente depende de la paz y la seguridad que esta alianza representaría.
Nerida mira a su esposo con ternura y aprensión. Con una voz suave pero resuelta, agrega:
—Queremos lo mejor para Bellerose y también para Mirael, pero no deseo que nuestra hija viva atrapada en una unión sin amor. Sin embargo, confío en que el destino tiene un propósito en cada desafío que enfrentamos. Si esta unión debe traer paz, entonces debemos apoyarla con todo nuestro ser.
Las palabras de Nerida alivian la tensión en el salón. Su conexión espiritual con el mar y su instinto maternal influyen en los presentes. Al escuchar a su reina y madre del reino, Mérida asiente con respeto, mientras Selene, Ondina y Azura comprenden la profundidad de las emociones en juego.
Thalassor, con la decisión ya tomada y el respaldo de los consejeros, da la orden final.
—En unos días, celebraremos la unión de Bellerose y Mirael. Que el reino se prepare para recibir las bendiciones de esta alianza —declara con determinación.
A medida que el anuncio se difunde por el reino, Nerida y Thalassor se sostienen mutuamente, conscientes del sacrificio que piden a su hija, pero convencidos de que es lo mejor para proteger a Aqarys y su gente.
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