Un corazón tan marchito y podrido solo existía en el cuerpo de Teresa Novac. Emperatriz malvada que odia y humilla a su propio hijo. Sin embargo, el alma de una borracha poseé a ese personaje cruel. Dando se cuenta que el corazón de esta emperatriz es oscuro y perverso
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capitulo 2: El príncipe.
Teresa cuyo nombre fue enunciado por el hombre detrás de ella. Por un momento sintió el tiempo lento, su debilidad se tornó en sus piernas que difícilmente podía mover por la impresión de los recuerdos ajenos.
— no estás bien...— se acercó a su lado sin tocarla, pues ella no le gustaba tal gesto.— iré por el médico. Estás pálida.
— H-Howard...— con debilidad en sus labios, pronunció.
Él se queda inquieto porque comúnmente ella lo llamaba, majestad o eminencia. Mas por su nombre jamás. Hasta ahora.
— definitivamente, no estás bien.
Antes de irse, la ayudó a sentarse en la cama. Luego se coloca una bata y sale.
En la habitación oscura, Teresa se revolvía en las sábanas, atrapada en un mar de recuerdos ajenos. Despertar en un cuerpo que no era el suyo era desconcertante; la realidad del nuevo mundo la abrumaba.
Finalmente, Howard entró con el médico, un hombre mayor con mirada experta. Se acercó a Teresa, que los observaba con ojos nublados. Tras un examen rápido, el diagnóstico fue claro; solo le faltaba vitamina y necesitaba una dieta mejor. No había nada más grave.
Teresa no respondió, solo cerró los ojos, sintiendo el peso de un dolor de cabeza que la consumía, llenándola de memorias que no le pertenecían. La incomprensión la envolvía mientras miraba a Howard, quien intentaba mantener la calma, sin saber que su esposa cargaba una nueva existencia en su interior.
— me encargaré de eso...
— procure que descanse hoy. Veo que también tiene jaqueca. Le dejaré los analgésicos.
Teresa se levanta y le pide de inmediato un analgésicos ya que el dolor era insoportable. Posteriomente, vuelve acostarse y pide en voz apacible que se retiren. Howard solo la miró desconcertado, sin dejar su lado serio. Una vez que ambos ya no estaba en la habitación, ella se reincorpora y camina débilmente hasta la ventanas que era cubierta por un par de cortinas de tela cara.
— soy Teresa Novac. Casada con el emperador y madre del príncipe heredero...
Ahora mismo, Teresa era consciente de su realidad. Despertando en el cuerpo de la emperatriz malvada un año antes del divorcio y de la tragedia que le sigue por sus maldades. Masajeando su frente, ella asume está responsabilidad a regañadientes. ¿El por qué? Porque jamás le gustó este personaje. Un ser sin escrúpulos que daña a su propio hijo.
— ¡No puede ser!— golpeó el marco.— si hubiera sabido que reencanaria en este cuerpo no hubiese bebido como loca.
Su frustración era grande. Entendible a su situación no era nada favorable. A no ser que ella misma pueda cambiar las cosas a su favor.
— ¿Pero como?— se preguntó. Vuelve a la cama y se acostó rendida ante el dolor.
Duerme con un hombre a que poco interés tiene. Era extraño. Ella simplemente podía dormir en otra habitación si su relación solo era política. Sin embargo, así era como estaba en escrito en los acuerdos de su matrimonio. Viviría, comería e irían a eventos siempre juntos, por supuesto que dormir en una sola habitación iba incluido.
— los recuerdos de Teresa son una abominación ante mi... ¿Cómo es posible que exista un ser como ella?
Cerrando los ojos, quiso descansar para despertar de este posible sueño o pesadilla. Un solo minuto le bastó para quedar completamente dormida. Además, el efecto del analgésicos hacia su cometido.
Las horas pasaron y la mañana se convirtió en tarde y la tarde en noche. Era impresionante el sueño profundo que había tomando la emperatriz. Sus sirvientas se cuestionaban el tiempo de descanso de su señora y más alguien, que a pesar de ser el más marginado por ella, su ingenuidad gana ante toda inseguridad.
Abriendo la puerta de manera lenta. Un ser pequeño entra a la habitación. Pasos chiquitos y suaves resonaban. Sus zapatos dejan ese sonido con cada movimiento. Poco a poco se acercó a ella. Y mirándola con inocencia le susurró.
— mamá... ¿Está bien?
Teresa al sentir unas pequeñas manos en su rostro no evitó abrirlo de golpe. Aún seguía asombrada de estar en un mundo extraño que estaba alerta. Se asustó de imprevisto, pues jamás había visto a un angelito descender del cielo. Aquellos cabello plata que ilumina la habitación, sus ojos de un combinado entre el azul y el violeta y un rostro redondo que va con su pequeña anatomía.
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— Gael...
— papá dijo que estabas enferma... Yo-...
Entra una sirvienta y asustada le pide a la emperatriz.
— por favor, perdoname. Me descuide un momento y el niño entró a la habitación. No es su culpa. No lo regañe, le suplico. Vámonos Gael. La emperatriz está cansada.
— pero...
No dejó terminarlo cuando ya le tomó la mano y se lo llevó afuera de la habitación. Al ver aquel gesto de protección, deja en claro que Teresa era un demonio en el cuerpo de una hermosa mujer.