Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 8: El Laberinto de Cristal
Elías continuó su camino a través de Sombravelo, sintiendo cómo la atmósfera a su alrededor cambiaba con cada paso. Los árboles comenzaron a dispersarse, dando lugar a un vasto paisaje cubierto por una niebla ligera que se arremolinaba en espirales. En la distancia, se alzaba una estructura colosal y resplandeciente: un laberinto hecho completamente de cristal, con muros que se elevaban hasta el cielo, reflejando la luz y la oscuridad en un juego constante de destellos.
Al acercarse, Elías se dio cuenta de que el laberinto no era un simple entramado de corredores. Los muros de cristal mostraban visiones intermitentes, fragmentos de otros mundos y recuerdos de su propia vida. Vio destellos de su infancia, de momentos felices y tristes, incluso de cosas que pensaba haber olvidado por completo. El laberinto parecía tener vida propia, como si buscara tentar a quienes se aventuraban en su interior a perderse en sus reflejos.
De pronto, una figura familiar emergió de la niebla. Era Lyra, la niña con ojos dorados que había encontrado en el Bosque de los Susurros. Se veía más pálida y frágil, pero en su mirada había una determinación que no había mostrado antes.
—"Elías," dijo ella, su voz resonando como un eco entre los muros de cristal. —"Este es el Laberinto de Cristal, un lugar donde las ilusiones y los recuerdos se mezclan. Aquí, las respuestas que buscas están ocultas, pero encontrarlas no será fácil. Cada paso que des puede acercarte a la verdad o alejarte de ella."
—"¿Por qué estás aquí?" preguntó Elías, con una mezcla de sorpresa y alivio al verla de nuevo. —"¿Cómo sabes tanto sobre este lugar?"
Lyra suspiró, sus ojos dorados destellando con una mezcla de tristeza y sabiduría.
—"Hay cosas en Sombravelo que no son lo que parecen. Yo… he estado aquí más tiempo del que puedo recordar," dijo, mirando al laberinto con expresión seria. —"Conozco sus caminos y sus trampas. El Laberinto de Cristal puede mostrarte lo que necesitas ver, pero también puede atraparte en sus ilusiones para siempre. Si decides entrar, debes estar preparado para enfrentar no solo los ecos de tus recuerdos, sino también los fragmentos más oscuros de tu propia alma."
Elías sintió un nudo formarse en su estómago. Sin embargo, sabía que no tenía opción. Había llegado hasta aquí en busca de respuestas y no podía retroceder ahora. Miró a Lyra, cuya expresión parecía implorarle que tuviera cuidado.
—"Estoy listo," dijo finalmente, aunque en su interior el miedo seguía latente. —"Voy a entrar."
Lyra lo miró fijamente y asintió con un leve movimiento de cabeza.
—"Te guiaré hasta donde pueda," dijo ella, avanzando hacia la entrada del laberinto. —"Pero una vez dentro, habrá caminos que solo tú podrás elegir. Recuerda, Elías, que lo que veas puede no ser real, pero lo que sientas siempre lo será."
Elías siguió a Lyra mientras cruzaban el umbral del laberinto. Una vez dentro, la sensación de realidad cambió drásticamente. Los pasillos eran angostos y serpenteantes, y los muros reflejaban su imagen en múltiples direcciones, creando un efecto de espejismo que lo mareaba. Por momentos, el cristal dejaba entrever visiones de personas que conocía: su abuela, sus amigos, e incluso a sí mismo, pero siempre de una manera distorsionada. Los recuerdos que mostraba parecían fragmentados, incompletos, como si el laberinto intentara provocar en él un sentimiento de pérdida.
Mientras avanzaban, la voz de Lyra resonó con urgencia.
—"¡Por aquí!" exclamó, señalando un camino a la izquierda. Sin embargo, en el reflejo del cristal a la derecha, Elías vio a otra Lyra que le indicaba ir en esa dirección.
Confundido, se quedó inmóvil por un momento, sin saber a cuál versión de Lyra seguir. Una sensación de angustia se apoderó de él, como si estuviera atrapado entre dos realidades. Entonces, recordó las palabras de Umbranox: "La verdad puede ser aún más extraña que los sueños."
Tomó una decisión arriesgada. En lugar de seguir a cualquiera de las dos Lyras, cerró los ojos y se dejó guiar por su intuición. Dio un paso adelante, alejándose de ambos caminos propuestos, y sintió un frío intenso envolverlo. Cuando abrió los ojos de nuevo, estaba en una sala completamente diferente, con un techo de cristal que mostraba un cielo en perpetuo crepúsculo. En el centro de la sala había un pedestal de cristal, y sobre él descansaba un objeto peculiar: un pequeño fragmento de espejo.
Elías se acercó con cautela y tomó el fragmento en sus manos. Al mirarlo, vio reflejada una imagen diferente a la suya: era el mismo niño que había visto en la visión que le mostró Umbranox, atrapado en un círculo de luz y sombra. El niño tenía una expresión de desesperación en su rostro, como si estuviera atrapado en un tormento sin fin.
—"Ese soy yo… o una parte de mí," murmuró Elías para sí mismo, dándose cuenta de la verdad que estaba emergiendo lentamente. El laberinto no solo jugaba con sus recuerdos, sino que le estaba mostrando partes de sí mismo que él había reprimido o ignorado. Su miedo, su dolor, y sus dudas… todo estaba allí, atrapado en los fragmentos de su memoria.
La sala comenzó a temblar, y las paredes de cristal se agrietaron, como si el laberinto reaccionara a la comprensión de Elías. Las grietas se expandían rápidamente, y antes de que pudiera reaccionar, todo el entorno se derrumbó, envolviéndolo en una vorágine de luz y oscuridad.
Cuando recuperó el sentido, se encontró de nuevo fuera del laberinto, en el mismo lugar donde había comenzado, pero algo había cambiado. Sentía un nuevo conocimiento latente en su mente, una comprensión más profunda de sí mismo y de Sombravelo. En su mano, el fragmento de espejo seguía allí, brillando con una luz tenue.
Lyra apareció a su lado, mirándolo con expresión preocupada.
—"Elías, ¿lo has logrado?" preguntó, observando el fragmento en su mano.
Elías asintió lentamente, sabiendo que su viaje estaba lejos de terminar, pero sintiéndose más fuerte y decidido que nunca.
—"Sí, lo he logrado," respondió. —"Y ahora sé lo que debo hacer. Tengo que unir los fragmentos de mi alma y enfrentar la verdad de mi propia oscuridad."
Con esas palabras, Elías comenzó a caminar de nuevo, preparado para el siguiente desafío que Sombravelo le presentaría. A medida que avanzaba, las sombras se apartaban ante él, y el laberinto se desvanecía lentamente en la distancia, como un eco que se disipa en el aire.