Nelly es una elfa a quien el destino le ha jugado una mala pasada, siendo engañada por su hermana, ella se ve envuelta en una situación tensa. ah pasado la noche en la habitación de un hombre al que no conoce. Al perder su honor es exiliada de su familia. Cuatro años después regresa por trabajo acompañada de un pequeño niño, y siendo acosada por un hombre que solo quiere pagar una deuda, por petición de su abuela... Ellos no sabían que sus destinos ya habían sido marcados por el lazo de un Después.
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momentos
El parloteo alegre de Elío y el sonido de los juguetes nuevos llenaban la sala. Era un sonido reconfortante, y una pequeña burbuja de normalidad que agradecía. Ver al niño tan feliz, ajeno a las complejidades del mundo elfo, me hacía sentir… complacido.
Me levanté sigilosamente, dejando a Elío absorto en su nueva aventura entre plásticos y colores, y me dirigí hacia la cocina.
Me acerqué a Nelly, que estaba concentrada en preparar el desayuno. Sin darse cuenta, mi presencia la sobresaltó. Se giró bruscamente, con una mano en el pecho.
—Lo siento— dije, con una sonrisa leve. —Solo quería ver en qué te podía ayudar, huele muy bien—
Ella me miró por un instante que se sintió más largo de lo normal. Sus ojos escrutaban mi rostro, buscando algo, quizás una explicación a mi presencia.
—¿Acaso sabes cocinar?— preguntó, con una ceja arqueada, y con un toque de incredulidad en su voz.
Le ofrecí una sonrisa más amplia. —Claro que sé cocinar— respondí.
—No creí que un hombre como tú se tomara esas molestias— dijo Nelly, con su tono suavizándose un poco, pero aún con esa chispa de desafío. —Tienes muchos sirvientes a tu lado que lo pueden hacer por ti—
—Sí, pero a mí me gusta hacerlo a mí mismo de vez en cuando— repliqué, acercándome un poco más a la encimera. Sentía su mirada fija en mí, y una sonrisa pícara se dibujó en mi rostro. —Se te van a quemar el desayuno— comenté, señalando la estufa.
Ella se sobresaltó de nuevo, esta vez con una pizca de pánico, se apresuró a tomar la espátula y voltear los panqueques que estaban en la sartén.
—Ves lo que me haces hacer— dijo, con una risa contenida. —Ahora, como castigo, por favor lava los platos que están ahí sucios— Señaló con la cuchara que aún sostenía.
Observé los platos apilados en el fregadero, luego la miré a ella. Alzé una ceja, y riendo, me subí las mangas de la camisa.
Ella creía que no lo haría, pero lo haría.
Me dirigí al lavadero y comencé a lavar los platos bajo su atenta mirada. El agua caliente, el jabón, y el sonido de la vajilla chocando… era un trabajo sencillo, pero extrañamente satisfactorio.
En ese momento, Elío irrumpió en la cocina, sus ojos brillaron de emoción al vernos a ambos allí.
—Mamá, ¿ya está el desayuno?— preguntó, corriendo hacia mí. —Skailer y yo tenemos mucha hambre, ¿verdad, Skailer?—
Enjuagando mis manos, le seguí la corriente. —¡Claro que sí, campeón!— respondí.
Nelly, con la cuchara aún en mano, nos dijo que el desayuno ya estaba casi listo. Me pasó unos platos y a Elío una pequeña bandeja con pan. —Llévenlo a la mesa, y quédense ahí— ordenó, con su voz ahora más suave, y más maternal.
Eso hicimos.
Fuimos a la mesa y nos sentamos. Le ayudé a Elío a colocarse la servilleta, y él sonreía con orgullo. Poco después, Nelly apareció con un plato lleno de panqueques dorados y un sartén con huevos y tocinos humeantes. Nos sirvió una porción generosa a cada uno.
—Mamá, esto se ve muy rico— dijo Elío, con sus ojos fijos en la comida. —¡Te van a gustar mucho, Skailer! Mi mamá es la mejor cocinera del mundo— Nelly rio ante el elogio de su hijo.
Este momento, aquí, con el olor a comida casera y la risa de Elío y la sonrisa de Nelly era tan agradable que me hacía no querer estar en ningún otro lugar.
—De eso no me queda duda alguna, pequeño— le dije, mirándolo, y luego mi mirada se posó en su madre...
POV NELLY
El sol de la mañana entraba por la ventana de la cocina, iluminando la pequeña mesa donde Elío devoraba sus panqueques con el entusiasmo que solo un niño puede tener. Verlo tan feliz, contándome con pelos y señales todas las "aventuras" que había vivido en el jardín, era música para mis oídos. Y Skailer, sentado a su lado, escuchaba con una paciencia que me sorprendía gratamente. No sé, hay algo en él que… calma.
Después de desayunar, Elío no tardó en proponer la siguiente aventura: el parque.
Insistió tanto, con esos ojitos suplicantes, que no me quedó más remedio que ceder.
—Skailer, si tienes que irte tienes toda la libertad del mundo, eres un hombre muy ocupado y no quiero retenerte mas—
—Claro que no, no tengo nada más importante que hacer—
Él no se quiso ir y Elío tampoco lo permitió.
¡El niño tiene carácter, eso es seguro!
Nos preparamos y salimos los tres. Elío, con esa energía desbordante que solo los niños poseen, nos tomó de la mano a ambos, uno a cada lado.
Sentí una felicidad pura emanando de él, una alegría que rara vez le había visto. Era contagiosa.
Al llegar al parque, me senté en una de las bancas, observando el bullicio. Elío, sin perder un segundo, arrastró a Skailer hacia los columpios. —¡Empújame, Skailer! ¡Más alto!— gritaba.
Saqué mi libreta de dibujo, buscando capturar esa escena tan idílica. El sol, los árboles, la risa de mi hijo… todo era inspiración.
Mientras dibujaba, noté a dos mujeres sentadas en otra banca cercana. Sus voces, un poco más altas de lo normal, llegaron hasta mí.
—Míralo, qué guapo es ese hombre— dijo una. —Qué suerte tiene la mujer que esté con él—
—Ni me digas— respondió la otra. —Y el niño, ¡qué atractivo también! Se parecen un montón—
Fruncí el ceño, un poco molesta por la indiscreción, pero al mismo tiempo, levanté la mirada hacia Skailer y Elío. Y entonces lo vi. Las mujeres tenían razón. El parecido entre ellos era increíble. Skailer, con su porte y esa sonrisa que a veces se le escapaba, y Elío, con esa vitalidad y sus ojos… sí, eran apuestos.
Muy apuestos.
Las mujeres siguieron con su charla, pero yo ya no las escuchaba. Me quedé embelesada, observando a Skailer. No sé por qué, pero me quedé mirándolo fijamente, perdida en mis pensamientos. De repente, él levantó la vista y me pilló mirándolo.
Sentí un calor subir por mis mejillas, las cuales se encendieron de vergüenza.
¡Qué ridícula!
Él se recompuso, con una leve sonrisa asomada en sus labios, y empezó a caminar en mi dirección.
Escuché a las mujeres suspirar de nuevo: —Ahí viene— Rápidamente, cambié la hoja de mi libreta, ocultando el dibujo.
No entendía muy bien lo que me estaba pasando. Pero una cosa estaba clara: ese hombre me atraía mucho. Era… irresistible.
La forma en que me miraba, y la forma en que Elío reaccionaba a su presencia… todo se sentía tan… bien...
porque si no es como yo lo pienso o me lo imagino y de verdad Skailer cayo en la trampa y le dio la casa y la tarjeta confiando en que Elena hará lo que el dice sería idiota y un ingenuo
y esa será la prueba que ellas necesitan para su mentira
pd: espero que no la encuentren