Isabella es la hija del Duque Lennox, educada por la realeza desde su niñez. Al cumplir la edad para casarse, es comprometida con el Duque Erik de Cork, un hombre que desconoce los sentimientos y el amor verdadero.
NovelToon tiene autorización de Lia para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 11 UN SITIO PROHIBIDO
Isabella no podía discernir cuáles eran los pensamientos del Duque de Cork. No comprendía sus acciones y las consecuencias que estas acarreaban.
Tal afrenta contra la realeza y el pueblo, dejaría en duda su lealtad, una cualidad que todos valoraban en él.
Con la audacia que la caracterizaba, le manifestó: "Duque de Cork, ¿acaso desconocéis que vuestras acciones pueden ser consideradas como un insulto al Rey, quien os ve como un hijo, y causar desilusión al pueblo, quien os ve como la esperanza?"
Erik sintió una punzada de molestia por sus palabras. Su mirada, siempre fría, se endureció. "Sois una mujer osada, señora Cork. ¿Desde cuándo refutáis mis decisiones? Al parecer, no os educaron tan bien como pensé. Y no pedí ser el hijo de nadie, ni tampoco ser la esperanza de nadie. ¿Por qué tendría yo que cargar con tan aburrida tarea?"
El duque, que estaba sentado frente a ella, se levantó con un movimiento brusco. Se acercó, posando sus manos en forma de puños sobre la silla en la que ella estaba sentada, acorralándola.
Isabella reconoció el hostigamiento en sus ojos. Al parecer, a este hombre no le importaba absolutamente nada.
El carruaje se detuvo abruptamente, y ella cayó sobre su pecho. Una voz exclamó desde afuera: "¡Mi señor, hemos llegado!" Isabella se incorporó rápidamente, el corazón desbocado.
Erik, con una sonrisa triunfante, bajó del carruaje.
Isabella, agotada, lo observó. Los días en el Ducado Lennox y en la realeza habían sido agitados, y ahora se había sumado una nueva preocupación: este hombre, que parecía tener varias personalidades. Por la mañana, la había tratado con decoro, y ahora, por la tarde, la trataba con desprecio, considerándola de manera sutil una entrometida.
El duque se alejó rápidamente, sin mirar atrás.
Isabella observó por las ventanas del carruaje y no pudo creer dónde estaban. Tomó con sus manos su vestido abultado y bajó con dificultad del carruaje para confirmar sus sospechas: estaban en las caballerizas, el lugar más alejado dentro del mismo palacio.
Aunque había visitado el castillo desde niña, este era uno de los lugares prohibidos para las mujeres.
Su corazón se agitó. En toda su vida, siempre había sido cuidadosa de las reglas, y su esposo la había hecho romper una de las principales.
Arrastró su vestido de novia, que ya se había embarrado con el fango de tierra de la caballeriza, y siguió los pasos del duque Erik, quien estaba montando la silla de su caballo. De pronto, se sintió observada y, al voltear, vio a más de un centenar de hombres. Estaban tan asombrados como ella.
Era la primera vez que una mujer osaba ingresar a un sitio que era solo para hombres, pero de sus bocas no salieron reproches. Aquella mujer venía vestida de novia, lo que indicaba que era la nueva Duquesa de Cork, quien había bajado del mismo carruaje que el duque.
La vergüenza de Isabella no podía ser mayor. Uno de los hombres, un veterano de guerra, pasó a su lado.
Se encontraba inmóvil y sin aliento. Al llegar cerca del duque, le dijo: "Mi Lord, todos esperamos vuestra orden de salida."
"¿Dónde está mi armadura, Joel?" preguntó Erik mientras amarraba la silla.
"¡Joaquín!" fue el llamado del Barón Joel. "Mi Señor, todo está listo. Solo os esperábamos."
La mirada de Joel se desviaba de vez en cuando para observar a Isabella, quien se sentía en el lugar equivocado, rodeada de hombres y con su vestido de novia embarrado. No sabía qué decir o qué hacer. Jamás se había encontrado en una situación tan bochornosa.
El joven Joaquín, un caballero de porte gallardo, llegó apurado, trayendo la armadura del duque. Se inclinó un poco para saludarlo y le entregó su indumentaria.
Erik, sin dudar, comenzó a desabrochar su ropa de gala. El acto de quitarse la ropa puso a Isabella más avergonzada de lo que ya estaba. Su rostro se tornó más rojo y desvió la mirada.
Ahora comprendía por qué no era un sitio de mujeres; era un lugar donde no existía el pudor masculino.
Erik, en su lugar, disfrutaba de la situación, gozando de verla avergonzada e incómoda.
El Barón Joel, incómodo e inconforme con la presencia de Isabella, le dijo a Erik: "Señor, este no es un sitio adecuado para las mujeres. ¿Qué hacemos con ella?" Isabella, con los ojos cerrados, escuchó las palabras del barón y apretó con sus manos su vestido. Su mente, agitada, ideó los peores infortunios.
"¡Tened cuidado con vuestras palabras, y vos no haréis nada!" Erik la observó, notando su miedo.
Continuó hablando: "Dejadla ser. Ella decidirá dónde desea estar y nadie se lo impedirá, ni mucho menos la tocará. Ya podéis abrir los ojos, mujer." Las últimas palabras fueron un respiro para Isabella.
De pronto, se escuchó el trote de caballos a lo lejos. Isabella no sabía qué estaba ocurriendo, así que, por instinto, avanzó y se colocó al lado de Erik. Cuando notó que el carruaje pertenecía al Rey, y que frente a él venían los caballeros de la guardia real junto con el Príncipe Miler, su corazón se detuvo.
Todos los hombres inclinaron sus cabezas. El carruaje no se había detenido por completo cuando sus puertas fueron abiertas bruscamente.
El Rey Evan bajó, su rostro un reflejo de su furia.
"¡Sinvergüenza! ¿Cómo osáis dejarnos plantados? ¿Dónde todos os esperan? ¿Y qué habéis hecho? Os habéis venido directo a las caballerizas para largaros. ¿Acaso no tomáis en serio a vuestra esposa y a vuestro Rey?"
El Rey, al ver a Isabella al lado de Erik y con su vestido embarrado, sintió que su ira se desvanecía. No podía creer que Erik se atreviera a tanto.
Los caballeros estaban como espectadores, sin la intención de inmiscuirse en los asuntos del Rey con el duque, pero la situación no dejaba de ser atractiva para sus ojos. El duque se había atrevido a dejar plantada a la nobleza en su propia boda.
El Rey Evan, aún en shock, le dijo a Erik: "¿Acaso teníais planeado viajar el día de vuestra boda? ¿Y qué hay de Isabella? ¿Qué hacéis aquí, en medio de estos hombres, con vuestro vestido de novia? ¡TODOS, DAD LA VUELTA!" Todos los caballeros se voltearon de inmediato, obedeciendo a su Rey, quien buscaba resguardar la dignidad de Isabella.
El duque Erik no dio atisbo de emoción alguna. "No todo siempre será como queréis, mi Rey. Deseabais con ansias casarme, y así lo hice. Pero jamás dije que aceptaría estar en una fiesta llena de pingüinos hipócritas, Su Majestad. Y en cuanto a Isabella, no la obligué a bajarse del carruaje; ella lo hizo por su propia voluntad.
Y en cuanto a los caballeros, son vuestra gente, mi señor," Erik subió su tono de voz, haciendo que todos lo escucharan. "Sabed que Isabella proviene del Ducado de Lennox, además de ser cercana al Rey... Y ahora, mi esposa, por capricho del Rey. No creo que sean osados de faltarle al respeto, y en caso de que suceda, yo mismo les cortaría sus cabezas." La caballería se puso en posición de firme ante sus palabras, y el sudor recorrió la frente de los caballeros. Sabían que no era buena idea tener al duque como enemigo.
Isabella ya no sabía qué pensar o qué hacer. Se sentía frustrada; todo se salía de control, y ahora se encontraba en medio de la riña entre el Rey y Erik.
...^^Autora^^...
...Gracias por el apoyo de sus 👍...