El asesino de Flor de Loto.

El asesino salió de su empresa y el chófer le llevó a su departamento. Su mente era una convulsión de pensamientos pero su rostro denotaba tranquilidad. Necesitaba cumplir con un trabajo inconcluso antes de marchar a ser el excelente hijo que ayudaba a su padre en sus negocios. Llegó a su casa y se bañó. 

Entrar al departamento de Flor de Loto no le era difícil. Tenía la llave. Su vieja nana, la única que le había amado en la vida además de su madre, vivía allí. 

Él mismo le compró ese departamento cuando su padre la despidió y la pobre mujer tuvo que refugiarse en una casa ruinosa y desagradable. Recordó juntar moneda tras moneda, vender las cosas de valor que él tenía para lograr la suma para la primera entrega. 

En el departamento un día al salir vió por primera vez a Flor de Loto. Y su hermosura lo cautivó. Pero verla después en el night club donde bailaba y ver los hombres que iban a visitarla, saber de su historia por el síndico del edificio, la convirtió desde ese día en otro de sus objetivos.

 Francisca, su nodriza, casi no se movía por la artritis, muchas veces ni siquiera lo reconocía. Pero esperaba su visita o la visita de su amiga Lola,en la que él se convertía algunas veces. 

El le atendía casi a  diario con todo lo que necesitaba, podía contratar a alguien para cuidarla  ahora que estaba anciana. 

Pero prefería hacerlo.Muchas veces, cuando era Lola, la bañaba con cariño. Incluso, en ocasiones, se excitaba viendo el cuerpo delgado y destruido de la anciana desnuda.

 Pero nunca, jamás, le haría daño. El día que ella sufra demasiado el mismo le dormiría para siempre con una inyección en sus venas. 

Estaba vistiéndose para salir y recordó algo importante. Y se recriminó en voz alta como siempre lo hacía:

 - ¡Niño estúpido, niño idiota, crece de una vez!- se dijo. 

Tenía en su celular las cámaras del edificio. 

Y las prendió. Entonces se dió cuenta que lo acechaban. Habían convertido a Flor de Loto en una presa para cazarlo. Pensó un poco y se afeitó con pulcritud. Luego se maquilló perfectamente e investigó en su placard que ropa de su madre podría ponerse hoy. Se llenó del perfume de su mamá y eso casi lo hizo llorar. 

– ¡Cállate niño llorón. Estúpido niño! Y se golpeó una de sus manos con odio. 

Apenas terminó de vestirse se miró al espejo. Una linda mujer rubia lo miraba y el ensayo su sonrisa : 

- Hola Lola - le dijo a su imagen. Completó su atuendo con una pañoleta que le cubría un poco el cabello , unas gafas de lectura, una biblia y un rosario. 

Decidió no salir con su coche. A pesar de que había borrado la memoria de la cámara del frente del edificio, podrían pedir el archivo de la máquina de tiempo antes, y su carro aparecería. 

Tomó un taxi y cuando bajó sonrió encantadoramente a los guardias.  

Un cura estaba entrando con él y subieron juntos al ascensor. El cura joven también le sonrió después de ver su biblia y su rosario. Se bajó en el piso de Flor de Loto. Y el desde la esquina del corredor vió que tocó su puerta. 

¿Era posible que esa ramera se acueste con un cura? Tenía que matarla se dijo. Debía terminar con esa perra como terminó con tantas otras. Y ahora lo haría a lo grande, con sangre y sufrimiento. Quería destruirla completamente. Quería destruir a todas las zorras del mundo. 

– Eres un estúpido niño - se recriminaba en un susurro mientras escondido bajo las cortinas del corredor esperaba que el sacrílego cura saliese–¿cómo diablos la dejaste viva?. ¡Es que aún no aprendes a descogotar a una estúpida gallina! - seguía recriminandose. 

Quizá debería matarlo también a él- pensó.

Pero no esperó mucho tiempo. Flor de loto salió con un vestido gris que nunca había visto. Junto a ella el cura. 

Le escuchó claramente decirle :

– Le acompañaré a la puerta padre.-

Y los dos salieron. 

Entonces caminó hasta la puerta del departamento de Flor. Tenía la llave. Lo abrió y vió muchas diferencias desde la puerta misma. No quiso entrar. El perfume de su madre era muy intenso. No quería que ella lo sienta al regresar. 

Tenía que entrar limpio y sin ningún perfume. Y como él, no como Lola. Quería que ella le mire la cara cuando la mate. 

Flor de Loto loto parecía querer reformarse. Había sacado los cuadros obscenos de su departamento. 

–Muy tarde niñita. Lo lamento por ti. Tú muerte está cercana - se dijo. 

No pudo cerrar la puerta porque sintió el ruido del ascensor y solo entró raudo al departamento de Francisca.

– Hola Fran.- le dijo. 

– Hola Lola - le respondió la anciana desde su silla de ruedas. Hace mucho tiempo que no te veía. –

– Vine a verte. Te extraño mucho. –

– Tienes el perfume de Lucia Elizabeth .No debes usar el perfume de mí patrona. ¿Entiendes? Ya te lo dije tantas veces. 

– Perdona Fran. La señora Lucia Elizabeth me lo regaló antes de morir. –

– Eso no es verdad! ¡Mí patrona no ha muerto! No sé dónde le llevó el marido, pero no ha muerto. -

– Claro querida. Ella está viva y cuida a su niñito todos los días. Ven. Vamos a bañarte y darte una rica papilla. Vamos amor– le decía él con cariño.

La desvistió con ternura y le llevó a la  bañera. La vió tan delgada, casi esquelética, hundida en el agua tibia,  la ternura y el deseo le volvió a embargar. 

–Tienes que dejarla ir– pensó. Podía hacerlo ahora mismo, en el agua. Quizás solo se sacudirla un poco. 

– Te amo mucho Fran– le dijo mientras pasaba por su cuerpo la esponja. 

– Yo también Lola. Te quiero. Siempre te quise desde bebé. Aunque me gustas más como muchacho mí niñito - dijo ella. 

– Lo sé Fran.Lo sé, amor mío. El agua está tibia verdad? – dijo con ternura. No podía escapar de una verdad aterradora para muchos, pero normal para él: él amaba a su madre y a Francisca con amor de hijo y amor de hombre. Y no sentía ningúna molestia mental por esos sentimientos.