Valien Daher, la heroína del imperio, rechaza firmemente el compromiso con el príncipe heredero. ¿Por qué? Porque ella es una reencarnada, ella sabe que su prometido la traicionará y eso la llevará a la muerte sin importar lo que ella hizo por su imperio.
Decidida a cambiar ese destino, Valien pide un compromiso, pero no con el príncipe heredero. Ella elige al archiduque Carl Pott, un hombre mayor y misterioso. ¿Podrá cambiar su destino siendo la esposa del archiduque?
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Esta es mi vida ahora
Ya habían pasado más de tres años desde que Vera había leído aquella novela, sin embargo nunca dejó de pensar en que tanto Valien como el archiduque pudieron haber tenido un destino diferente, deseaba tanto poder entrar en aquella novela y convertirse en guardia de alguno de los dos, o al menos un conocido, para poder ayudarlos y tuvieran un final diferente, pero claro eso solo estaba en su mente, nada de eso podía hacerse realidad.
Hoy justamente estaba llevando a cabo una de las misiones más arriesgadas en toda su carrera como agente secreto, su deber era acabar con una red de tráfico y se relacionó con el jefe de aquel grupo, fue llevada como compradora, aunque la descubrieron por una estupidez cometida. Cuando una de las personas subastadas, iba a ser asesinada, ella intervino y su gran humanidad dejó a la vista que era algo más que un simple contrabandista, por ello, todos los presentes parte de aquel grupo, dispararon sin piedad y fue en ese momento que acabó su vida. Arrepentida no estaba, de hecho su muerte fue a causa de un error de novato, algo que no podía creer, pero sabía que por algo pasan las cosas, así que solo agradeció por lo vivido y cerró los ojos para despedirse de su mundo.
—Capitana Daher, estamos bajo ataque. Debemos contraatacar— gritaban varios hombres alrededor de Vera, que inmediatamente al abrir los ojos, los atacó por no conocerlos.
—Carajo Capitana Daher, entre en razón, somos sus aliados, los enemigos están del otro lado— un hombre robusto ya mayor, la sujetó de los hombros y hizo que viera todo a su alrededor. Vera, abría y cerraba los ojos para darse cuenta si de verdad era su realidad.
—Valien Daher, deja de estar jugando y únete a la batalla, te necesitamos— un hombre un poco más joven que el anterior, sobre un caballo negro azabache, le gritó a la joven, que al escuchar el nombre, cayó de rodillas y quedó con la cabeza agachada.
—«Maldición, ¿transmigre a mi novela favorita? Y justamente en medio de una batalla»— se rascaba la cabeza y seguía sin comprender lo que estaba pasando. Era evidente que podía comprender su idioma y si la llamaban capitana era líder de cierto escuadrón, ella jamás fue buena trabajando en equipo, por eso eligió un trabajo donde pudiera llevarlo a cabo sola.
—¡Valien!, ¿te quedarás sentada cómo una cobarde viendo como tus amigos son masacrados?— el joven hombre, le gritaba de mala gana a la joven, que de un momento a otro, levantó el rostro y todo en ella había cambiado, su semblante era de una asesina, con sed de sangre. Tomó la espada y dagas que tenía junto a ella y salió sin mirar quien aparecía en su camino. Subió a un caballo y sin pensarlo dos veces comenzó a seguir a quien la estuvo regañando anteriormente. Pronto se dio cuenta de quienes eran sus enemigos y como sabía el desarrollo de cada una de las batallas ganadas por su protagonista favorita, le fue muy fácil acabar con el enemigo, no llevándose más de dos días en derrotar a un ejército pequeño , claro que con la ayuda de sus aliados.
—Estuvo excelente capitana, quién lo hubiera pensado, es mil veces mejor que cualquier hombre aquí presente— un joven pelirrojo la adulaba e intentó acariciar su espalda, sin embargo fue detenido por un rápido movimiento de Vera, ahora Valien.
—Sin mi permiso nadie me toca, no importa si te dices ser cercano a mi, a menos que quieras perder las manos o mejor aún, tu vida— su mirada era asesina, como solo ella podía mirar a sus enemigos y sabiendo el final de todo, ya odiaba a todos los que tenía a su alrededor.
Desde ese momento, con solo 21 años de edad, Valien comenzó a alejarse de todos sus compañeros de batalla, comía sola y peleaba sola, no le importaba si alguno de sus aliados estaba a punto de morir y podía salvarlo, siempre seguía adelante y continuaba con lo que ella llamaba su deber.
—Eres una maldita perra, pudiste salvar a mi hermano y no lo hiciste— un joven rubio, empujó a Valien frente a todos los sobrevivientes y le reprochaba su mal compañerismo.
—Yo estoy aquí para pelear por el imperio, no me enviaron a salvar a ningún incompetente que no sabe cómo empuñar una espada, si quieren que los salve como si fueran niños pequeños, hubieran traído a sus madres, no son nadie para que yo los esté salvando, cumplo con mi deber y nada más— dejando petrificados a todos por su aclaración, se retiró a la que sería su tienda, pues a pesar de no ser la única mujer ahí presente, si era la única mujer que estaba peleando en medio del campo de batalla y gracias a sus dotes de su vida anterior, pudo satisfacer su sed de sangre en contra del enemigo. Por esa razón, le dieron una tienda para ella sola, un privilegio que se había ganado con esfuerzo.
—«No se porque me eligieron, pero no te voy a defraudar mi Valien, si algún día llegas a regresar, te iré limpiando el camino para que no sufras y tengas una vida feliz y muy larga.»— no dejaba de suspirar al recordar que su única misión en este lugar, era lograr que Valien y el archiduque fueran felices.
—Vera, despierta… Vera, despierta—
—¿Esto es un sueño?— somnolienta se preguntaba.
—Soy Valien, la verdadera— sorprendiendo a Vera, le informó
—¿Volverás a tu cuerpo?— por alguna razón se sintió afligida, solo quería escuchar la verdad.
—No, ya es tarde para mí. Desde siempre me vi obligada a hacer lo que los demás querían, ahora que tengo la libertad de morir en paz, lo haré. Te encargo a mi familia y su bienestar es lo único que me preocupa, nada más es importante, de ahora en adelante, considera está tú nueva vida y se feliz, tan feliz por las dos— solo la voz escuchada, se desvaneció en el oscuro silencio de la noche y así la nueva Valien abrió los ojos, dándose cuenta de que un nuevo día había llegado.
—«Haré que tus deseos se hagan realidad, gracias mi protagonista favorita, espero no defraudar tu confianza»— dio su último suspiro y se aseguró de ser ella misma de ahora en adelante, nada más importaría, más que volver a casa con la familia de su salvadora y protegerla a toda costa.
Te felicito por tan placentera obra 😉