En un ducado renacido de las cenizas, Finnian Seraphina se alza como el salvador, ajeno a la sombra que se cierne sobre él. La enigmática Lady Nayana irrumpe en su vida, una exitosa comerciante cuyo ingenio y belleza ocultan un fuego inextinguible: el de Alaia Elowen. Impulsada por la pérdida de su familia a manos de Finnian, Alaia se infiltra en su mundo, usando sus negocios y su intelecto para tejer una red de engaño, mientras Cataleya la celosa amante de Finnian, ve su posición amenazada y se consume en la ira, Finnian se siente extrañamente atraído por Nayana, ajeno a que cada palabra halagadora, cada gesto calculado es un paso más en la implacable "Venganza de Alaia". ¿Logrará su sed de justicia consumirlo todo, o el precio de la venganza será demasiado alto?
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Capítulo 13
Nayana siguió al mayordomo por los opulentos pasillos del Ducado Seraphina, el silencio solo roto por el suave eco de sus pasos. Cada cuadro en la pared, cada tapiz, cada armadura en exhibición le recordaba el poder de la casa Seraphina, y la magnitud de la tarea que tenía por delante. Estaba a pocos metros del despacho de Finnian, cuando una figura emergió abruptamente de una alcoba lateral.
Era Cataleya, su rostro aún hinchado por las lágrimas, sus ojos enrojecidos brillando con una furia cruda y sin disimulo, llevaba las manos vendadas, un recordatorio visible de su arrebato y la indiferencia de Finnian. Se interpuso en el camino de Nayana, bloqueando el paso con una determinación casi salvaje, el mayordomo se detuvo, incómodo, pero Nayana se mantuvo serena.
- ¡Tú! - espetó Cataleya, su voz ronca y cargada de ira -. ¡¿Cómo te atreves a poner un pie en este ducado?! ¡¿Cómo te atreves a venir aquí, después de la forma en que me trataste?!
- Lady Cataleya - respondió Nayana con una voz suave, pero firme -, he sido invitada por el Duque Finnian, si tiene alguna queja, le sugiero que la dirija a él.
- ¡No te hagas la inocente! - siseó Cataleya, avanzando un paso -. ¡Sé lo que eres! ¡Una trepadora, una desvergonzada que se arrastra para conseguir lo que quiere! ¿Crees que Finnian se dejará engañar por tus aires de nobleza y tus negocios de pacotilla? ¡Él sabe quién eres! ¡Él me cree a mí! Lo más importante él me ama a mí, y no permitiré que una cualquiera venga arrebatarme lo que es mío.
- El Duque es un hombre inteligente, Lady Cataleya, sabrá distinguir lo que le conviene, si sale al mercador, a la plaza, escuchara que la gente piensa que usted es una trepadora, en cambio, si pregunta por mí, no escuchara ningún comentario malo. Así que, por favor no me compare con usted - el rostro de Cataleya se enrojeció aún más, y levantó sus manos vendadas como si fuera a abofetearla de nuevo, pero se contuvo, recordando la que sucedió la última vez.
- ¡No te atrevas a hablarme así en mi ducado! ¡Y me aseguraré de que Finnian te eche de aquí! ¡No permitiré que te acerques a él!
Justo en ese momento, la puerta del despacho de Finnian se abrió. Él apareció en el umbral, su expresión inescrutable mientras sus ojos se posaban primero en Cataleya, luego en Nayana, y finalmente en el mayordomo, quien parecía deseoso de desaparecer.
- Cataleya ya te he dicho que te comportes por favor – menciona Finnian al acercarse a ambas.
-Duque – Nayana hace una reverencia ante él.
- Lady Nayana, le pido una disculpa por el recibimiento que acaba de tener. Es una bienvenida desafortunada a mi ducado.
- No debe disculparse por el mal comportamiento de sus subordinados.
- ¿Qué acabas de decir? Subordinados, piensas que yo soy una empleada en este lugar… - cuestiona Cataleya molesta.
- Según se usted es la administradora del hogar del Duque. Si ese no es su cargo, le ruego que me rectifique de mi error – antes que Cataleya pueda contestar el Duque intervine.
- Cataleya, Lady Nayana es mi invitada, retirare de inmediato.
-No me puedes correr de esta manera por esta mujer.
-Lady Nayana por favor espéreme en mi despacho, volveré enseguida.
- Como desee Duque - respondió Nayana con una leve inclinación de cabeza, sus ojos esmeraldas brillando con una satisfacción apenas contenida.
Nayana sabía que cada segundo de humillación de Cataleya la acercaba un paso más a su objetivo. Se giró y siguió al mayordomo hacia el despacho de Finnian, dejando atrás la tensa confrontación, mientras ella se alejaba, el mayordomo le abrió la pesada puerta del despacho, que se cerró silenciosamente tras ella, ofreciéndole un instante de respiro.
En el pasillo, Finnian tomó a Cataleya firmemente por el brazo.
- Cataleya, ya basta, estás creando un espectáculo indigno.
-¡Pero Finnian! ¡No puedes dejarme así! ¡Ella me humilló, y ahora la invitas a tu ducado, a tu despacho! ¡Soy yo quien debería estar a tu lado! - se quejaba Cataleya, forcejeando débilmente.
Finnian la arrastró por el pasillo, lejos del despacho y de cualquier mirada curiosa, su paciencia se había agotado.
-Te comportas como una niña caprichosa, Cataleya. No es digno de la posición que te he otorgado. Reflexiona sobre tus acciones y, sobre todo, sobre el valor que le das a tu propia reputación y a la mía.
- Tú has acabado con mi reputación trayendo a esa mujer a nuestra casa después de lo que me hizo.
- No, tú sola estas destruyendo tu reputación, porque te has tomado libertades que no te corresponden, entiendo que aún no eres la Duquesa.
- Recuerda que, aunque el título de Duquesa no me ha sido entregado formalmente, siempre ha sido mío. Ni Liora merecía ostentarlo, aunque haya sido por unas horas, no olvides que yo conozco todos tus secretos.
- Pues si tanto deseas ese título, gánatelo, no porque compartimos la cama significa que ya eres Duquesa, si fuera tan fácil cualquier prostituta fuera parte de la nobleza, lo entiendes… - Cataleya molesta levanta su mano para darle una bofetada, pero Finnian la detiene -, no lo vuelvas a intentar, que la próxima vez no lo dejare pasar por alto.
- Tú me puedes insultar y yo tengo que aguantar.
- Si deseas puedes marcharte, no te detendré.
- Y convertirás a esa mujer en tu nuevo trofeo.
- No lo entiendes verdad, esa mujer como le dices no sería un simple trofeo, en lo poco que la he tratado, ha demostrado que vale más que tú. No nos interrumpas no quiero tener que lidiar contigo nuevamente.
Cataleya solo puede observar cómo Finnian se dirige al despacho, mientras que ella debe aguantar su enojo, antes de cometer otra locura decide marcharse a su habitación, por lo menos, ahí nadie la molestaría. Cuando Finnian regresaba encuentra a Nayana observando con atención un documento que estaba sobre su escritorio situación que lo intriga, está completamente absorta que no se había percatado de su llegada.
- Lady Nayana. Parece que encontró algo de interés - Nayana se sobresaltó ligeramente, volviéndose con una expresión de disculpa.
- Mis más sinceras disculpas, Duque – hace una reverencia -. No debería haber tomado la libertad de observar sus documentos. La curiosidad me dominó - Finnian se acercó al escritorio, su mirada yendo de Nayana a las cuentas.
- Las cuentas del ducado rara vez son un objeto de curiosidad para mis visitantes. ¿Y qué ha descubierto, Lady Nayana? ¿Algún secreto fiscal que desee compartir?
- No secretos, Duque, pero sí... algunas inconsistencias. Si me permite la audacia, estas cuentas parecen tener varios errores en los registros de ingresos de los últimos tres meses. El cálculo del excedente para inversión en infraestructura es considerablemente menor de lo que debería ser, según estas cifras. Parecen haber sido preparadas con demasiada prisa, o quizás, sin la debida diligencia.
Finnian se inclinó sobre el escritorio, sus ojos escudriñando las cifras que Nayana señalaba, su expresión, que antes era de intriga, se endureció con cada observación de ella. Esas eran las cuentas que Cataleya había estado manejando últimamente, y su indiferencia a las quejas de Cataleya había sido, en parte, por confiar en su capacidad administrativa, pero Nayana, en apenas unos minutos, había detectado lo que él había pasado por alto.
- ¿Errores, dice? ¿Tan evidentes como para que apenas en unos minutos los haya notado a primera vista?
- Son errores de cálculo y de registro, Duque. No se requiere ser un experto contable para identificarlos, solo atención al detalle. Es una lástima, ya que el ducado podría estar recibiendo más de lo que actualmente se está registrando, o gastando más de lo que se justifica.
El silencio se cernió sobre la habitación. Finnian miró las cuentas, luego a Nayana. Su mente calculadora ya estaba en marcha, procesando la información y la implicación de la perspicacia de esta mujer. La “curiosidad” de Nayana no solo había sido una audacia, sino una demostración innegable de su valor.