Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Merecidas vacaciones
Melanie Harper
–¡¿Trescientos euros?! –pregunto esperanzada de haber escuchado mal. Los irlandeses tienen un acento un tanto particular.
–Sí –contesta y sigue masticando goma de mascar sonoramente, sin apartar sus ojos de la película pornográfica de muy bajo presupuesto que está viendo.
Imagino que debo estar agradecida porque no se esté tocando en este momento.
–En Italia me cobraron sesenta euros por el arriendo de un vehículo, y era del año.
–No estamos en Italia.
–Lo sé, estamos en un pueblo que ni siquiera puedo pronunciar –me lamento–. ¿No puedes hacerme un precio? –pregunto tratando de lucir coqueta, pero es difícil competir con una mujer desnuda que grita palabras que ni siquiera puedo distinguir.
–No.
–¿No crees que la peli tiene mala iluminación? –pregunto–. Ni siquiera se puede ver el trasero del hombre.
–Lo único que me importa está muy bien iluminado –devuelve acomodándose el bulto del pantalón–. ¿Lo tomas o lo dejas?
Miro por la ventana de la pequeña tienda y suspiro. No hay ninguna tienda a la vista. Ni civilización si vamos a eso.
–¿Qué modelo de autos tienes?
–Auto, un solo auto. Un Volkswagen tipo 1 –responde orgulloso–. Ya no se ven esos autos por estos lados.
–No tengo idea de autos –me disculpo–. Lo importante es que ande y poder salir de aquí.
–Anda –responde–. Es el que está ahí fuera –agrega mientras apunta a un escarabajo destartalado color celeste deslavado.
Yo y mi maldita mala suerte.
–¿Trescientos euros por eso?
–Trescientos euros diarios, no lo olvides.
–¿Cómo podría? –pregunto resignada a mi destino–. ¿En qué ciudades hay puntos de venta de la empresa para dejar el auto? –pregunto sacando el mapa que compré en una gasolinera, ya que no tengo señal aquí.
–Ciudad. Una sola. Dublín.
–¿Dublín? –pregunto angustiada–. Pero eso está a más de trescientos kilómetros de aquí. ¿Podrá soportar un viaje tan largo eso? –pregunto con escepticismo mirando el destartalado auto, que pide a gritos ser retirado de circulación.
–Claro que lo hará –responde orgulloso–. Y recuerda que no tenemos seguro.
–Por supuesto que no lo tienen –digo mientras saco mi tarjeta para pagar.
–Solo efectivo. Y necesito al menos el pago de cinco días.
Muerdo mis mejillas para no gritar delante de él. Además, los gritos de la actriz son más que suficientes.
Rebusco en mi cartera y comienzo a contar los euros.
–Maldita sea, solo tengo ciento doce euros.
–Eso no paga ni la mitad de un día –dice–. ¿Podrías chupármela? –pregunta mirándome por primera vez–. No me dan asco las pelirrojas.
–Vaya, gracias –digo colocando mi mano en mi corazón–. Es lo más bonito que me han dicho hoy. –Sigo buscando en mi cartera y bolsillos, pero nada–. Además, creo que tus expectativas son muy altas –digo apuntando el televisor.
–Ella es una de las buenas. Puede hacerlo con dos hombres a la vez –me explica emocionado.
–Sí, bueno, bien por ella –digo mirando con desesperación los bolsillos vacíos de mis pantalones–. Amigo, necesito irme de aquí y no voy a chupártela –empiezo para que me entienda–. ¿Puedo pagar la diferencia cuando llegue a Dublín?
Se rasca su cabeza calva y luego niega con la cabeza.
–Dinero o cinco minutos en el cielo.
–¿Cinco minutos? –pregunto entre risas–. ¿Realmente crees que durarías cinco minutos si te la chupara? Soy realmente buena, amigo, no durarías ni un minuto –digo mientras pienso qué puedo hacer. El resplandor del diamante en mi mano llama mi atención y sonrío–. Puedo dejar una prenda de garantía, ¿verdad?
–Depende de qué prenda.
Saco mi argolla de compromiso y se la entrego ansiosa.
La revisa y luego la muerde con sus dientes de oro. –Parece cara –resuelve.
–Claro que lo es –digo de inmediato–. Lenny no compraría cualquier baratija –agrego tratando de sonar enamorada–. Y créeme cuando te digo que volveré por ella.
–Está bien, está bien –claudica y yo salto de felicidad–. Aquí tienes las llaves. Si no estás de vuelta en treinta días con mi dinero, la venderé –amenaza.
–Claro que volveré –digo, aunque la verdad todavía no decido nada respecto a Lenny.
Pausa su película y camina conmigo rascándose la enorme barriga, que puedo ver gracias a su corta camisa.
Abre la puerta y coloca las llaves en el encendido.
–Tiene tres pedales –digo insegura.
–Claro que sí, el auto necesita embriague, ¿sabes? Ah, y antes que se me olvide, en las pendientes, cuando cambies la marcha, debes embriagar dos veces.
–¿Qué pasa si lo olvido?
Sonríe con malicia. –Lo descubrirás.
–No me dijiste que el auto no es automático.
–Ahora lo sabes –dice empujándome al asiento–. Que tengas un buen viaje. Killarney te extrañará –agrega divertido.
–Eso es, Killarney –repito, tratando de pronunciar el nombre de la localidad como él lo acaba de hacer, pero fallo estrepitosamente. ¿Por qué lo sé? Porque mi amigo se ríe con tanta fuerza que se le sale un sonoro gas.
–¿No hay otro auto o alguna otra empresa? –pregunto mientras miro la caja de cambios–. Estoy acostumbrada a las letras, ¿sabes? Drive, Parking y eso, no a los números.
–No hay nada, y no creo que encuentres ningún rentacar en kilómetros. Buena suerte –dice y golpea la parte de arriba del auto, logrando que todo el lugar suene como si se fuera a romper.
Lo miro mientras regresa a la tienda. Arrugo mi nariz cuando lo veo rascarse el trasero.
Definitivamente hoy no es mi día.
–Bueno, Mel, no puede ser tan difícil. Hemos visto películas donde manejan estos tipos de autos –me recuerdo–. Y hemos pasado por cosas peores, ¿a qué sí?
Intento dar la primera marcha, apretando el pedal del embrague. El auto da un salto hacia adelante y luego se detiene haciendo un ruido horroroso.
–Vamos, por favor –le ruego.
Lo intento nuevamente, pero esta vez ni siquiera da el salto, solo se apaga.
Comienzo a sudar, y maldigo a este rentacar y a su dueño.
Tomo mi celular, tentada de llamar a Lenny, pero algo de sentido común golpea mi cara y no lo hago.
Además, no creo que tenga señal.
–Podemos hacer esto sola. Nunca hemos necesitado de nadie –me recuerdo–. Y no vamos a empezar hoy. Son nuestras vacaciones soñadas –digo–. Es verdad que no hemos empezado con el pie derecho, pero sé que todo mejorará.
Intento por una tercera vez y pego un grito de júbilo cuando el auto comienza a moverse a trompicones por el camino de tierra.
–¡Sí! –grito cuando sigue avanzando cuando cambio la marcha.
Me asusto cuando el auto hace un ruido metálico tan fuerte, que me hace doler mis oídos, pero me relajo cuando sigue avanzando.
Abro las ventanas para ventilar el horrible olor a tabaco que satura el pequeño espacio. Pronto comenzará a llover, pero por ahora todo va bien.
Al fin estoy comenzando a disfrutar de mis vacaciones soñadas.
VENDETA VENDETA
Jajajajaja me encantan las mujeres poderosas y mel tú lo eres
MUJERES AL PODER
Es mejor enfrentar las cosas jajajajaja
Pero tb recibisteis un beso de connor jajajajaja
Se te vio el plumero jajajajaja
Que pasará en esa fiesta ?
Espero que connor no tenga problemas por el anillo
Somos dos cochinotas por pensar en cosas sucias jajajajaja 😂