El Mago Que Quemó Todo

Después de escapar de la mansión encantada, Cedric y sus amigos, Freya, Tehron, Magnus, Evangeline y Caspian, se reunieron en la casa del mago junto a Sofia y Elena. Mientras la casa resonaba con el bullicio de sus voces, Sofia preparaba el caldero.

Cedric, sosteniendo a Lysander en sus brazos, se sumergió en la tensa espera, la identidad de la madre de su hijo. Sin embargo, la voz de Elena interrumpía constantemente sus pensamientos.

— Cedric, ¿no pudiste haber sido más cuidadoso? Pero ¿Como podrías serlo? Nunca has medido las consecuencias —regañaba Elena, su tono cargado de enojo y poca tolerancia.

Cedric, aunque afectado por sus palabras, se sintió aliviado al ver que Elena se encontraba bien.

La conversación se tornaba diferente con el grupo de amigos de Cedric, Evangeline les contaba con la moral baja sobre la batalla contra los magos negros.

— Hemos tenido algunos avances. Logramos atrapar a varios magos negros vinculados a la mansión. Sin embargo, prefirieron quitarse la vida antes de revelar información relevante.

La noticia dejó un silencio sombrío en la habitación. La lucha contra los magos negros estaba lejos de ser sencilla.

Mientras Sofia continuaba con los preparativos del conjuro, Cedric, con la mente inmersa en la incertidumbre que los rodeaba, se preguntaba qué secretos más podrían surgir cuando el conjuro se completara. La búsqueda de la verdad estaba en marcha, y el grupo aguardaba con expectación, tratando de cambiar el tema a otra conversación.

Mientras esperaban el resultado del conjuro, Freya y sus amigos se enfrascaron en una conversación sobre los magos negros y la amenaza que representaban. Theron, con su habitual tacto infantil, aportó su propia perspectiva.

— Oye, Cedric, una vez encuentren a la madre de Lysander, podrás volver conmigo en nuestras aventuras, ¿verdad? —dijo Theron con una sonrisa traviesa.

Cedric, jugando junto a la ligereza del comentario, asintió.

— Claro, Theron. Mis días de pañales y biberones estan pronto de acabar.

Aunque Cedric seguía el juego de Theron, sus pensamientos se desviaron hacia Lysander, que yacía en sus brazos. No podía negar que, a pesar de las circunstancias difíciles, se había encariñado con el pequeño en esos pocos días.

La mirada de Theron se encontró con la de Cedric, y en ese instante, el mago notó algo más allá de la risa superficial. En los ojos de Theron, vio que él esperaba respuestas.

Mientras la conversación flotaba en la habitación, Elena, al escuchar la sugerencia de Theron sobre la posibilidad de que Cedric se deshiciera de Lysander, no pudo contener su indignación. Sin mediar palabras, le dio un golpe en la nuca al mago, expresando su desaprobación de manera contundente.

— ¡Ay, Elena! —exclamó Cedric, llevándose la mano a la nuca mientras lanzaba una mirada de disculpa. — Lo siento, pero no veo otra opción. Sabes que mi deber como mago es ayudar con la batalla.

Freya intentó intervenir.

—Guarden silencio — intervino Sofía, cuando el caldero, envuelto en humo verde, emanó una atmósfera mágica.

De repente, una ilusión emergió del humo, mostrando a Cedric tomando la mano de una hermosa mujer. Su cabello rojo como el fuego, pecas adornando su rostro, y una figura grácil que resonaba en la memoria de Cedric.

— ¡Vaya, Cedric, tienes buen gusto! ¿Quién será esa afortunada? —bromeó Magnus, provocando risas en algunos y un ligero rubor en otros.

Cedric, aunque apreciaba el intento de sus amigos de aliviar la tensión, sintió que su corazón se encogía mientras observaba la ilusión. En lo más profundo de su ser, reconocía a la mujer retratada en el humo verde: Lyra Emberforge, una de sus aventuras.

La habitación se llenó de susurros mientras los amigos debatían sobre la identidad de la mujer en la ilusión. Cedric, sin embargo, se sumió en la nostalgia y en la realidad de sus propios recuerdos. El pasado se manifestaba de una manera que no esperaba, y en el corazón del mago, la presencia de Lyra despertó emociones que creía haber dejado atrás.

En el vaivén de los recuerdos, Cedric se sumergió en el pasado, reviviendo la noche en que conoció a Lyra Emberforge. Era una noche como cualquier otra, marcada por risas y la embriaguez que llenaba la taberna. Cedric, con la euforia de la borrachera, se encaminó hacia la puerta, decidido a pasar la noche con la primera chica que encontrara.

— ¡Cedric, amigo! ¿A dónde crees que vas tan apresurado? —le gritó Magnus desde su mesa, provocando risas entre los presentes.

— A conquistar la noche, por supuesto —respondió Cedric con una sonrisa desafiante.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de seguir con su conquista, la puerta de la taberna se abrió, y una figura entró, eclipsando a todas las demás. Lyra, con su cabellera rojiza oculta bajo una capa, capturó la atención de Cedric en un instante. Fue como si el bullicio de la taberna se desvaneciera y solo existiera ella.

— ¡Vaya, vaya! —exclamó Therion, golpeando el hombro de Cedric. — Parece que has encontrado algo más interesante que tu próxima conquista.

Cedric, sin despegar los ojos de Lyra, simplemente asintió y se dirigió hacia ella. La enigmática mujer no parecía interesada en las atenciones románticas.

— ¿Estás aquí para una noche de diversión, encanto? —preguntó Cedric, deslizando una sonrisa seductora.

Lyra, con un gesto serio, respondió:

— No tengo tiempo para conquistas. Estoy en busca de aventureros, ladrones han secuestrado a mi padre.

El cambio de tono en la conversación sorprendió a Cedric, pero también despertó su interés y deseo de impresionar a la enigmática mujer.

— Puedo ayudarte. Soy un aventurero de corazón, después de todo —declaró Cedric, ofreciéndole su ayuda.

Aquella noche, con el simple avistamiento de Lyra en la taberna, marcó el comienzo de una historia que Cedric jamás olvidaría. Algo que Cedric había olvidado, algo que solo pudo recordar con la visión del caldero.