Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capitulo 11
La tensión en el castillo alcanzó su punto álgido con la lectura del
testamento del difunto duque. Todos los familiares se reunieron en el gran
salón, sus rostros expectantes y llenos de avidez. Eliza estaba presente, con
Thomas y Anne a su lado, su corazón palpitando con nerviosismo. Sabía que esta
lectura definiría el futuro de los niños y de ella misma.
El notario, un hombre anciano y serio, se puso de pie y comenzó a leer el
documento en voz alta.
—"Yo, Richard, Duque de Gotha, en pleno uso de mis facultades, declaro
las siguientes disposiciones para mi última voluntad y testamento..." —La
voz del notario resonó en la sala, captando la atención de todos.
Eliza escuchaba atentamente, sus manos aferradas a las de los niños.
Finalmente, el notario llegó a la parte crucial del testamento.
—"En lo que respecta a la tutela de mis hijos menores, Thomas y Anne, y
la administración del ducado, confío plenamente en Lady Eliza de Gotha, mi
esposa, a quien otorgo el título de Duquesa de Gotha y la responsabilidad de
ser la tutora legal de mis hijos. Hasta que mi sucesor cumpla la edad establecida."
Un murmullo de sorpresa y descontento recorrió la sala. Los familiares
intercambiaron miradas indignadas y algunos comenzaron a protestar
abiertamente.
—¡Esto es una farsa! —exclamó un primo lejano—. ¡Ella no tiene derecho a
este título ni a estas tierras!
Eliza mantuvo la calma, aunque por dentro sentía una oleada de miedo y
determinación. Dio un paso adelante, sosteniendo la mirada de los nobles.
—El testamento del duque es claro y vinculante. Soy la Duquesa de Gotha y la
tutora legal de Thomas y Anne. Cualquier disputa sobre este asunto será tratada
con la ley.
Los caballeros presentes, leales al duque y ahora a Eliza, se pusieron de su
lado, mostrando su apoyo. Uno de ellos, el capitán de la guardia habló con
firmeza.
—La voluntad del duque será respetada. Lady Eliza es la duquesa y tiene toda
nuestra lealtad.
Los familiares protestaron aún más fuerte, pero Eliza no se dejó intimidar.
Su voz resonó con autoridad.
—Ordeno a todos los familiares no residentes en este castillo que se retiren
inmediatamente. No se tolerará ninguna insubordinación. Mi responsabilidad es
asegurar la paz y el bienestar de mis hijos y del ducado.
Thomas, con la valentía que había demostrado antes, se puso al lado de
Eliza. —Hagan lo que dice mi madre. Ella es la duquesa y cuidará de nosotros.
Anne también se acercó, asintiendo con la cabeza. —Sí, por favor, váyanse.
Los sirvientes, leales a Eliza, ignoraron cualquier orden de los demás
familiares y se alinearon detrás de la nueva duquesa. Uno a uno, los nobles
fueron obligados a salir del castillo, su furia y resentimiento claros en sus
rostros.
La semana que siguió fue agitada. Eliza trabajó incansablemente para
asegurar que todo estuviera en orden y que los niños se sintieran seguros.
Aunque estaba agotada, se sintió aliviada de haber superado la primera gran
prueba de su nuevo rol.
Una noche, durante una tormenta particularmente fuerte, un acontecimiento
inesperado sacudió el castillo. Eliza estaba en la escalera principal,
observando cómo los truenos y relámpagos iluminaban el cielo, cuando un
sirviente corrió hacia ella.
—Mi señora, un carruaje se acerca.
Eliza frunció el ceño. —¿Un invitado? No he recibido ninguna notificación.
Bajó las escaleras con Thomas y Anne siguiéndola de cerca, ambos curiosos y
un poco asustados. En la entrada del castillo, un hombre de finas vestiduras
estaba de pie, su capa adornada con el escudo del ducado en hilos de fino oro.
Su cabello oscuro y sus ojos azules, tan brillantes como los de la primera
duquesa en el cuadro del pasillo, lo delataban.
Eliza sintió un escalofrío al reconocer a Alexander, el hijo mayor del
difunto duque, y el hermano de Thomas y Anne.
Ciertamente se parecía al duque, pero era tan bello como su madre.
—Alexander —murmuró, sintiendo una mezcla de sorpresa y tensión.
Alexander hizo una reverencia ligera, su expresión seria y evaluativa. —Lady
Eliza, he regresado para reclamar mi lugar en el ducado. Y para ver a mis
hermanos.
Eliza mantuvo su compostura, aunque su mente estaba llena de preguntas y
preocupaciones. La llegada de Alexander podía cambiar muchas cosas, y tenía que
estar preparada para enfrentarse a este nuevo desafío.
—Bienvenido de vuelta, Alexander —dijo finalmente—. Por favor, entra. Hay
mucho que discutir.
Mientras Alexander entraba al castillo, Eliza sabía que las verdaderas
pruebas apenas comenzaban. Con la llegada del heredero legítimo, la dinámica
del ducado estaba a punto de cambiar drásticamente.