En desarrollo
Larry Russo es un CEO italiano que decide comenzar su vida en Nueva York luego que su prometida Aurora muere de un disparo en la cabeza en un asalto.
Años después se cruza con Abigail, una profesora de la universidad donde él impartía una conferencia, donde él queda prendado de ella por el enorme parecido con su novia fallecida. El destino da un tire y jale en la vida de Abigail, cuando la madre de ella necesita un trasplante de hígado para vivir.
Larry y Abigail, entrecruzan sus vidas y el destino les tiene un contrato.
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XI.
ABIGAÍL GRUBSTEIN
No pude dormir, me sentía tensionada al estar así con Larry. Sentía que en cualquier momento él se me iba a subir y yo tendría que cumplir como mujer. El corazón se agitaba cada vez que él se movía. Me fui al otro extremo de la cama.
Pensé en todo.
— ¿Por qué te fuiste de mi lado?
Pensé que él estaba dormido.
— No me siento cómoda en tu brazo, no puedo dormir así.
— Está bien. Haz lo que desee— Larry se levantó de la cama, cogió la llave de la mesa de noche y salió del cuarto. Solo escuché como enllavaba la puerta.
Me levanté para comprobar y efectivamente, él había enllavado la puerta. Estaba encerrada en el cuarto. Caminé hasta las cortinas buscando una ventana, mi sorpresa fue que las ventanas tenían verjas de hierro. Larry es un estúpido.
Me acosté en la cama.
No voy a llorar. Tomé mi celular, pero estaba a punto de quedarme sin carga, busqué un cargador, pero no encontré ninguno.
Larry no regresó al cuarto y el sueño me terminó ganando.
Me desperté cuando sentí un roce en los labios. Larry tocaba mis labios. Brinqué de la cama.
— No me toques. Me dejaste encerrada toda la noche.
— Te incomodaba, así que te dejé sola. No confío en ti aún, así que antes de que escapes tuve que hacerlo.
— Quiero ir a mi departamento a traer ropa.
— Aquí tienes ropa.
— ¿Cuál? La lencería o me quieres tener en camiseta y shorts toda la vida. Además, quiero trabajar.
— Ya te dije que irás conmigo al trabajo.
— No quiero ir contigo. Quiero trabajar en lo que quiero. No quiero ser tu sombra.
— No eres de confiar. Lo siento. Si no vas conmigo a la empresa, de aquí no sales.
— Eres un bipolar. Primero eres malo, y después me acaricias, luego te vas y me dejas encerrada en el cuarto y ahora no quieres que yo trabaje en lo que yo quiera. No soy sombra de nadie.
— Las cosas se ganan.
— No soy tu hija.
— Piensa bien lo que vas a hacer.
Larry se dirigió a la puerta y aseguró por fuera.
— Está bien, voy contigo.
Prefiero ir a quedarme encerrada todo el día.
Larry abrió la puerta.
— Quiero que en la empresa te comportes como mi esposa. Hoy voy a anunciarlo con los empleados para que ellos te guarden el debido respeto.
La señora llamada Nana, me trajo un traje elegante y unos zapatos de tacón alto.
Larry me dejó vestirme y él esperó afuera.
Salí del cuarto. Él estaba frente a la puerta, esperando. Me puse nerviosa. Él me observaba de pies a cabeza.
— Te ves hermosa— me dio un cumplido.
Se acercó para darme un beso en la mejilla.
¿Qué es esto que siento? Él me confunde. Por un instante deseé que ese beso en la mejilla, fuera en los labios.
LARRY RUSSO
Abigaíl se veia hermosa.
Salimos para la empresa.
— Cuando bajemos, por favor no me hagas quedar mal— ella solo asentó con la cabeza.
Bajamos del auto y le extendí la mano, ella la tomó y entramos tomados de las manos. Los empleados nos miraban un poco sorprendidos.
— Luz, reúne a todos a la hora del almuerzo. Quiero presentar a mi esposa.
— Está bien señor Russo.
Entré a la oficina con Abigaíl.
— Quiero ser sincera contigo— expresó Abigaíl— he estado pensando durante todo el camino desde que salimos de la casa.
— Dime.
— ¿Por qué aceptaste el contrato si no ganas nada a cambio?
— Te gano a ti.
— Pero si soy una mujer normal. Es que no entiendo.
—No importa si no entiendes, yo te quiero a ti.
Me acerqué y le rodeé la cintura. El color de sus ojos me fascinaba. Mi corazón palpitaba con fuerza.
— No quiero ser malvado contigo. Quiero que nos conozcamos, que nos adentremos el uno al otro. Tú me interesas demasiado.
Ella no dejó de hacer el contacto visual conmigo.
— Está bien— ella suspiró.
La besé mordiendo sus labios. Ella subió sus brazos a mi cuello, respondiendo al beso.
Creo que eso fue suficiente para darme cuenta de que Aurora y Abigaíl a pesar de ser físicamente parecidas, son dos personas distintas, en todo, hasta en la forma de besar. Abigaíl tiene un color de ojos que hace su mirada más intensa y con eso me tiene en sus manos.
— Solo te quiero pedir un favor— ella fijó su mirada a mis ojos— quiero visitar a mi madre por lo menos una vez al mes.
— Eso lo veremos después. No es un no, Pero tampoco es un sí. No quiero que te escapes otra vez.
Ella quitó sus brazos de mi cuello.
— Bueno, estarás conmigo en la oficina, por los momentos serás como mi asistente.
— Asistente. Bueno.
Ella se sentó en unos sillones que estaban a un lado de la ventana. Mientras que yo, me senté en mi escritorio. De vez en cuando la observaba.
Golpearon la puerta. Luz entró.
— Señor Russo, ya es medio día y todos los empleados están reunidos en el comedor.
— Gracias Luz, ya vamos— Luz salió de la oficina.
Me puse de pie y le extendí la mano a Abi.
— ¿Es necesario? — preguntó ella.
— Si.
— ¿Y si te aburres de mi y me dejas? ¿Para que decirle a todos que soy tu esposa?
— ¿Estás nerviosa? ¿Es eso? Tranquila. Si algún día nos llegamos a separar nadie tiene por qué meterse. Si te presento es porque quiero que ellos te respeten y te reconozcan como mi esposa.
Ella se veía nerviosa.
Le tomé la mano y salimos de la oficina.
Llegamos al comedor de la empresa. Los empleados estaban murmurando. Les presenté a Abigaíl como mi esposa.
— Quiero irme— ella me susurró en el oído.
— Nos vamos si me prometes que tendré media hora de cariño en nuestra habitación— le sonreí.
— No se puede contigo.
Sin pensarlo tanto, le deseé buen provecho a todos y salí de la empresa con Abigaíl a la casa.
son cortas y sin tanto enredo felicidades y más que agradecida por tan linda labor
felicidades
Exitos Éxitos Éxitos