Adrían lo tenía todo lo que un muchacho de 19 años pudiera tener, belleza, protección y un futuro prometedor. Pero, sus hermanos lo traicionaron revelando que es gay a sus padres, sin contemplación lo expulsaron de la casa. No esperaban,sin embargo, que todo rastro de él desaparecería, como si nunca hubiera existido, sintiendo la culpa aplastarlos.
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Traición y compasión
Una pobre y anciana mujer lo vio golpeado y llorando y se compadeció de él, así que acercó hasta donde estaba el joven.
—Buen día muchacho, no conviene que estés afuera, veo que estás muy herido —dijo con amabilidad la anciana.
—Buen día, le agradezco con todo el corazón señora, realmente no tengo a dónde ir, con su voz cargada de una profunda melancolía.
—Ven conmigo te daré aunque sea un cocido con leche (es como un té hecho de una planta ), soy una mujer pobre y no tengo mucho que ofrecer.
Adrián se incorporó lentamente, lanzando un quejido de dolor; la anciana con su figura encorvada y pasos lentos, fueron avanzando dando pasos lentos hacia la casa donde vivía.
Llegaron a una casa muy sencilla, su techo estaba cubierto por tejas enmohecidas y algunas de ellas rotas por el paso del tiempo, la anciana giró a su derecha, movió una roca y debajo estaba la llave, que metió en la cerradura y abrió la puerta produciendo un chirrido desagradable, al entrar Adrián observó unos recipientes de plásticos y otros de aluminio que recogían el agua de lluvia que se filtraban por el viejo techo.
—Siéntate como si fuera tu casa, espetó la anciana con esa voz característica que tienen las ancianas dulces y solitarias
—Gracias, usted es muy amable, a pesar de que soy un desconocido, es la única que me ha dado auxilio, expresó mas para si mismo que para la anciana, ensimismado por el dolor, mas que el físico, el emocional por haber perdido sus vínculos familiares.
La anciana, encorvada, como si el mismo paso del tiempo sostuviera su espalda, se movía lentamente, pero con seguridad, reuniendo los elementos para crear un desayuno, luego cuando terminó con su labor pidió al joven que le alcance una tasa de lata cuyo color se había desgastado por el tiempo, las flores que alguna vez adornaron su parte externa, ahora parecían como manchas abstractas de alguna obra de arte vanguardista.
Le sirvió, el cocido y él lo tomó con ambas manos, para sentir el calor que emanaba del mismo, pues tiritaba de frio y tenía mucha hambre, pues pasó la noche sin dormir y con todo tipo de incomodidades, incluyendo la paliza que recibió.
Ya no lloraba, se cansó, no tenía más fuerzas, todo se mundo se había derrumbado y no tenía manera de recuperarlo, solo sobrevivía, no sentía nada.
La anciana le ofreció, ropa que era de su finado marido, la misma estaba cuidadosamente doblada y con olor a jabón de coco.
—Necesitas descansar hijo mío, le dijo mientras se disponía a abrir la puerta de una pequeña habitación, señalándole la cama, te dejé también toallas para que te seques y no te agarre una gripe.
El simplemente la siguió como si una parte de si mismo no estuviera ahí, algo se había roto en su interior, ahora solo necesitaba sobrevivir y en el mundo solo una anciana era su frágil apoyo, en este mundo cruel.
Se arrojó a la cama y la oscuridad nubló su conciencia y entendimiento, durmió por doce horas seguidas, la anciana se puso ansiosa, temía que el joven no pudiera despertar más.
Él se despertó, giró su rostro y vio a la anciana, con los ojos cerrados, dormitando, en las manos de ella un papel amarillento por el paso del tiempo, subrayado el texto de cómo el buen samaritano curó las heridas de un hombre moribundo, comprendió que en este caso era él hombre golpeado y entendió la motivación de la extraña, era una mujer con creencias que se manifiesta en lo concreto.
Tocó suavemente el hombro de la anciana y ella se asustó, al despertar bruscamente del sueño.
—Disculpé, dijo el muchacho con una voz suave, ni siquiera te pregunté tu nombre, no suelo ser un maleducado, expresando cierta vergüenza.
— No se preocupe, he visto tu estado y no creo que estés en condiciones de ser amable, recé por ti, realmente me llegaste a preocupar, dijo la anciana con voz dulce.
Se incorporó lentamente y salió al exterior. El día afuera estaba despejado, un sol radiante brillante asomaba en el horizonte, entre los cerros de tres puntas que se encontraba exactamente al este, no se había dado cuenta de lo lejos que caminó, estaba tan absorto en su dolor, que simplemente se movía, no dimensionó la distancia que recorrió.
La casa se encontraba rodeada de flores de diferentes colores y los coliflores se movían de flor en flor para alimentarse del néctar de las mismas, la lluvia que cayó hizo que todo el campo bullera la vida, frágiles flores de color blanco y centro amarillo aparecían espontáneamente, las gallinas estiraban su ala para recibir la calidez de la luz solar y las vacas se movían inquietas en el corral, deseando ser libres para pastar en el amplio campo de la señora, pero aún debían ser ordeñadas y la anciana se tardaba para completar esa labor.
Adrián vio, que, como consecuencia del temporal, las hojas marchitas cubrieron el patio, así que pidió a la señora que le preste su escoba y comenzó a limpiar, cuando terminó su labor, se ocupó de ordenar y limpiar la casa con el beneplácito de la anciana, él necesitaba ocupar su mente, no podía aguantar su realidad, no aún, lo perdió todo, pensaba para si mismo que si ese día moría el mundo no se enteraría.
Mientras tanto, en la mansión, mientras el padre salía a hacer gestiones, los tres hermanos organizaron una gran fiesta, con cervezas y asados para celebrar haberse desecho del hermano, hubo tortas e incluso un dibujo del hermano abandonando la casa en medio de la lluvia.
— Brindo por mi hermanito, que ahora sabrá lo que significa trabajar para sobrevivir, por fin libre, ahora solo nos queda ser felices, dijo en tono burlon.
Los tres hermanos, alzaron las copas en señal de aprobación, aunque el hermano menor, parecía comenzar a preocuparse, tal vez a él en el futuro le harían lo mismo, pero por ahora seguiría el juego.
Los días pasaron, eventualmente las fiestas se volvieron aburridas y los hermanos volvieron a su rutina normal, los empleados de la casa se mostraban como más apagados que de costumbre.
Su padre, pensó que su hijo volvería y les pediría perdón, enderezaría sus caminos al ver la vida allá afuera, siendo la familia feliz que imaginaron siempre, tal vez después de eso incluso podría tomar el imperio creado por su padre
La primera que sintió que algo estaba mal era su madre, no existía ninguna noticia del joven, ningún movimiento en redes sociales, ningún mensaje o llamada, es como si hubiera desaparecido del mundo, sin rastro alguno.
Pensaba que escribiría en las redes, que lanzaría acusaciones o pediría ayuda, pero nada, solo silencio y aunque no lo quería hacer, comenzó a buscar en todo tipo de páginas cualquier información que pudiera decirle dónde estaba.
En ese punto, solo quería noticias, aún si las mismas eran malas, la incertidumbre la mataba.
Comenzó su lento declive, pensando que podría haber hecho más por su hijo, cualquier madre sabe de las inclinaciones de su hijo y ella ya lo sospechaba, pero tenía miedo como todos de su marido, además le dada cierta razón a su marido, creía en los valores tradicionales que sus padres le habían inculcado.
Comenzó a tomar más., antes tomaba pequeñas cantidades, pero ahora se descontrolaba, resulta que el muchacho le servía como soporte emocional en aquella casa en la que todos piensan en si mismo, era su pañuelo de lágrimas, pero ahora ya no estaba.
Al ver que su esposa trofeo ya no le servía para llevarla en las fiestas que organizaba por su evidente alcoholismo, comenzó a resentirse con ella, golpeándola para darle una lección sobre su adicción, ella solo sonrío, su esperanza había muerto, el miedo ya no tenía poder sobre él.
Entonces redirigió su ira sobre sus otros hijos, el que recibió su furia directa fue Hector, el hermano mayor.
—Escúchame pendejo, se que quieres tomar el lugar de tu hermano en esta organización, pero eres un cobarde y no lo mereces.
—¿De qué hablas papá?- dijo haciéndose el desentendido.
— Las pruebas contra tu hermano lo obtuviste tú, eres una rata traicionera, que no está mal en este negocio, pero usaste a tu hermano menor para que los muestre, para evitarte posibles represalias, espetó con una voz cargada de ira
—Claro que no, Lucas es un mentiroso, contestó elevando la voz.
—Eres un marica peor que tu hermano, a él tal vez le gustan los sables, pero tú eres un cobarde, no tienes dignidad- dicho esto lo arrojó violentamente contra la pared derribando un cuadro en el que aparecía reunida toda la familia.
Llamó a su chofer y le pidió que le consiga la prostituta mas cara de la región, necesitaba una ramera para satisfacer sus bajos instintos, el hombre rápidamente se dirigió a la ciudad y contacto con un conocido conductor de TV local que promocionaba a sus chicas a través de Shows en televisión abierta, disfrazados de alguna tontería de juego o concurso.