Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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UN DEMONIO ENTRE DIOSES
...EZRA:...
Las tierras de Adafa no eran tan miserables como el Inframundo, las tierras grises y cenizosas no eran nada comparado con la oscuridad y el fuego, con los gritos de los castigados, acompañados de cadenas y látigos, que se escuchaban en la eternidad.
Aquel reino era un lugar pacífico en comparación, desolado y casi silencioso.
Mis ojos y oídos no captaron ninguna señal humana en la tierra inmóvil que se extendía por muchos kilómetros del altura. Solo cuerpos secos e inmóviles que adornaban el campo y las casas desiertas como una imagen muerta del Inframundo.
Sacudí mis alas, desplegando mi vuelo hacia el castillo, el viento y las nubes grises me acariciaron la piel, llenando mi interior de una emoción.
Hacía ocho años de mi liberación y aún no cesaba de sentirme dichoso de poder volar con una tanta libertad, no era de extrañar después de estar enjaulado y sometido a latigazos durante mil años.
Dí un giro, recogiendo mis alas para volver a extenderlas.
Ahora era el amo y señor.
Bajé en picada cuando llegué a la costa, las torres del castillos de piedra gris se alzaron ante mí, incontables demonios agitaban sus alas rondando y haciendo la guardia, se apartaron de mi vista, con temor y respeto cuando notaron mi presencia.
Volví a recoger mis alas y entré planeando hacia el salón del consejo, odiaba copiar esas estúpidas costumbres humanas, pero los líderes demoníacos no opinaban lo mismo, para ellos era necesario formalizar una reunión para tratar de convencerme de sus ideas para el futuro del reinado, como si esas cosas les interesara.
Sabía que aquel interés era hacia las almas que usaban para alimentarse.
Al contrario de esos idiotas yo tenía una misión que cumplir y con tal de salir del Inframundo acepté aquella locura de apoderarme del mundo.
Me detuve, suspendido en el aire, sin hacer el menor ruido con mis alas, los líderes ya estaban reunidos en torno a la mesa. Bloqueé sus sentidos para que no notaran que ya estaba adentro y aterricé en el borde afilado de unas de las grandes columnas de mármol.
— No se que planea Ezra — Dijo Orion, mi segundo al mando, sus alas eran de murciélago y su piel oscura brillaba con la luz de las velas del candelabro — Nuestras tropas están hambrientas, nosotros lo estamos y si esto sigue habrán muchos enfrentamientos entre hermanos, podría ser el fin de nuestra raza.
— Tiene razón, la escasez es demasiado fuerte, las almas no abundan — Apoyó Sirla, la fémina con cuernos largos, cabellos negros y piel pálida.
— Sin almas nuestras energías se consumen — Gruñó Ogran el mastodonte del grupo, un sujeto con enormes músculos y piel escamosa, con hocico largo y colmillos largos.
— Ezra tendrá que dar una solución — Comentó Parla, la más delgada, con alas y piel gris.
Malditos habladores.
— Ezra es...
Me lancé hacia abajo y aterricé sobre la mesa, rompiéndola por el impacto en dos.
Todos saltaron lejos, espantados y tensos.
Con un solo movimiento de mi mano en el aire los trozos volaron y chocaron contra la pared, volviéndose astillas.
Antes de girarme los cuatro ya estaban en el suelo, arrodillados rindiendo pleitesía al mismo hombre del que se quejaban anteriormente.
Yo no confiaba en ellos, solo los había usado para mis planes y les había dado libertad solo con la condición de que barrieran todo rastro de vida de la tierra, cosa que aceptaron con gusto ya que para ellos era como un festín interminable de almas.
Ahora no quedaba más y estaban desesperados.
Ya lo suponía, los demonios éramos codiciosos e insaciables.
Me crucé de brazos — Vaya, vaya, como cambian las conductas con mi presencia.
— Mi señor — Dijo Orion, con la mirada aún en el suelo — No sentimos su llegada ¿Cuándo volvió al palacio?
— Claro que no la sintieron, sino no habrían tenido la osadía de ser tan mal agradecidos con mi generosidad.
— Amo, no fue nuestra intención, solo estamos preocupados por nuestra gente — Sirla elevó su mirada, sus ojos carmesí se atrevieron a observarme, creía que con un apareamiento lograría doblegar mi autoridad.
— Ya no hay humanos — Dijo el glotón de Ogran, cualquier humano que se cruzara por su camino era absorbido, aún si los demás demonios lo hubiesen encontrado primero.
Se atrevía a lucir hambriento ante mi presencia.
— ¿Quién lo dice? — Elevé una ceja.
— Mis tropas aéreas no han logrado recolectar nada en las últimas semanas, los ocho años de oscuridad han borrado la abundancia — Sirla chocó las espuelas de sus alas.
— Hice un trato con ustedes — Empecé a pasear de un lado a otro, frente a ellos — Convencí a los Dioses de que los dejaran en libertad con la condición de que me sirvieran y obedecieran mis órdenes.
— Cumplimos, al pie de la letra, mi señor, contribuimos en despojar a la tierra de la plaga humana, pero ya no queda casi nada y eso es alarmante— Suplicó Orion, con un solo chasquido podría acabar con sus miserables existencias.
— Sobrevivieron sin almas en el Inframundo.
— El Inframundo no es como la tierra, aquí se gasta mucha energía, los demonios no pueden permanecer en el mundo sin consumir, corromper o poseer almas y usted lo sabe — Dijo Ogran, elevando su hocico.
La primera fase ya estaba casi lista y la segunda ya estaba calando entre los demonios.
Todo estaba saliendo como lo demandaron los Dioses y eso me convenía. La escasez y el hambre de los demonios era parte de ello.
— Les dí a cada uno un territorio, no haré más por ustedes.
— !Pero, señor, no me parece justo.. — Gruñó Ogran, alzándose con intenciones de atacar, le mostré mis colmillos y entré en su cuerpo, almas suplicantes hicieron eco en su oscuro y miserable ser.
Era el único demonio que podía poseer los cuerpos de otros demonios hasta hacerlos estallar si me apetecía.
Ogran tembló, sus escamas se erizaron y sus ojos suplicaron, abiertos de par en par por el inmenso dolor que estaba sintiendo.
Los demás enmudecieron, temblando y alejándose por su bien cuando dí pasos lentos y amenazantes hacia el demonio escamoso.
— Estás hasta reventar de almas y exiges más, esto te hará recordar quien es tu lider y cual es tu deber aquí, cumplí con mi parte, ustedes deben seguir pagando por mi consideración o derretiré sus malditos y vacíos cuerpos — Gruñí, amenazante, provocando un siseo de dolor de parte de Ogran, salí y cayó al suelo, jadeando por el dolor, lancé una mirada hacia los demás — ¿Entienden o es necesario que les de una sacudida a ustedes también?
— Sí, mi señor — Susurraron a unísono.
— Nadie absorberá almas hasta nuevo aviso, recolectarán y los traerán vivos al castillo hasta mi presencia y yo seré quien decida quienes las van a consumir — Dije, de forma severa y se tensaron — Registren hasta debajo de las piedras, esos insectos son expertos en esconderse — Ordené y ninguno se atrevió a cuestionar — Ahora largo.
Salieron a toda velocidad del salón.
Ogran elevó su pesado cuerpo e hizo una ridícula reverencia.
A diferencia de esos inútiles, yo no dependía de almas para mantenerme, me alimentaba de la energía negativa, para mayor ventaja los demonios que me rodeaban la emanaban constantemente.
Salí del salón y caminé por los pasillos desolados.
Las baratijas y objetos humanos yacían rotos, esparcidos por el suelo y abandonados sin ningún valor.
La humanidad fue tan estúpida de codiciar objetos tanto como los demonios a las almas. Tanto por nada, al final la muerte los llamaba sin siquiera sus cuerpos para llevar.
Traspasé la pared frente a mí, entrando en el salón de los tronos, donde aún se oía los sollozos de un rey que suplicó ante mis pies cuando exterminé ejércitos enteros y acabé con sus defensas.
La corona rodó por el suelo cuando lo aventé a la orda de demonios hambrientos y sin escrúpulos que le saltaron encima en una marea de alas dientes y garras hasta dejar nada.
Yo era un ser sin alma y sin corazón, en mí no había sentimientos de compasión, misericordia y empatía.
Era un demonio y en mí pesó la inferencia cuando el caos envolvió aquellas tierras.
Subí las escaleras del estrado cuando sentí un estremecimiento en todo mi ser y apoyé una mano en el espaldar del trono polvoriento.
Una extraña furia ajena se apoderó de mi ser.
Duró solo segundos, pero me sentí desconcertado por lo extraña sensación.
Jamás sentí nada parecido.
Algo había enviado esa furia hasta mi cuerpo, ya no la sentía y no quedaba eco de ella.
No pertenecía a un demonio, los escudos de mi ser eran impenetrables y ninguno de ellos era lo suficientemente fuerte para poder entrar.
El viento entró por la ventana rota y las cortinas desgarradas se elevaron.
La Diosa de la Muerte apareció frente a mis ojos y dí por sentado que ella fue la causante de aquel episodio de intromisión.
Sus cabellos blancos llegaban al suelo, sus tunicas azul neón brillante caían hasta rozar el suelo y sus brillantes ojos azules se me evaluaron sin temor.
— ¿Cuál es el motivo de tan encantadora visita? — Pregunté, bastante burlón para sentarme sobre el trono, sin apoyar mi espalda, ya que mis alas se verían obstruidas, las sillas humanas eran bastantes incómodas para mi gusto.
— Se me puede olvidar todo tu progreso — Me amenazó con su voz helada — No olvides que nos sirves y que tu visita al Inframundo puede alargarse.
— Soy un demonio, no me inclino ante nadie, ni siquiera ante los Dioses, así que ser rebelde se me da por naturaleza — Apoyé los brazos de mis rodillas, retando a la diosa con la mirada.
— ¿Disfrutas del teatro de ser llamado rey? — Ondeó su mano por el salón.
— No fui yo el de la idea, los demonios menores ven en mí a un líder, con poder y autoridad, pero bastante compasivos para darles la libertad de ensuciar el mundo — Elevé una comisura.
— Ya pasaron ocho años y aún no completas tu misión, al parecer olvidaste lo que sucederá contigo si fallas.
— No impusieron un tiempo cuando me citaron a ese ridículo consejo en las nubes.
Siseó — Eres demasiado grosero para nuestra paciencia.
Me encogí de hombros — ¿A qué vino, majestad? — Me burlé.
— Aún hay almas vivas sobre la tierra y el tiempo está caducando.
— No impusieron un límite de tiempo cuando se cerró el acuerdo.
— Tienes hasta el invierno para terminar con esto.
— ¿Por qué mandarme a mí a hacer el trabajo sucio cuando ustedes tienen el poder de acabar con esto con un solo chasquido?
— No es tu deber cuestionar, le debes a la Diosa de la Creación.
Sacudí mi cabeza.
— Cuando caiga la primera nevada todo habrá terminado — La complací con mi obediencia.
— Terminarás en un lugar peor que en el Inframundo sino es así.
La Diosa de la Muerte desapareció con el viento.
Cumpliría, de todas formas no había nada en el mundo para mí.
Te felicito por ese ingenio y esa manera de transmitir en tus relatos
☺️☺️☺️
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣