*Hola debido a unos errores, los capítulos borrafos de la historia no se eliminan pero si quieren leer la historia pueden empezar desde donde dice "|1|" Gracias por el apoyo *
Katherine, una universitaria tranquila, se ve envuelta en una apasionada relación con Areu, un misterioso joven italiano con un carácter fuerte. Tras una noche intensa, sus vidas se entrelazan, pero Areu guarda oscuros secretos que podrían destruir lo que están comenzando a construir. Mientras la atracción entre ellos crece, él lucha por protegerla sin revelar su peligrosa verdad. ¿Podrá Katherine enamorarse de alguien cuya vida está llena de sombras?
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...[Dudas]...
Desperté envuelta en el calor de su cuerpo, con su respiración tranquila rozando la curva de mi cuello. La luz suave de la mañana se colaba por los enormes ventanales del penthouse, bañando la habitación en tonos dorados. Por un momento, no quise moverme. No quise que ese instante se rompiera.
Areu tenía un brazo alrededor de mi cintura, su mano descansando sobre mi piel como si fuera lo más natural del mundo. Y para mi sorpresa, lo sentía así. Natural. Casi como si hubiera pertenecido allí desde siempre.
Pero no era así.
Cerré los ojos por un instante, intentando poner en orden mis pensamientos. Lo de anoche había sido intenso, más de lo que había esperado. No solo por lo físico—aunque eso había sido, sin duda, increíble—sino por lo que sentía ahora. ¿Cómo podía alguien afectar tanto en tan poco tiempo? ¿Por qué su cercanía me hacía sentir segura, y a la vez, un poco al borde del abismo?
Me giré con cuidado para mirarlo. Su rostro relajado parecía más joven, menos serio que cuando estábamos despiertos. Sus cejas oscuras, su mandíbula definida, ese ligero fruncido en el entrecejo, como si incluso en sueños hubiera algo que lo inquietara.
Había un misterio en él que me atraía tanto como me desconcertaba. A veces parecía que estaba completamente presente conmigo, y otras, su mente se deslizaba hacia lugares donde yo no podía alcanzarlo.
Decidí levantarme sin despertarlo. Caminé hasta la enorme ventana, donde la ciudad se extendía abajo como un mar de concreto y luces apagadas. Me puse su camisa, que descansaba en el suelo, el aroma de su perfume mezclado con el mío envolviéndome.
Mientras sostenía una taza de café en la cocina, repasé los momentos que habíamos compartido. Cada conversación, cada sonrisa, cada silencio cargado de algo más profundo. Areu era un enigma. Un hombre seguro de sí mismo, con una mirada que parecía esconder mundos enteros. Y, aunque no quería admitirlo, había algo en él que me hacía preguntarme quién era realmente.
No eran cosas evidentes. Eran detalles. La forma en que siempre parecía atento a su entorno, como si esperara algo. Las llamadas que a veces recibía y que respondía en un tono bajo, cortante, en italiano, - porque si Areu es italiano me sorprendí mucho debido a su acento neutral pero me comento que fue algo que perfeccionó con el tiempo-. O su forma de cambiar de tema cuando le preguntaba sobre su vida antes de conocernos.
Me giré para verlo otra vez. Ahora estaba despierto, apoyado en la cama, mirándome con esa intensidad que hacía que mi corazón se acelerara.
—Buenos días, —dijo, su voz ronca por el sueño.
—Buenos días, —respondí, con una sonrisa que no pude evitar.
Se levantó y caminó hacia mí, sin molestarse en buscar algo para cubrirse. Su confianza era desarmante. Rodeó mi cintura con sus brazos, apoyando la frente en mi hombro.
—¿En qué piensas? —preguntó en un susurro.
Me mordí el labio, dudando si decirle la verdad.
—En ti, —admití. Y en lo poco que sé de ti, en realidad.
Lo sentí tensarse ligeramente, apenas un segundo, pero lo suficiente para que lo notara. Luego se relajó y me besó el cuello, su forma de desviar la conversación.
—No hay mucho que contar, —dijo, pero su voz tenía ese matiz que me decía que sí había más. Mucho más.
Decidí no insistir. No todavía.
—¿Tienes planes para hoy? —pregunté, buscando su mirada.
—Solo uno, —dijo, inclinándose para besarme. Pasar el día contigo.
Y así lo hicimos. O al menos intentamos.
Pasamos la mañana entre risas y caricias, pero había una sombra invisible en la habitación, algo que ninguno de los dos mencionaba. Areu recibió un par de mensajes que leyó con el ceño fruncido, respondiendo rápido y dejando el teléfono boca abajo, como si quisiera que desapareciera.
Pero no desaparecía.
Cuando finalmente me estaba vistiendo para irme, él se acercó y me detuvo, su mano en mi muñeca.
—¿Te quedarías otra noche? —preguntó, su voz más suave de lo habitual.
Lo miré, sintiendo esa lucha interna en sus ojos, una que no entendía del todo.
Asentí.
—Sí.
Y en su sonrisa encontré algo más que alivio. Encontré una promesa silenciosa, aunque no sabía de qué.
Lo único que sabía era que estaba cayendo, sin frenos, hacia algo que no podía controlar. Y tal vez, solo tal vez, eso era lo que más me asustaba.