Después de un devastador adiós, la vida de Lucía cambia drásticamente. En su nuevo trabajo como asistente en una prestigiosa empresa, descubre que su jefe es el imponente y enigmático CEO, Alejandro Ferrer. Desde el primer día, Alejandro se muestra distante y frío, pero detrás de esa fachada se esconde un hombre marcado por traiciones y engaños del pasado.
A medida que Lucía se sumerge en el mundo corporativo, se enfrenta a desafíos y rivalidades, descubriendo que la oficina es un campo de batalla donde la venganza y la ambición están a la orden del día. Pero lo que Lucía no sabe es que Alejandro ha puesto sus ojos en ella. Pese a que Lucía no siente lo mismo, Alejandro está decidido a luchar por su amor, desafiando las sombras de su pasado y enfrentando cualquier obstáculo que se interponga en su camino.
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Capítulo 1: Un Nuevo Comienzo
Lucía caminaba con paso firme por las puertas giratorias de la imponente torre Ferrer. Los nervios le revoloteaban en el estómago, pero su rostro mostraba determinación. Había trabajado duro para llegar hasta aquí, y este nuevo trabajo era su oportunidad de empezar de nuevo, lejos de los fantasmas de su pasado.
La recepción estaba decorada con mármol blanco y relucientes cristales. Un moderno y elegante mostrador dominaba el centro, donde una recepcionista con una sonrisa profesional le indicó que tomara asiento. Mientras esperaba, Lucía no podía evitar sentirse pequeña ante la majestuosidad del lugar. Los empleados pasaban apresurados, hablando en susurros, con expresiones serias y concentradas. Era evidente que la Torre Ferrer no era un lugar para los débiles.
Finalmente, una mujer de mediana edad con un elegante traje gris se acercó a ella. “Señorita Hernández, soy Marta, la directora de recursos humanos. Sígame, por favor.”
Lucía la siguió por un largo pasillo adornado con obras de arte modernas. Marta le explicaba los detalles del trabajo mientras caminaban, pero Lucía apenas podía concentrarse. Su mente estaba ocupada con la figura del hombre al que iba a conocer. Alejandro Ferrer, el CEO de la empresa, era conocido no solo por su impresionante éxito empresarial, sino también por su carácter implacable y reservado.
Llegaron a un ascensor privado que los llevó directamente al último piso. Las puertas se abrieron a una oficina que parecía sacada de una revista de diseño. Ventanas de piso a techo ofrecían una vista panorámica de la ciudad, y en el centro de la habitación, detrás de un amplio escritorio de madera oscura, estaba Alejandro Ferrer.
Era aún más imponente en persona. Alto, con el cabello negro cuidadosamente peinado hacia atrás, y unos ojos grises que parecían ver a través de ella. Vestía un traje negro impecable que resaltaba su figura atlética.
“Señor Ferrer, esta es Lucía Hernández, su nueva asistente,” anunció Marta con profesionalidad.
Alejandro levantó la vista de sus documentos y la miró fijamente. Lucía sintió que sus piernas flaqueaban por un instante bajo la intensidad de su mirada, pero se recompuso rápidamente y le ofreció una mano firme.
“Encantada de conocerlo, señor Ferrer,” dijo con voz clara, aunque su corazón latía desbocado.
Alejandro estrechó su mano con firmeza, sin apartar la vista de sus ojos. “Bienvenida, señorita Hernández. Espero que esté lista para trabajar duro. Aquí no toleramos la mediocridad.”
Sus palabras fueron frías y directas, pero Lucía no se amedrentó. “Estoy lista para dar lo mejor de mí, señor,” respondió con la misma firmeza.
Alejandro asintió levemente y volvió a sus documentos. “Marta, por favor, muéstrele su estación de trabajo y asegúrese de que tenga todo lo necesario para empezar de inmediato.”
Lucía siguió a Marta fuera de la oficina del CEO, sintiendo que había superado la primera prueba. Su estación de trabajo estaba ubicada justo afuera de la oficina de Alejandro, lo que significaba que estaría bajo su mirada atenta todo el tiempo. Marta le dio una rápida introducción a sus tareas y le dejó un paquete de documentos para que se familiarizara con ellos.
Mientras se sumergía en el trabajo, Lucía no podía evitar preguntarse qué tipo de hombre era realmente Alejandro Ferrer. Había escuchado rumores sobre su dureza y su falta de piedad en los negocios, pero también había historias sobre su lealtad y su integridad. Decidió que lo descubriría por sí misma, sin dejarse llevar por las habladurías.
Las horas pasaron rápidamente y, cuando el reloj marcó las seis de la tarde, la oficina comenzó a vaciarse. Lucía seguía trabajando en su estación, revisando y organizando los documentos que le habían dejado. De repente, sintió una presencia detrás de ella. Al voltear, encontró a Alejandro de pie, observándola con esos ojos grises que ahora parecían llenos de curiosidad.
“Ve que ha decidido quedarse después de la hora,” comentó él, cruzando los brazos sobre su pecho.
“No quería dejar nada pendiente para mañana,” respondió ella, tratando de mantener la calma.
Alejandro esbozó una leve sonrisa, una rareza según los rumores. “Eso es bueno. La dedicación es algo que valoro en mis empleados. Pero no se exceda. El equilibrio también es importante.”
Lucía asintió, agradecida por el consejo. “Lo tendré en cuenta, señor.”
“Puede llamarme Alejandro,” dijo él, sorprendiéndola una vez más. “Nos veremos mañana, Lucía. Buenas noches.”
“Buenas noches, Alejandro,” respondió ella, sintiendo una extraña mezcla de satisfacción y nerviosismo.
Mientras veía a Alejandro desaparecer por el pasillo, Lucía se dio cuenta de que trabajar para él no sería fácil, pero también supo que no se rendiría. Había algo en ese hombre que la intrigaba, algo que despertaba su curiosidad y su determinación.
El nuevo comienzo había sido desafiante, pero Lucía estaba lista para enfrentarlo. Sabía que esta sería una experiencia que cambiaría su vida para siempre.