Prisionera Del Sultán

En lo alto de una impresionante escalera de mármol, Aziza se paró de repente y retrocedió varios pasos ¿ Quería ella saber la verdad?Se preguntó. ¿ Y que haria con la verdad?, levanto la barbilla y subio la escalera.

— Su Alteza piense lo que va a hacer le sugirió Bahiya.

Ella subió la escalera avanzaron por un corredor, brillante suelo de mármol, las inmensas arañas de cristal y los extravagantes ornamentos dorados le hicieron parpadear de asombro.

Los diminutos mosaicos formaban dibujos en colores que iban desde el verde y ocre hasta el azul más claro, cubriendo cada centímetro de las paredes y los techos. Era un lugar muy bello. Un sonido débil le hizo volver la cabeza. ¿Era una risa o un susurro?.

Alzó la vista y vio movimientos, colores, las risas de alguna joven, y los murmullos de más de una voz femenina. Una oleada de perfume floral y cítricos le llegó.

Un guardia se atravesó en su camino con la intención de no dejarla pasar, ella lo miró.

— Apartece le ordenó ella

El oficial casi soltó un gemido y realizo una reverencia. Dio un paso atrás y la dejó pasar.

La intensidad de la ira que crecía en su interior era desbordante. Los ojos de ella se ensancharon. Al ingresar a la sala Aziza se paralizó y se puso pálida sintiendo un terrible dolor en lo más profundo.

Seis mujeres con sonrisas resplandecientes estaban arrodilladas sobre la alfombra.

—¡Su Alteza!, exclamó una de ellas, se levantó con gracia y alzó con timidez sus preciosos ojos almendrados hacia ella. Su esbelto cuerpo estaba cubierto con un corpiño bordado en pedrería ajustado y una falda de gasa de varios colores, descalzas, las joyas de oro tintineaban a cada uno de sus movimientos.

— Es cierto su cabello es del color del desierto.

—¿Quién lo ha dicho?, pregunto Aziza.

—Los guardianes del Rey hablan... está prohibido, pero les gusta hacerlo.

Aziza miró alrededor, tranquilamente podía ser la habitación de empleadas. Una puerta llamó su atención.

— ¿Qué hay detrás de esa puerta?, pregunto Aziza.

— Es la habitación del Rey.

— Señora no lo haga exclamó Bahiya cuando vio que Aziza se encaró hacia la puerta.

La furia que sintió al abrir esa puerta era desbordante nunca se había imaginado que podía odiar tanto a alguien cuando vio la enorme cama colocada en el centro de la habitación y los murales de las paredes se quedó inmóvil, esos murales con hombres y mujeres desnudos en posturas sexuales. Solo quería salir de ahí.

Aziza regreso a sus aposentos caminaba de una punta a la otra.

¿Qué pretendía Akram?, que ella aparentara no sabía que aquellas mujeres existían en su vida. Concubinas y una esposa.

Era demasiado, necesitaba desahogarse con alguien y decidió llamar por teléfono a Nazira, no pensó ni en la diferencia de hora.

Su hermana se alegró al escuchar su voz, y trató de reconfortarla y de que se calmara.

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Dos días después, Akram estaba de un humor turbulento cuando ingreso al palacio, sabía que Aziza había subido al harén. Para entonces la noticia corría por el palacio.

Al llegar a sus aposentos tal como se imaginó Aziza no se encontraba ahí, así que fue a buscarla.

Una mirada de horror cruzó la cara de Aziza cuando las puertas golpearon contra la pared por la violencia con la que Akam abrió. Aziza retrocedió estaba asustada.

— ¿Porque estás aquí?, pregunto él.

— Porque mi esposo es un embustero exclamó ella.

— No te atrevas a llamarme asi –la interrumpió él, sus ojos oscuros brillando como carbones encendidos estaba colérico.

— Es la verdad, exclamó Aziza desafiante, ya lo había decidido quería que la regresara con su padre.

— ¡Silencio!, soy paciente contigo porque entiendo que estás algo sensible por el embarazo, pero mi paciencia tiene un límite.

— Usted es el único responsable de que yo le hable así, y no me voy a callar puede castigarme y devolverme con mi padre no me importa. Usted me mintió y lo desprecio por eso gritó Aziza.

— Que no se te olvide con quien estás hablando, deja de gritar.

— No se me olvida, con un mentiroso que me aseguró que no tomaría dos esposas, pero pide tres nuevas concubinas exclamó Aziza llorando.

Aziza se dio la vuelta. No soportaba mirarlo. Al menos si le quedaba un poco de decencia se avergonzaría de que ella hubiera visto aquella habitación, a aquellas mujeres disolutas.

— Yo no he pedido ninguna concubina, y si lo hubiera hecho es mi derecho, aquí no se considera una deshonra.

— Está perfecto, pero devuélvame con mi padre, repúdieme prefiero ser azotada a quedarme con usted exclamó Aziza.

— No seas exagerada, exclamó Akram.

— Lo digo en serio, no volverá a entrar a mi cama, a partir de hoy no seré su mujer no le daré nada y si se mete en mi cama todo lo que obtenga de mi será por la fuerza. Quédese con sus concubinas. No quiero verlo más exclamó Aziza.

— Está bien, si no quieres ser mi esposa te devolveré con tu padre, pero mi hijo se quedará aquí, piensa en eso exclamó Akram.

— Me va a quitar a mi hijo es aún más despreciable de lo que pensé.

Akram apretó los puños con fuerza y salió de la habitación antes de cometer un error. Se dirigió a su despacho estaba en silencio trabajando cuando abrió el cajón y vio una fotografía de Aziza y él en Londres.

Horas mas tarde Akram se dirigió a su habitación. Pero al espacioso dormitorio, fue sorprendido por una preciosa morena desnuda reclinada en la cama como una seductora hurí. Su sedosa cabellera le cubría un hombro para caer en cascada sobre las blancas sábanas.

Akram se quedó de piedra, lanzó un ahogado exabrupto y llamo a los guardias la morena se incorporo sobre sus rodillas y gritó como para despertar a los muertos.

Aziza escucho los gritos y salió al pasillo Akram se encontraba de pie en el corredor.

— Regresa a tu dormitorio ordenó él, pero ella no obedeció y se quedo observando.

Un grupo de sirvientas entró deprisa a la habitación se ocupó de la mujer. Aziza vio como la mujer se tiraba a los pies de Akram y suplicaba su perdón mientras lloraba amargamente...