Eras Tú.

Mientras la hermosa pareja iba camino a Siracusa, al otro lado del mundo un Ivar enojado y consumido por la ira destrozaba el despacho por no saber nada de Talo.

Saco su arma del compartimiento secreto, revisaba sus municiones cuando la puerta se abrió de golpe, eran sus hijas junto a su amada esposa.

— ¡qué demonios pasa aquí!, Ivar, ¿qué te pasa? — las vio por un instante con esa mirada fría, mientras que su hija Elia se acercaba con temor hacia él.

— papi, si cumplirás tu promesa, ¿verdad? — su entrecejo se contrajo y en ese instante su ira y enojo lo manejo por completo, apuntándoles a esas tres mujeres.

— ¡largo de aquí!, ¡me tienen harto con sus estúpidas preguntas y exigencias!, ¡YA BASTA!— se acercó a ellas y las saco a empujones de su despacho.

Al cerrar la puerta a punto hacia la licorera y disparo, toda esa situación lo agobiaba más de lo que pensó y todo por culpa de su hija que desapareció y el maldito Talo que no le daba una satisfacción.

Y mientras Ivar encendía con un poco de nerviosismo un puro: en el hotel de Ragusa un Nathan celoso empacaba su ropa para irse, ya no estaba dispuesto a permanecer un minuto más en ese lugar.

Él, aunque se haya dado a la idea de que Mabel no sería para él tampoco no quería ver como aquella mujer corría a los brazos de su nuevo socio.

Al salir de su habitación de nuevo entro a la habitación de Mabel y vio todo el desastre que él mismo había ocasionado, ya que al verla con ese vestido, su mirada brillante, él se llenó de celos y locura con solo pensar que ella iba a ver al tal Bastian King.

Camino entre la ropa, al ver una prenda intima de Mabel de inmediato la levantó, llevándola a su nariz olfateando como si fuera un sabueso o un enfermo sexual.

La dobló y se la guardo en el bolsillo de su saco, salió de aquella habitación y camino con toda la tranquilidad del mundo hasta el ascensor y solo se fue.

Nil al recibir esa llamada de su casi hermano, se preocupo por Mabel, pero también se puso a trabajar de inmediato, movilizando a todos sus elementos, desplegandolos en el hotel, y mientras el veía uno a unos los videos de seguridad de ese piso, uno de sus hombres persivio el comportamiento extraño de ese hombre tomando fotos y video de cada paso que daba sin que Nathan se diera cuenta.

Bastian al llegar a Siracusa de inmediato estacionó en el subterráneo, apago el motor y se quedó por un momento observando a su prometida, suspiró, se acercó a ella y le dio un pequeño beso— mi vida, hemos llegado.

Mabel asintió aun somnolienta, abrió sus ojos y al verlo tan cerca solo sonrió y lo abrazó; bajaron del auto, caminaron hasta el ascensor, subieron hasta el departamento de Bastian.

Al abrir la puerta, él le cedió el paso a Mabel, quien estaba sorprendida por el amplio y lujoso departamento de su amado, Bastian quito su saco, remango las mangas de su camisa y caminó a la cocina.

— ponte cómoda, estás en tu casa mi amor— volteo Mabel al escuchar sus palabras— ¿gustas té?.

Ella asintió mientras recorría el lugar, al llegar a la sala quito sus zapatillas y se sentó en el cómodo sofá, al estar listo la infusión, Bastian la vertió en las tazas, las tomo y se la llevo a la sala donde una Mabel perdida en sus pensamientos estaba sentada en el sofá.

Besó su cabeza y le entrego la taza de té, se sentó junto a ella y la abrazo— ¿estás más tranquila?.

— estando a tu lado siempre estaré tranquila y protegida— él sonrió mientras dejaba la taza de té en la mesita, se acercó a Mabel y le dio un beso.

Pero ese pequeño beso le invitaba a que siguiera y no parara, Mabel se sentía acalorada por el apasionado momento, su cuerpo vibraba con cada caricia qué su amado dejaba con ternura tatuándola en su piel.

Ambos estaban jadeantes y muy excitados, Bastian se detuvo aunque su cuerpo le gritaba qué continuará, vio a Mabel sonrojada y con sus bellos ojos dilatados.

— discúlpame mi amor, no quiero que te sientas presionada por mi culpa— Mabel al escucharlo solo negó, pues ella no se sentía presionada, al contrario, ella estaba lista.

Pues ella se guardó solo para él, quizás en algunas personas sonaría patético, pero para ella era la prueba fehaciente de que lo ama tanto que solo espero pacientemente a que él regresará algún día.

— yo no me siento presionada, mi amor yo solo sé que te amo — Bastian asintió con una gran sonrisa dibujada en sus labios.

Acarició su mejilla hasta pasar su mano tras su nuca y la atrajo hacia él, besándola hasta devorar esos carnosos labios que lo volvían loco.

Su mano comenzó a bajar poco a poco por su espalda hasta que llego al pequeño cierre del vestido, lo sostuvo entre sus dedos y se alejó de Mabel para solicitar su aprobación y así fue, ella sonrojada, un poco despeinada, agitada y muy excitada lo vio y solo asintió.

Bastian de inmediato se levantó, la tomó entre sus brazos y la llevó escaleras arriba hasta su alcoba, al bajarla volvió a abrazarla y a tomar posesión de sus labios.

Bajó el cierre poco a poco, dejando al descubierto su hermosa piel, con sus manos acarició su espalda hasta llegar a sus hombros, con sus dedos bajo las finas tiras qué adornaban el hermoso vestido y las deslizo.

Hasta que ese vestido cayó al suelo dejando a una Mabel un poco avergonzada pues vagamente pensó que Bastian se desilusionaría por verla en ropa íntima, pero eso no fue la realidad.

Bastian al verla, sonrió y admiro su extraordinaria belleza, la abrazo dejando un húmedo y cosquilleante beso en su hombro.

—eres tan hermosa, amo todo de ti, tu belleza, tu cuerpo y tu alma— Mabel se sonrojó al escuchar todas las bellas palabras que le decía refiriéndose a su persona.

Mabel pasó saliva y acarició a su amado, pasando sus delicadas manos por sus enormes brazos y sus pectorales bien formados, comenzó a quitar botón por botón dejando al descubierto su piel.

Se acercó y dejó una pequeña y temerosa estela de besos húmedos sobre su pecho, Bastian se sentía complacido con lo que hacía, la tomo de las piernas y la alzó hasta llevarla a la cama, la recostó con delicadeza en medio de ella.

La observó por algunos segundos lamiendo sus labios hasta que se dedicó a besar cada milímetro de su piel, provocando qué sus vellos se erizaran y esos pequeños gemidos fueran callados en su pecho.

Bastian se deshizo de las prendas faltantes, se subió a la cama mientras veía fijamente a Mabel, se posicionó entre sus piernas y con delicadeza y amor la hizo visitar el mismísimo paraíso.

En la habitación solo se podía escuchar los pequeños gemidos de placer y los gruñidos de un hombre gustoso, durando a si un poco más de media hora, Bastian no quería lastimarla, ni cansarla pues sabía que está era su primera vez, así que al terminar ambos se abrazaron mientras normalizaban sus respiraciones.

— te amo mi vida, descansa que yo velare tus sueños— Mabel volteo un poco soñolienta y asintió, pero antes de dormirse le dio un beso.

— yo también te amo, gracias por volver yo sabía que eras tu mi alma gemela.

Bastian besó su cabeza y comenzó a acariciar su brazo y parte de su cuerpo, ayudando poco a poco a que una Mabel cansada conciliara el sueño.