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Capítulo 2: La leyenda llega a sus manos.
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14/05/2025
Miro por la ventana, las estrellas ya cubrían el cielo como pequeños diamantes. Se notaba que debía de haber una suave brisa, ya que los pocos árboles que llegaba a ver balanceaban sus ramas secas, como en una lenta pero divertida danza.
—Ya es tarde —murmuró para sí mismo. Andy ya se había ido hace un rato y él ya estaba más sobrio.
El muchacho le había agradado. Aunque solo compartieron un rato, se mostró bastante amable y divertido; no parecía ser ningún traficante. Además, su acento era agradable de escuchar y el joven se marchó prometiendo que se volverían a ver para nuevamente compartir una cerveza y una entretenida charla.
No estaba mal.
Tenía una pequeña sonrisa en los labios, pero inmediatamente esta fue reemplazada con un ceño fruncido y una mueca de desagrado cuando notó que Hugo seguía apostando y bebiendo. Él no solía ser así. Quizá era la emoción pasada de haber "resuelto" una leyenda, o quién sabe. Alfred solo sabía que ese comportamiento desenfrenado suyo comenzaba a molestarle.
Le daría un buen golpe si esto continuaba.
Se puso de pie y acomodó la silla. Se acercó a su hermano, el cual estaba rodeado por un grupo de hombres. Pidiendo permiso, se hizo paso entre ellos, solo para que sus ojos se abrieran con incredulidad.
¡Su hermano estaba en una competencia de bebidas!
—¿¡Qué haces!? —Finalmente no lo soportó más. Lo tomó del brazo y lo jaló, provocando que Hugo se pusiera de pie.
—Solo me divierto.
—Qué admirable —se burló Alfred antes de sentir un peso extra en su hombro, e inconscientemente giró su rostro para ver al hombre que se recargaba en él.
—Amigo, ¡no seas aguafiestas y únete a nosotros! —Sus palabras salieron con torpeza y algunas sílabas eran arrastradas por su lengua. Claramente había bebido de más. De hecho, el fuerte olor a alcohol golpeó a Alfred en la nariz. Su rostro se oscureció, aun así, le sonrió amablemente y apartó de un manotazo al hombre antes de decir en un tono helado:
—No somos amigos. No me hables como si fuéramos cercanos —luego miró a su hermano, el cual había aprovechado hace un tiempo la distracción del otro hombre para liberarse del suave agarre de Alfred y tomar asiento en donde estaba antes—. ¡Si quieres beber hasta la muerte, adelante! Luego no iré a reconocer tu cuerpo a la morgue y dejaré que sea donado a algún lado. ¡Adiós!
Y se marchó ardiendo en cólera.
¿Quién se creía Hugo? ¿Estaba haciendo estupideces que no pudo hacer a sus 23 años?
No sabía por qué, de repente, se sentía tan molesto.
En cuanto el viento de la noche golpeó su rostro logró disipar su ira como volutas de polvo. Se sintió arrepentido. ¿Cómo pudo haber dejado a su hermano solo en un lugar así?
Era de lo peor.
Estos momentos de bipolaridad lo molestaban aún más.
—Se lo merece —trató de consolarse mientras alzaba la vista al cielo. Realmente era hermoso, a pesar de que no se veían muchas estrellas gracias a las grandes lámparas de aceite encendidas a cada lado de las casas. Todo estaba en extremo silencio, descartando el sonido de las hojas de los árboles y el viento que zumbaba en sus oídos. Se recostó en una de las paredes de madera y cerró sus ojos, tratando de ordenar sus pensamientos. Estuvo así por un tiempo indefinido, hasta que sintió que ya era suficiente. Le echó un último vistazo a la taberna y se marchó directo a casa. Lo único que lo acompañó en ese trayecto fue el sutil movimiento de su collar, con un colgante barato que simulaba ser una piedra de color celeste.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Se dejó caer en un viejo sofá de cuero y suspiró con cansancio mientras observaba todo con atención. Sentía que había cosas fuera de lugar. Como su taza favorita para tomar café, que en ese momento estaba sobre la mesa, pero él estaba seguro de que la había dejado en la habitación. O una pila de papeles que antes estaba completamente desorganizada, pero ahora se encontraba apilada en un rincón.
¿Qué rayos?
Sintiéndose cada vez más inquieto, se puso de pie y se dispuso a mirar todo con más cuidado. Descubrió que la taza estaba extremadamente limpia cuando se acercó, sabiendo que siempre la dejaba sucia. Sumándole a eso la pila de papeles organizados, ¿habían entrado a su casa a... ordenar?, ¿o estaban buscando algo y, entre tanto desorden, no podían encontrarlo?
Bueno, tampoco es que la casa fuera un completo basurero...
¿Pero quién había ordenado?
Se dirigió a su habitación y movió la cortina para pasar. Sí. No tenía una puerta. Se encontró con que todo parecía normal y en orden: su cama ordenada, la ropa en su lugar dentro del armario. Lo único extraño era un libro —que claramente era suyo— fuera de su estantería. Descansaba sobre la mesa de luz. Cuando lo tomó y lo abrió, se dio cuenta de que era el libro que Hugo le había regalado. Este contaba un poco la historia de Layare: cómo fue descubierta y colonizada, cómo era descrita como un páramo seco que parecía el mismo infierno.
En Layare solían producirse grandes sequías durante la temporada de verano. Por esa misma razón, el Emperador había solicitado construir una represa nueva hace unos años, para asegurarse de que a este país del infierno jamás le faltara el agua en los hogares. Para esto, había hecho un acuerdo con los encargados de las vías fluviales de Eura. Después de todo, ese país era muy rico respecto a las aguas, y que nosotros consumiéramos de esta no era una pérdida para ellos, sino una ganancia. En poco tiempo, el país de Eura se volvió uno de los más ricos del mundo, y el Emperador decidió construirse una residencia allí en vez de vivir en el desolado desierto (Layare).
Alfred hojeó un poco más el libro y lo cerró, perdiendo interés en él. Su ceño se frunció y su boca dejó escapar un “oh” cuando vio sobre la mesa una carta. Al parecer, el libro la había estado tapando. Devolvió el libro a su lugar original y volvió para echarle una leída a la carta, la cual tenía unas tres hojas. Sus ojos se abrieron con asombro y se dejó caer en su cama.
¿¡Qué era esto!? ¿Acaso la persona o personas que entraron sabían a lo que él se dedicaba?, ¿por qué habían dejado esto en su habitación?
—Absurdo.
¿Quién se atrevería a entrar a su casa y dejar esto aquí?, ¿por qué no solo la dejó en la casilla desgastada del correo que había afuera?
Sacudió su cabeza para despejarla de todas las incógnitas que comenzaban a abordarla y volvió sus ojos hacia el papel que tenía entre sus manos. De hecho, ahora que prestaba más atención, no se trataba de una carta, sino de un viejo diario que estaba amarillento por el paso del tiempo. Sentía que, si pasaba sus dedos con demasiada fuerza por el papel, se rompería. Así que lo sostuvo con aún más cuidado antes de leer:
"Se cuenta que hace muchos años un Ángel bellísimo bajó a la tierra para ayudar a la humanidad, la cual se encontraba sumida en una total catástrofe; una cruel guerra se desataba entre dos reinos en ese momento, ambos reyes no podían tolerarse y uno solo de ellos se quería proclamar Emperador del mundo. Gracias a esto, las masas más humildes sufrieron duras pérdidas, tanto humanas como materiales."
"La hambruna y la enfermedad que la guerra trajo consigo era imposible de frenar, hasta que este ser celestial apareció para traer paz. Muchas personas comenzaron a seguirlo y así logró formar un ejército con diversos humanos de diferentes clases sociales. En tiempos así, todos eran uno."
"Tiempo después todo terminó con otra guerra, se dice que una persona enigmática lo ayudó. Se especula que quizá era su amante en la tierra o simplemente un rebelde que ya no quería obedecer a ninguno de los reyes."
"La guerra había dejado grandes pérdidas, la gente estaba deprimida. El Ángel comenzó a llorar lágrimas doradas, oro líquido, y así pudo ofrecerle a la humanidad una fuente de riqueza momentánea para ayudar a reponer los gastos."
Hizo una pausa mientras leía y miró las palabras "lágrimas doradas, oro líquido...", ¿qué tan bueno podría ser eso?
Le parecía un tanto ridículo y internamente se burló para continuar leyendo.
"Su trabajo en la tierra estaba hecho, estaba más que listo para volver a los cielos, pero dudó al hacerlo. En plena guerra había conocido a una mujer que logró robarse su corazón. ¿Qué tan malo podía ser quedarse a vivir entre mortales?, aunque los otros Ángeles en los cielos le habían advertido que esto era considerado un tabú, a él no le importó y se quedó junto con su amada."
"Quizá su vida no estaba en los cielos entre las nubes, sino en el mundo mortal, en el polvo rojo junto con la persona que amaba."
"Lástima que su amor terminara en una total desgracia..."
"Al tiempo de por fin haber comenzado una relación en paz junto con un reino próspero, las personas comenzaron a querer más y más de estas lágrimas doradas. Después de todo, ¿cómo podrían dejar de utilizar un recurso así de impresionante?"
"Pero el Ángel ya no lloraba, cada vez que iban a pedirle estas preciosas lágrimas él se negaba diciendo que ya no eran necesarias. Su trabajo ya estaba hecho y solo quería vivir en paz entre la humanidad."
"Por desgracia, la humanidad en ciertas circunstancias es una raza muy codiciosa, por ende pensaron: si el ángel no quería llorar, lo harían llorar."
"Intentaron muchos métodos para esto, desde cosas simples como tratar de hacerlo reír hasta que le doliera el estómago o pedirle que cortara cebollas. Para sorpresa de todos esto no funcionaba, así que pasaron a un siguiente nivel: el dolor físico."
"Le lanzaban cosas como piedras, palos e incluso cristales rotos con la esperanza de que derramara alguna lágrima, ¿pero cómo un Ángel que estuvo en la guerra y sufrió heridas más importantes que esas sentiría el dolor?"
"No lloró."
Alfred pasó la página sin saber cómo sentirse al respecto.
"Las personas estaban profundamente descontentas, ¿qué más podrían hacer?"
"Y una idea cruel y sádica pasó por sus mentes colectivas: atacar a la amada del Ángel."
"Ya que este no reaccionaba a cosas típicas como el dolor, ¿podría reaccionar al ver cómo atacaban a alguien a quien amaba? No tenían nada que perder, así que una noche forzaron la puerta de la casa de la feliz pareja y entraron. Quizá fue el destino o la mala suerte de la joven, pero ella fue la primera a la cual los aldeanos encontraron. Le proporcionaron fuertes golpes sin dudarlo, sin dejarla reaccionar a nada. Ella gritó hasta que su garganta dolió, finalmente otra 'persona' había entrado a la casa, jadeando. Era el ángel que al ver tal escena se quedó estupefacto, cuando pretendió actuar fuertes cadenas se desplazaron a su alrededor y presionaron con fuerza su piel, tenían hechizos. Intentó liberarse, pero él no quería usar toda su fuerza y lastimar a estos humanos por los cuales había luchado en el pasado..."
"No lograba entender qué había hecho mal."
"Justo en ese momento alguien arrastró a una pobre mujer que estaba cubierta de heridas y algunas sangraban profusamente, sus ojos se encontraron con los del ángel mientras una pequeña sonrisa se filtraba en la comisura de sus labios para después murmurar un: —Está bien..."
"—Está bien, sabíamos que esto pasaría."
"Ella tampoco lucharía, después de todo estaban en absoluta desventaja. Solo pudo sonreírle a su amado mientras ambos eran golpeados. Tenían la esperanza de que pronto todo pasaría, cuando eso ocurriera huirían juntos a pesar de estar maltrechos, se tomarían de la mano y emprenderían rumbo hacia un nuevo amanecer, pero..."
"Pero el destino siempre es cruel con aquellos corazones desinteresados y bondadosos."
Las letras color sangre hicieron que leyera una y otra vez ese fragmento, una lágrima cayó sobre el diario, era difícil no emocionarse al leer algo así y sentía una leve premonición que oprimía su pecho.
"De repente algo brilló en la mano de una persona, estaba muy cerca del Ángel. La mujer arrodillada en el suelo abrió ampliamente sus ojos y escupió la sangre de su boca mientras gritaba y se ponía de pie, dándole un cabezazo a quien la retenía."
"La daga penetró en su pecho y la sangre escurrió por el piso cuando su cuerpo se desplomó de lado."
"Todo había quedado en silencio, todo se había salido de control."
"Finalmente el Ángel lloró."
"No era lo que esperaban, esperaban ver relucientes lágrimas doradas derramarse de sus ojos, en cambio todo el rostro del ser celestial estaba embarrado de negro. Sus lágrimas eran tan negras como el alquitrán."
"Lágrimas doradas de felicidad, lágrimas negras para la infelicidad..., la tristeza, el dolor."
"Los aldeanos claramente no sabían eso y ahora que habían logrado su cometido con un resultado totalmente inesperado, se sentían mal."
"Eran bestias en cuerpos humanos."
"¿De qué les servía este patético Ángel ahora?"
"Justo cuando estaban pensando en acabar con él y venderlo por partes, una risa enloquecida los sobresaltó, el Ángel de inmediato desplegó sus alas, las cuales con un hechizo siempre mantenía guardadas, las cadenas no resistieron, se partieron en pedazos."
"Lo que ocurrió después fue un baño de sangre."
"Todos los mortales de ese lugar murieron en sus manos."
"Se había vuelto loco."
"Los cielos se enteraron rápido de esta noticia. ¿Cómo podían permitirlo? Decenas de Ángeles bajaron a la tierra y lo sometieron a un castigo divino: cortaron sus alas y se las entregaron al emperador como gesto de paz."
"Luego volvieron a los cielos dejando la vida del Ángel a manos del pueblo."
El relato estaba por llegar a su fin.
"Dicen que a pesar de que este Ángel había matado a bastantes personas lo había hecho en defensa propia, no querían ser malagradecidos y matar a un muy buen benefactor que los había ayudado enormemente en el pasado, así que decidieron encerrarlo en las profundidades de un calabozo ubicado en una montaña. Hicieron los arreglos para su aprisionamiento, primero construyeron un camino hacia la montaña y el calabozo, para evitar inconvenientes al trasladar al prisionero."
"Y así sucedió, fue encerrado como un animal. Olvidado por el mundo..., por los mortales y seres celestiales."
"Se había quedado solo en medio de la oscuridad."
"Ya nadie se preocuparía por él, todo el calor de su vida fue reemplazado por unas frías rocas."
Alfred levantó la mirada cuando acabó de leer, procesando toda la información. Se limpió los ojos con la palma de la mano y no pudo evitar sentir un toque de tristeza e irritabilidad.
La humanidad sí que podía ser de lo peor.
Aunque sabía que claramente esta historia era falsa no pudo evitar simpatizar con el Ángel.
Dio vuelta la página que tenía en la mano, para cerciorarse de que la otra carilla estaba vacía, pero no fue así. En tinta más reciente estaba escrito:
"Quien se atreva a subir a la montaña y sumergirse en lo desconocido para encontrar al Ángel será recompensado con cuatro mil monedas de oro. Ya sea que la leyenda sea cierta o no, ¡mientras suba y traiga una prueba de que estuvo ahí a la posada Kerba recibirá el dinero!"
¿Qué carajos era eso?
No pudo evitar burlarse con cierta incredulidad, ¿habían dejado este pedazo de diario porque lo querían guiar a esa posada?, ¿qué estaba pasando?
Volvió a leer la recompensa.
Cuatro mil monedas de oro...
Hugo y él podrían vivir prácticamente dos años sin preocuparse de conseguir dinero con una recompensa así, era muy bueno para ser real.
Estaba sospechando mucho, ¿querían guiarlo a una boca de tráfico?
Qué estupidez.
Y él se sentía aún más estúpido por casi creerlo.
Arrugó el diario para después tirarlo en una esquina de la habitación mientras se recostaba por completo en la cama y cerraba sus ojos. Sus pensamientos giraron en torno al tonto de su hermano, en verdad esperaba que llegara bien a casa..., por otro lado también giraban en torno a la leyenda que acababa de leer. Por alguna razón se repetía una y otra vez en su cabeza.
Era muy molesto.
Finalmente, después de un tiempo se durmió y tuvo un sueño.
Me encanta que acá no sé discute si es un hombre, sino un Ángel. JAJAJAJ
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Se dió cuenta solo, me encanta 😃😻😻😻🥰