Hacía ocho años que Valentina Rossi se había visto obligada a casarse con Leonardo Bianchi. Ambos provenían de familias influyentes , pero siempre habían vivido separados y ni siquiera habían consumado el matrimonio.
Sin embargo, ahora Valentina deseaba buscar su propia felicidad, por lo que decidió pedirle el divorcio a Leonardo. Su respuesta fue clara: él era su marido y sería también quien le proporcionaría esa felicidad.
Al principio, Valeria se negó a intentarlo siquiera; al fin y al cabo, Leonardo un conocido donjuán. Pero las circunstancias, incluyendo la crisis de salud de su padre, lo empujaron a reconsiderar su decisión y la hicieron cambiar de opinión.
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Capítulo 3 : Un Encuentro en la Mansión Bianchi
Valentina sabía que había llegado el momento de tomar medidas más drásticas. Había intentado razonar con Leonardo y buscar una solución legal, pero se daba cuenta de que necesitaría un apoyo más sólido para lograr su objetivo. Sabía exactamente a quién recurrir: el patriarca de la familia Bianchi, Don Alessandro.
Don Alessandro Bianchi era un hombre de gran influencia y poder dentro de la familia y en la sociedad italiana. Si alguien podía hacer entrar en razón a Leonardo, era su abuelo. Con esta convicción, Valentina decidió visitar la majestuosa mansión Bianchi.
La Llegada a la Mansión
El coche de Valentina avanzaba por el largo camino de entrada que conducía a la imponente mansión. Las arboledas bien cuidadas y los jardines perfectamente diseñados hablaban del estatus y la riqueza de la familia Bianchi. Mientras el coche se detenía frente a la gran entrada principal, Valentina respiró profundamente, preparándose para la conversación que estaba por venir.
Un mayordomo la recibió, conduciéndola a la sala de estar donde Don Alessandro esperaba. El patriarca estaba sentado en un sillón de cuero, con un porte digno y autoritario. A pesar de sus años, sus ojos aún mostraban una inteligencia aguda y una fuerza de voluntad inquebrantable.
—Valentina, qué sorpresa verte aquí —dijo Don Alessandro, levantándose para saludarla—. Siéntate, por favor.
—Gracias, Don Alessandro —respondió Valentina, tomando asiento frente a él.
El patriarca la observó con interés, notando la determinación en su mirada. —Dime, ¿qué te trae a mi casa?
Valentina enderezó los hombros, sabiendo que debía hablar con claridad y franqueza. —Vine porque necesito su ayuda. Estoy buscando el divorcio de Leonardo, y necesito que me ayude a hacerlo entrar en razón.
Don Alessandro levantó una ceja, sorprendido pero intrigado. —¿El divorcio? Explícate.
—Como usted sabe, nuestro matrimonio fue arreglado cuando yo era apenas una adolescente —comenzó Valentina—. Han pasado ocho años, y en todo este tiempo, Leonardo y yo nunca hemos tenido una verdadera relación de pareja. Nuestro matrimonio nunca se consumó. Vivimos vidas separadas y, francamente, estoy cansada de esta situación. Quiero una oportunidad para rehacer mi vida.
El patriarca la miró en silencio por unos momentos, asimilando sus palabras. —Entiendo tu frustración, Valentina. Pero el divorcio no es algo que se tome a la ligera en nuestra familia.
—Lo sé —respondió ella—. Pero no estoy pidiendo esto a la ligera. He pensado mucho en ello. Leonardo ha dejado claro que no tiene intención de cambiar, y yo no puedo seguir viviendo de esta manera. Además, si es necesario, puedo pedir la anulación del matrimonio, ya que nunca se consumó.
Don Alessandro frunció el ceño, reflexionando sobre sus palabras. —Eso complicaría las cosas aún más. La anulación es un asunto serio.
—Lo sé, pero estoy dispuesta a hacerlo si es necesario —insistió Valentina—. Solo pido una reunión con usted y Leonardo, para que podamos hablar de esto abiertamente.
El patriarca se quedó en silencio durante unos instantes, sopesando sus opciones. Finalmente, asintió. —Muy bien, Valentina. Hablaré con Leonardo y organizaremos una reunión. Pero debes estar preparada para lo que pueda surgir de esta conversación.
—Lo estoy, Don Alessandro —dijo Valentina con determinación—. Gracias por su ayuda.
Preparativos para la Reunión
Valentina pasó los días siguientes preparándose mentalmente para la reunión. Sabía que no sería fácil enfrentarse a Leonardo en presencia de su abuelo, pero estaba decidida a mantener su posición. Esta era su oportunidad para liberarse de un matrimonio sin amor y buscar la felicidad que tanto anhelaba.
La reunión se programó para una tarde en la biblioteca de la mansión Bianchi, un lugar que exudaba autoridad y tradición. Valentina llegó temprano, queriendo asegurarse de que estuviera lista para lo que estaba por venir.
Cuando Leonardo llegó, su rostro estaba tenso, claramente irritado por la situación. Se sentó frente a Valentina, y ambos esperaron en silencio la llegada de Don Alessandro.
Finalmente, el patriarca entró en la biblioteca, su presencia imponente dominando la habitación. Se sentó en la cabecera de la mesa, mirando a ambos con seriedad.
—Gracias por venir, Leonardo —comenzó Don Alessandro—. Valentina tiene algo importante que discutir con nosotros.
Leonardo miró a Valentina con una mezcla de frustración y desafío. —Ya sé de qué se trata esto. ¿Realmente piensas que puedes obtener el divorcio?
—Leonardo, este matrimonio no tiene sentido —dijo Valentina, tratando de mantener la calma—. Nunca hemos sido una pareja real. Ambos merecemos la oportunidad de buscar la felicidad por separado.
—Este matrimonio fue un acuerdo familiar —replicó Leonardo—. No puedes simplemente deshacerlo.
—No fue un acuerdo justo para ninguno de los dos —respondió Valentina—. Yo era una niña, y tú nunca quisiste este matrimonio. No tiene sentido seguir fingiendo.
Don Alessandro intervino, su voz firme y autoritaria. —Leonardo, escúchala. Valentina tiene derecho a expresar sus sentimientos. Este matrimonio no ha sido lo que esperábamos. Debemos considerar lo que es mejor para ambos.
Leonardo miró a su abuelo, sorprendido por su apoyo a Valentina. —¿Estás de su lado, abuelo?
—No se trata de tomar lados, Leonardo —respondió Don Alessandro—. Se trata de encontrar una solución que sea justa para ambos. Si Valentina no es feliz, y tú tampoco lo eres, ¿qué ganamos manteniendo este matrimonio?
Valentina sintió una oleada de gratitud hacia el patriarca. —Gracias, Don Alessandro. Solo quiero una oportunidad para vivir mi vida de una manera que me haga feliz. Si eso significa pedir la anulación del matrimonio, estoy dispuesta a hacerlo.
Leonardo se levantó bruscamente, su rostro rojo de ira. —Esto es ridículo. No te daré el divorcio, y no permitiré que humilles a nuestra familia de esta manera.
—Leonardo, si realmente te importara nuestra familia, aceptarías que esta situación no puede continuar —dijo Valentina con firmeza—. No estoy pidiendo esto por capricho. Es lo que necesito para ser feliz.
—¡Feliz! —gritó Leonardo, golpeando la mesa con el puño—. ¡Esto no es sobre tu felicidad! Es sobre el honor y las tradiciones de nuestra familia.
Don Alessandro levantó una mano, llamando al orden. —Leonardo, basta. No resolveremos nada con gritos. Necesitamos encontrar una solución que respete tanto nuestras tradiciones como los deseos de Valentina.
Leonardo respiró hondo, tratando de controlar su ira. —¿Y cuál sería esa solución, abuelo? ¿Dejar que Valentina se vaya y humille a nuestra familia?
—No se trata de humillación, Leonardo —dijo Don Alessandro con calma—. Se trata de aceptar la realidad de la situación. Valentina tiene razón en que este matrimonio nunca fue consumado, y si ella desea una anulación, tiene derecho a buscarla.
Valentina se sintió fortalecida por el apoyo del patriarca. —Leonardo, sé que esto es difícil para ti, pero no podemos seguir así. Ambos merecemos algo mejor.
Leonardo la miró con una mezcla de frustración y resignación. —¿Y qué propones que haga? ¿Simplemente firme los papeles del divorcio y te deje ir?
—Sí, Leonardo. Eso es exactamente lo que propongo —dijo Valentina—. Podemos hacerlo de manera amistosa y discreta, sin necesidad de escándalos. Pero necesito tu cooperación.
Hubo un largo silencio en la habitación mientras Leonardo miraba a su abuelo y luego a Valentina. Finalmente, suspiró profundamente, como si toda la resistencia se desvaneciera de golpe.
—Está bien, Valentina —dijo, su voz cargada de cansancio—. Si esto es lo que realmente quieres, firmaré los papeles. Pero que quede claro que lo hago por el bien de la familia, no porque crea que es lo correcto.
saludos y bendiciones desde CHILE 🇨🇱🇨🇱🇨🇱🤗🤗
Agradezco profundamente cada comentario y crítica que recibo sobre mis obras, ya que todas aportan a mi crecimiento como escritora. Sin embargo, me gustaría tomar un momento para reflexionar juntos sobre algunas críticas que pueden ser percibidas como ofensivas.
Entiendo que no todos disfruten de mis escritos de la misma manera y respeto todas las opiniones. No obstante, es importante recordar que la crítica constructiva es aquella que aporta sugerencias y comentarios útiles que pueden ayudar a mejorar el trabajo. Este tipo de crítica es invaluable y siempre bienvenida.
Quisiera también recordarles que quienes escribimos estas obras lo hacemos por amor a la escritura, no necesariamente como profesionales, sino como apasionados por contar historias y compartirlas con ustedes. Escribir es una parte esencial de nuestra vida y lo hacemos con la intención de conectar y entretener, no siempre con el dominio técnico de un autor consagrado.
Los invito a que sigamos compartiendo nuestras impresiones con respeto y empatía, recordando siempre que detrás de cada obra hay una persona que ha puesto su corazón y esfuerzo en ella. Sus opiniones son importantes, y cuando se expresan de manera constructiva, tienen el poder de contribuir positivamente al proceso creativo.
Gracias por su comprensión y apoyo continuo.
Con aprecio,
Araceli Settecase