La banda del sur, un grupo criminal que somete a los habitantes de una región abandonada por el estado, hace de las suyas creyéndose los amos de este mundo.
sin embargo, ¡aparecieron un grupo de militares intentando liberar estas tierras! Desafiando la autoridad de la banda del sur comenzando una dualidad.
Máximo un chico común y normal, queda atrapado en medio de estas dos organizaciones, cayendo victima de la guerra por el control territorial. el deberá escoger con cuidado cada decisión que tome.
¿como Maximo resolverá su situación, podrá sobrevivir?
en este mundo, quien tome el poder controlara las vidas de los demás. Máximo es uno entre cien de los que intenta mejorar su vida, se vale usar todo tipo de estrategias para tener poder en este mundo.
NovelToon tiene autorización de Bryan x khop para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
parte 2.
La tensión se volvió insoportable cuando Jasper pronunció un nombre que no había sido mencionado en años, un nombre que todavía tenía el poder de helar la sangre, incluso entre los más imponentes comandantes presentes:
—Bastian.
El silencio en la sala se rompió como un cristal al caer, y las miradas se cruzaron con una mezcla de incredulidad y temor, como si el aire mismo hubiera pesado más. Bastian. El hombre que una vez había sido el brazo derecho de Jasper, el estratega brillante y líder formidable que había sido clave en la construcción del dominio de los Demonios del Páramo. Y también el traidor. El hombre que había desaparecido en la niebla con una decena de hombres leales, llevándose consigo secretos que podrían destruir todo lo que habían edificado.
Miguel fue el primero en reaccionar, su rostro retorcido por la rabia contenida, la voz grave y tensa, como si cada palabra le costara:
—Es imposible. Bastian está muerto. Lo vimos caer en la batalla de las Cumbres Sombrías.
Jasper clavó su mirada en Miguel, tan fría y firme como el acero al amanecer. No hubo necesidad de palabras; su solo gesto desbordó el aire de una amenaza implícita.
—¿De verdad lo viste caer, Miguel? ¿O simplemente asumiste que nadie podría sobrevivir a ese infierno?
El cuestionamiento flotó en la sala, cargado de un desdén tan gélido que hizo que Miguel apretara los dientes.
Leonardo, siempre meticuloso y calculador, frunció el ceño mientras analizaba la situación, cada músculo de su rostro en tensión, como si estuviera calculando los pasos en un juego peligroso.
—Si Bastian está vivo y ha reunido a los que lo siguieron, entonces no es un simple traidor. Es un enemigo con el conocimiento suficiente para desmantelar todo lo que hemos construido.
Elestren, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, habló con un tono grave que se escuchó en cada rincón de la sala, como una sentencia inevitable:
—Bastian no solo conoce nuestras estrategias, sino que también sabe cómo pensamos. Si ha estado oculto todo este tiempo, ha tenido años para planificar su venganza.
En el lado opuesto de la sala, Raphael dejó escapar un suspiro pesado, como si las palabras le quemaran en la garganta, y murmuró, casi para sí mismo:
—Un fantasma que regresa de entre los muertos… ¿cómo luchas contra alguien que conoce cada uno de tus movimientos antes de que los hagas?
El murmullo resonó en el aire antes de que Jasper se levantara de su asiento. Su figura, alta y solemne, proyectaba una sombra que parecía engullir la luz de los candelabros, mientras la sala contenía la respiración. Los comandantes, de alguna manera, sabían que esto ya no era solo una conversación. Era una sentencia, un presagio de algo mucho más grande y más oscuro que lo que podían prever.
—No es un fantasma —declaró Jasper con firmeza, su voz cortante como el hielo—. Es un hombre, y como cualquier hombre, tiene debilidades. Pero si dejamos que el miedo nos gobierne, entonces ya nos ha vencido.
Su mirada recorrió a cada uno de los comandantes, no solo como un líder que habla, sino como un hombre que desea que cada palabra cale en lo más profundo de sus almas.
—Bastian fue una vez uno de nosotros, pero eligió caminar por otro camino. Ahora regresa como una tormenta que amenaza con arrasar todo a su paso. No podemos permitir que lo haga. Si él quiere una guerra, le daremos una guerra. Pero no será en nuestras tierras, no será en nuestros términos. Lo encontraremos antes de que él nos encuentre.
Elias, quien hasta ese momento había observado en silencio, inclinó la cabeza con una expresión de fría determinación. Su tono, sin embargo, era grave, como el de un hombre que ya ha tomado la decisión de entrar al campo de batalla sin dudar.
—Entonces, ¿cuál es el plan, Jasper?
La respuesta de Jasper fue inmediata. Su sonrisa no fue cálida, sino afilada, como el filo de una espada recién forjada, lista para cortar cualquier atisbo de duda que quedara en la sala.
—Reuniremos a nuestras fuerzas más leales y marcharemos hacia las Cumbres Sombrías. Si Bastian ha elegido ese lugar como su bastión, entonces iremos allí y arrancaremos de raíz cualquier esperanza que tenga de vencernos.
En el exterior, el viento aullaba con un furor inusitado, como si la misma naturaleza quisiera advertirles del peligro que se avecinaba. Pero dentro de la sala, todo era calma tensa. Los comandantes se alistaban para enfrentar a un enemigo que conocía cada una de sus debilidades, liderados por un hombre cuya voluntad parecía tan inquebrantable como las montañas que rodeaban su dominio.
Elias observó a los demás con una mirada fija, como si cada gesto, cada palabra que se intercambiaba, tuviera el peso de una sentencia. El aire denso de la sala parecía volverse más espeso con cada minuto que pasaba, cargado de una presión casi palpable. Aunque fuera, el clima se mantenía templado, dentro el frío emanaba de aquellos hombres con tal fuerza que el lugar se transformaba en un campo de guerra intelectual, donde cada estrategia, cada decisión, podía marcar el destino de lo que estaba por venir.
Y mientras dentro se discutían los planes, lejos, en algún lugar de las Cumbres Sombrías, Bastian observaba el horizonte cubierto de niebla. Sabía que la guerra que había esperado por tanto tiempo estaba a punto de comenzar. En su mente resonaban afirmaciones cargadas de anhelo - una vez conquiste Colonia... el señor prometió dejarme como su único amo... -.
—Los nuevos novatos han terminado el curso básico —dijo Elias, su voz firme cortando el aire como un filo de cuchillo.— La mayoría está lista para apoyarnos y avanzar en territorio enemigo.
El silencio que siguió se espesó, como si la atmósfera misma se estuviera conteniendo, esperando que algo rompiera ese frágil equilibrio. Miguel, el cuarto comandante, no pudo evitar una ligera inclinación de cabeza, sus ojos fijos en el rostro de los demás. El peso de la situación se colaba entre sus hombros, un recordatorio pesado y constante de lo que estaba por venir. La incertidumbre de la batalla se filtraba en cada rincón de su mente, como una niebla que no se disipaba.
—El enemigo está estableciendo bases y reforzando las cordilleras con campamentos listos para detener cualquier acción nuestra —informó Miguel, sus palabras resonando como un eco apagado, como si estuviera hablando desde una distancia insalvable. Su curiosidad por las reacciones de sus superiores era evidente en la tensión de su cuello, aunque su rango lo colocaba al frente, aún no entendía por completo el alcance de las decisiones que se estaban tomando.
Elestren, quien siempre parecía estar un paso adelante, rompió el silencio con una propuesta tan precisa como una pieza de ajedrez bien movida.
—Propongo una táctica para atacar sus posiciones, custodiar sus bases y evitar que las reconquisten. Para eso, necesitamos asignar a los novatos en cada base que tomemos —dijo con la calma de alguien que ha visto suficientes batallas como para saber que no hay tiempo para titubeos. Sus ojos recorrían a los presentes, midiendo sus reacciones, buscando la aprobación silenciosa de los veteranos.
Raphael, que hasta ese momento había permanecido en la penumbra del silencio, intervino de manera que todo el cuarto pareció detenerse.
—Casi todos los novatos están listos, pero hay uno que creo no está apto para utilizarlo todavía.
El cambio en el aire fue inmediato. Elias frunció el ceño, una leve chispa de interés encendió sus ojos al instante.
—Bien, ¿de quién se trata? —preguntó Elias, la gravedad de su voz buscando desentrañar lo que realmente estaba en juego.
Raphael no mostró titubeos, su rostro endurecido por la experiencia revelaba una falta de piedad.
—Se llama Maximo. No cumplió mis expectativas y siento que no está totalmente preparado.
Las palabras de Raphael golpearon el ambiente, como un martillo pesado, dejando una vibración que resonó en las paredes. Maximo, un nombre que había circulado muchas veces entre las filas, pero que ahora parecía tener un peso mucho más oscuro. Los ojos de Oliver se clavaron en Raphael, una chispa de sorpresa cruzando su rostro, seguida de una sombra de desconfianza.
—¡No debe ser para tanto! —exclamó Oliver, levantándose ligeramente de su asiento. Su voz temblaba con una urgencia contenida, como si cada palabra fuera un intento de evitar un destino irrevocable—. Seguro que aprenderá en el campo de batalla. Dejarlo por fuera no tendría sentido.
Oliver no podía creer lo que estaba escuchando. El joven que había prometido dar lo mejor de sí, que veía algo en Maximo que los demás no percibían, no podía soportar que fuera desechado con tanta facilidad. El sabor amargo de la frustración se acumulaba en su garganta.
Raphael, implacable como una roca, no cedió ni un ápice. Su tono se mantuvo frío, calculado.
—Lamentablemente, tendrá que quedarse en mi unidad mientras llegan más novatos para asignarles un mando. No estoy dispuesto a arriesgarlo todo por un novato que no ha demostrado nada.
Las palabras de Raphael caían con el peso de una sentencia inapelable, cada sílaba marcando la distancia entre lo que era posible y lo que ya no lo era. La tensión creció, palpable, envolviendo la sala en un silencio denso. Elias observaba sin intervenir, su mirada atenta, mientras la atmósfera se cargaba de una electricidad que presagiaba que las cosas no se resolverían sin un costo.