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Amatista

Amatista

Status: Terminada
Genre:Completas / Elección equivocada / Pareja destinada / Viaje a un mundo de fantasía / Edad media / Polos opuestos enfrentados / Bestia
Popularitas:179.2k
Nilai: 5
nombre de autor: thailyng nazaret bernal rangel

Segundo libro de la saga colores.

Prisionero de los campos de sal de Hilaria, O'Brian Adaleón es liberado por un hombre de negocios antes de cumplir su condena, con el fin de ofrecer trabajo como escolta de su revoltosa hija. Lo que al principio le parecerá una auténtica molestia, se convertirá en el comienzo de una hermosa historia de amor.

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TRATO HECHO

...O'BRIAN:...

El sujeto me llevó afuera de fuerte, allí había un carruaje, pero no entré de inmediato.

— ¿Quién rayos eres? — Exigí, no era tan tonto para marcharme con ese infeliz sin saber que era lo que quería de mí.

— Soy Robert Leian, un empresario acaudalado — Dijo, sin mucha molestia, tendiendo su mano hacia mí, pero no la tomé.

— ¿Qué quieres de mí?

— Sencillo — Se encogió de hombros, bajando su mano — He sufrido una serie de ataques, así que necesito de la experiencia y la fuerza de un sujeto como tú para resolver este asunto, me hurgue saber quién me quiere muerto y eliminarlo por supuesto.

— Ah, ¿Osea qué quiere que yo haga el trabajo sucio? — Dije con sarcasmo.

— Si y servirme de guardaespaldas, tengo una familia por la que me preocupo y debido a esto no vivimos tranquilos... Así que vine acá en busca de algún matón con experiencia y el comandante me lo ha recomendado a usted, dice que es el peor sujeto que ha pisado los campos de sal — Sonrió, como si el fuerte fuera una tienda de asesinos a sueldo — Pero, quisiera hablar de esto con más calma, en el carruaje... El sol está demasiado fuerte.

— No iré con usted a ningún lado — Me crucé de brazo, notando que mis ropas parecían las de un esclavo al lado de la ropa fina de ese infeliz — ¿Si no me da la gana de aceptar? ¿Cuál es el problema? — Lo observé de forma intimidante, pero no sé inmutó.

— Yo le devolví la libertad, es lo justo que me ayude, le repito que le pagaré bien por esto.

— ¿Cuánto?

— Veinte piezas de oro por semana y cuando acabe el trabajo podrá marcharse, además le daré comida y techo, si rechaza ésta oferta, no es muy inteligente — Dijo y me quedé callado, era una apetitosa oferta. Tenía que estar ahogándose en oro para ofrecer un sueldo así.

— Ya no soy un asesino.

— La gente que me está atacando son evidentemente personas malas, debería hacer una excepción, una última vez... ésta oferta que le ofrezco es única, ningún otro hombre le pagaría como yo y bien dicen que las oportunidades se presentan una sola vez.

No me quedaba duda de que era un empresario, hablaba de negocios con mucha experiencia.

— Acepto.

El hombre sonrió y abrió la puerta del carruaje.

— Entonces, andando.

Inhalé con fuerza y subí al carruaje, el interior se estremeció con peso. A pesar de estar más delgado, mi altura me hacía pesar el doble que otros hombres.

Me senté en uno de los asientos y el hombre tomó el asiento frente a mí. Después tocó el techo del carruaje para avisar al cochero, empezamos andar por el camino y observé por la ventana.

No cabía duda de que estaba en otro reino, no había nada parecido a Floris. Las tierras eran calurosas y áridas, pero conforme iba avanzando, las palmeras y plantas tropicales fueron cambiando por otro follaje más espeso. Árboles de rico color verde y exttañas casas que se visualizaban, de un solo piso, largas y con ventanas pequeñas, con techos de paja y tejas.

Había ganados de ovejas y vacas en las colinas. Muy linda aquella vista.

— ¿A dónde vamos? — Pregunté y el risueño amplió más su sonrisa.

— A mi casa, Señor O'Brian.

— ¿Meterá a una asesino desconocido a vivir bajo su mismo techo? — Me reí por la estupidez.

— Si, lo haré, si usted se atreve a actuar en mi contra volverá al fuerte y no solo eso, capaz y le dejan más de cincuenta años de sentencia — Me amenazó con un tono sutil — Estoy seguro de que usted no hará nada, no va a atacarme.

— ¿Cómo está tan seguro? Sus amenazas no me causan ningún temor.

— El oro mueve montañas — Me observó despreocupado y supe que estaba ante un ambicioso que compraba todo con dinero — Y ese mismo oro le servirá para vivir cómodamente el resto de su vida o por lo menos unos cuantos años, puede ser un asesino, pero no tiene la cabeza hueca ¿O sí?

— No, no la tengo.

— Lo sabía, usted y yo seremos muy buenos socios — Otra sonrisa entusiasta — Temo que ya no podrá usar su nombre, se supone que murió.

De estar en Floris eso no me hubiese servido de nada, mi apariencia era tan fácil de distinguir, hasta ahora no había conocido a otra persona que hubiese nacido con ausencia de color en su apariencia.

— Llámeme Alfred Elmar, es un hombre común que no levantará ninguna sospecha.

Asintió con la cabeza.

Después de varias horas de camino, el carruaje entró en una propiedad lo bastante lujosa para disipar cualquier duda de mi mente.

Nos detuvimos en la entrada, después de que dos sirvientes abrieron las rejas de la entrada para dejar pasar el carruaje.

El Señor Robert ajustó su sombrero y bajó con tanta elegancia como la de un aristócrata, pero sabía que no estaba ante un hombre de sangre azul.

Bajé después de él, observando todo a mi alrededor. Los setos de jardín tenían formas de animales y había muchas esculturas.

El personal recibió al señor, pero al verme se detuvieron en seco, parecía impactados y como el apodo que había recibido en el fuerte, parecía un fantasma.

— El es Alfred Elmar, se encargará de cuidar de nuestra seguridad — Dijo el señor al mayordomo y los demás.

Asintieron y me saludaron brevemente, pero con tanta incomodidad que no podían disminular.

Seguí al que sería mi nuevo patrón a las escaleras de la amplia entrada. Las escaleras era de mármol y había esculturas a ambos lados de los muros, querubines.

El mayordomo se apresuró y abrió la puerta para nosotros.

Quedé más impresionado con el interior, el color blanco parecía seguirme a todas partes. Todo era blanco, las paredes, el suelo y las escaleras del amplio vestíbulo. A excepción de las cortinas violetas que cubrían las largas ventanas en arco al final de las escaleras.

Arriba habían lámparas de telaraña, colgando de un techo en arco que parecía de una catedral.

Unas sirvientas aparecieron, con expresiones pálidas al verme.

— Señor ¿Cómo ha ido su viaje?

— Bien ¿Dónde está Roguina?

— La señorita salió — Dijo una de ellas y el Señor Robert se estremeció.

— ¿Cómo que salió? — Gruñó enfadado — ¡Se supone que no debe salir sola! ¿Dónde estaban ustedes? ¿Por qué no la detuvieron?

— ¡Nos dejó encerradas en el baño y escapó por el muro del jardín!

— ¿Por el muro? ¡Cuando regrese me da a oír, esa niña le hacen faltas riendas!

¿Una niña? ¿Escapando? Si esto incluía ser niñero prefería quedarme cargando sal.

— ¿Y el señor quién es? — Preguntó la más joven, con un tono lleno de desconfianza.

— ¡El Señor es Alfred Elmar, mi guardaespaldas, preparen un baño y una de las habitaciones de servicio, de ahora en adelante se quedará aquí hasta que de con el causante de los ataques!

El pánico en las sirvientas aumentó, pero obedecieron de inmediato.

— ¿Qué le parece la mansión? ¿Es igual o mejor que el castillo de Floris? — Preguntó, presumido.

— Cualquier lugar que no sea el castillo es mil veces mejor.

...****************...

El baño estuvo listo y las sirvientas me guiaron hacia mi nueva habitación, más blanco y amatista llenando el lugar.

Me quité la ropa frente a las sirvientas, como solía hacerlo en el castillos, pero por sus rostros sonrojados y nerviosos allí no tenían la misma costumbre.

Al sumergirme en la bañera mi piel ardió, pero también sentí un alivio que me hizo suspirar y cerrar mis ojos. Hacía tanto tiempo que no tomaba un baño decente.

Las sirvientas recogieron el uniforme roto y sucio.

— Mejor voten eso está tan sucio que podría contaminar todo un río — Gruñí, apoyando mi cabeza del borde, me observaron como si hubiese dicho que les rompería el cuello, se retiraron a prisa después de meter la ropa en una cesta.

El jabón se cortó debido a la sal y la suciedad en mi cuerpo, pero me levanté para tomar más de la repisa.

Me apliqué uno con fragancia de lavanda y pasé casi dos horas allí, apreciando los lujos. Las llaves eran de plata y los azulejos de porcelana fina.

Con razón atacaban tanto al empresario, me pregunté que clase de negocios tenía aquel sujeto para vivir como un príncipe. No era mi problema, lo único que quería era ganar piezas suficientes para vivir en otra parte de Hilaria.

Al salir del baño encontré ropa limpia y ligera sobre la enorme cama.

Me terminé de secar y me vestí.

Los pantalones sueltos me quedaban cortos, apenas alcanzaban a cubrir mis pantorrillas y la camisa demasiado pegada, además de que tenía mangas cortas, no podía verme más ridículo.

Me coloqué los extraños zapatos, eran suelas con simples tiras de cuero que se enganchaban al tobillo. No me servían, me apretaban.

Decidí observarme al espejo.

Los meses en los campos de sal me habían pasado factura, tenía la piel rojiza y quemada y una barba lo bastante larga para lucir como un anciano.

El cabello me llegaba al cuello y rozaba mis cejas.

Decidí corregir eso y volví al baño para afeitarme la barba y cortarme el cabello.

Salí de la habitación cuando estuve listo, como quedaba en el primer piso no tuve demasiados problemas en encontrar en vestíbulo.

Otros sirvientes me guiaron al comedor, donde se hallaba el Señor Robert, cenando solitario en una enorme mesa repleta de platillos exquisitos.

— Oiga, necesito ropa más apropiada, ésta me queda pequeña y estás ridículas cosas me aprietan — Señalé los zapatos.

— Se llaman sandalias y son muy típicas en Hilaria.

— Así no podré combatir con ningún rufián, necesito botas, ropas gruesas, armas también... Le pagaré cuando tenga mi primer sueldo.

— Claro, la modista vendrá mañana a tomarle las medidas a mi hija, aprovecharemos para que también se las tomen a usted y que le haga ropa de su estilo... Esa era la talla más grande, pensé que le quedaría — Dijo, aguantando las ganas de burlarse al verme de pies a cabeza — Tome asiento, coma.

Me senté en una de las sillas y empecé a llenar mi plato sin molestarme en ser educado.

— ¿Dónde está su familia? — Pregunté, no es que interesara, pero tenía que indagar sobre el hombre que me había contratado.

— Solo somos mi hija y yo, su madre murió hace diez años.

— Me gustaría saber los detalles de esos ataques que ha recibido — Dije mientras empezaba a comer, llenando mi boca con enormes porciones de carnes y frijoles, había platos desconocidos que también iba a probar, típicos de Hilaria.

La comida era tan deliciosa que se me hacía agua la boca, después de comer bazofia era de esperarse que cualquier otra cosa me pareciera un manjar.

— Recibí un ataque hace como dos semanas, iba en mi carruaje cuando sujetos armados me atracaron, sabían mi nombre y me amenazaron... Además, una de mis propiedades fue saqueada e incendiada, la persona que lo hizo dejó un nota, amenazándome de atentar contra mi vida y la de mi hija — Gruñó y tragué con fuerza — Todavía conservo el papel por si desea leer lo que dice.

— Lo más probable es que quieran dinero — Dije, con la boca llena — Así que le sugiero estar más atento con su hija, pueden raptarla para sobornarlo.

Palideció.

— No es momento de hablar de trabajo, mañana temprano lo haremos, ahora disfrutemos de la cena.

Tomó una copa y la levantó en señal de brindis.

...****************...

Comí hasta reventar y me despedí del Señor Robert cuando el sueño me alcanzó. Me dió las buenas noches y salí del comedor, aunque en el camino a mi habitación se me despegaron las afeminadas sandalias y terminé caminando descalzo.

Al acostarme me quedé rendido de inmediato, tanto tiempo durmiendo sobre tablas hicieron que me sintiera en una nube espesa.

Empecé a soñar, con la Duquesa Eleana o más bien con un recuerdo.

La veía entrenar en el jardín, mientras custodiaba aquella casa desde una colina cercana, usando un larga vista hacia la mansión. Me encontraba sentado al pie de un árbol, admirando cada movimiento de su mano cuando se alzaba para aventar una daga.

La rapidez de sus movimientos me dejaban atónito y cuando luchaba con su hermano, se hacía más fuerte cada día, a pesar de tener una discapacidad en el tobillo.

Empecé a admirarla y no pude evitar tener dudas, no quería raptarla, no deseaba que mi hermana le hiciera daño, porque al verla me sentía de una forma que no comprendía.

Anhelaba estar cerca de ella y cuando al fin salió de la mansión me apresuré a seguirla, movido más por la emoción que por cumplir la misión.

Pero cuando sus ojos se posaron en mí en la plaza del puerto, solo hubo miedo y rechazo. Por eso decidí que no le haría daño y que trataría de ayudarla a escapar, aunque al final no resulté ser el héroe, el Duque Dorian fue más rápido, con el ejército de guerreros de Hilaria salvó no solo al reino de Floris sino también a su esposa.

"Jamás será tuya" Había gritado el duque después de darme un puñetazo y tenía toda la razón, ambos se amaban, yo había llegado demasiado tarde a la vida de Eleana.

Un sonido me despertó, me puso de un salto sobre la cama y por un instante no reconocí mi entorno.

Era un sonido irritante y salí de la cama cuando se prolongó.

Salí de la habitación, todo estaba oscuro, pero por las ventanas entraba la luz de la luna y eso me permitió caminar por el pasillo, siguiendo el sonido hasta un viejo reloj en el vestíbulo.

Parecía estar trabado, las agujas se habían detenido a las doce en punto y no cambiaban.

Observé a todas partes, a nadie parecía molestarle aquel sonido tan insoportable.

Le dí con el puño hasta que se cayó y las manecillas cambiaron.

Todo quedó en silencio y me giré hacia mi habitación.

Había una mujer detrás de mí, con un candelabro en las manos, observándome con los ojos abiertos de par en par.

Retrocedió abruptamente y tropezó con una mesa detrás de ella.

La observé de vuelta, notando el delicado camisón que llevaba puesto, mostrando la piel de sus largas piernas delgadas y pálidas.

Su rostro era delicado, de labios gruesos, nariz respingona y ojos grandes. Tenía el cabello negro y lo llevaba completamente suelto, cayendo sobre sus hombros delgados.

Intenté caminar hacia el pasillo, pero tomó un adorno y me lo aventó, tan inesperadamente que casi me da en la cabeza, de no ser por mis reflejos abría terminado con otra cicatriz.

El adorno se estrechó contra el reloj, haciendo que volviera el desagradable ruido.

Apreté mis puños y la observé irritado.

1
Jovis Feliz
estuvo linda la historia, pero siento como que quedó inconclusa,
Veronica Caglia
O'brian guau a mi me gustan mayores esos que se dicen señores 🎶🎶
H.M.R
Me encanto
Lizzie Cedeño
me quedé con la boca abierta al leer está línea
Lizzie Cedeño
jajaja me muero de la risa 🤣🤣
Jackeline Gaido
Son 16 años de diferencia, el tiene 35 y ella 19.
Yesenia Ortega
Escritora sensacional sin palabras que Dios te siga bendiciendo y sigas escribiendo tan bonito como siempre voy por la próxima.
BAE :) Mage
;)
Flavia Claramunt
ame las 4 historias,tanta creatividad para crear los personajes,la narración impecable y tan descriptiva,los detalles en los paisajes,vestuario,maquillaje,casas y paisajes,y siempre las historias de amor tan hermosas,una fan más de tu forma de escribir fue un placer de principio a fin,y voy a releerlas más de una vez porque sin dudas valen la pena 👏👏👏👏👏👏👏,
Flavia Claramunt
una obra maestra como todo está saga
L34578
Muy bonita
Ely Moreno
una bella historia, que nos recuerda que siempre tenemos una 2da oportunidad
María sarmiento
hermosa historia quiero leer la tercera historia. tienes esa habilidad de adentrarnos y vivir tus historias. felicidades
Eleonor Baker
Maravillosa historia llena de valentía y amor, me ha gustado sus dos gemelas genial una como cada uno de ellos
Eleonor Baker
Este par es genial, luchando y comentando cómo en fiesta del té...jijiji
Eleonor Baker
Exacto, se vio super genial porque no la amarraron, pero amarrada el cuento cambia?
Eleonor Baker
Ah caray, osea que le hubieras permitido casarse con O'Brian si pedía permiso? Ay ajaaaaaa
Ara
Claro el tener albinismo no tiene nada de malo
Ara
Felizmente que ella no se aminala
Ara
Le toca aceptar la situación al papá
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