Debido a lo que le contó Miguel, Eliza decidió ir a conversar con la maestra del pequeño y saber qué estaba pasando. Si la profesora estaba al tanto, y que harían para ayudar a resolver la situación.
Así que al día siguiente, se despertó dispuesta a ir a la escuela, y llevar a su hijo, antes de ir a la tienda a realizar su trabajo. Sin embargo, esa mañana sentía molestia en la parte baja de su vientre. Pero como había sentido molestia el día anterior también, por las cosas que le contó Miguel que le había dicho la niña, se lo atribuyó a eso, y no le dio importancia.
Ella le comento a su esposo lo que sucedió, y aunque esté le dijo que no le diera importancia a eso, ella no podía dejarlo así. Debía decirle a la maestra al menos para que ella esté al pendiente de cualquier situación alrededor de su hijo.
Así que se preparó para llevar a su hijo mayor al colegio, y hablar unos minutos con su maestra sobre la situación, antes de ir a su trabajo de medio tiempo en la tienda. Ya dentro de algunos días debería dejar ese trabajo. Ya que estaba próxima la fecha programada de cesárea, y por lo tanto debía descansar. Además, que ya era algo difícil, trasladarse de un lado a otro, ya sea a pie o en vehículo, debido a la enorme barriga de embarazo que tenía.
Eliza decidida, llevo a Miguel a la escuela, y luego de dejarlo en su salón, le pidió a la maestra hablar un momento con ella. Como ya había sonado el timbre, y estaban entrando los niños, la docente le dio algunos minutos, ambas de pie a la puerta del salón.
-Buenos días, señora Eliza. ¿En qué le puedo ayudar? – pregunto amablemente la maestra. Ella siempre había sido muy amable con la joven mujer y con Miguel en el tiempo que ambos asistían a la escuela, que en realidad habían sido poco. - ¿Cómo va su embarazo?- pregunto amable.
-Muy bien, maestra Zaida. Gracias por preguntar. Quería conversar con usted sobre una situación que paso el dia de ayer con mi hijo Miguel y una niña de su clase… mmm, Annia creo que se llama. – explico Eliza, mientras la maestra la miraba atentamente.
En ese momento, la maestra había llamado a una de sus colegas para que la ayudara con los niños que llegaban mientras atendia a Eliza.
- Al parecer la niña le dijo que yo lo devolvería a la casa hogar al tener a mi bebe. Eso lo puso muy triste y ansioso. Y nos costo bastante a mi esposo y a mi que se calmara y volver a explicarle que eso no era cierto. Inclusive hoy nos costo hacerlo que viniera a la escuela. – siguió explicando Eliza de forma calmada – queria que supiera lo que había sucedido en el recreo ayer, y que estuviera al pendiente de mi hijo. Tal vez la niña lo hizo inocentemente, pero de algún lado salió esa suposición por demás incorrecta. – finalizo la joven madre.
La maestra Zaida la miró. Suponía que lo que había sucedido es que la representante de la pequeña había hablado algo delante de ella. Esta había escuchado, y como cualquier niño en su inocencia, se lo había dicho a Miguel a la primera oportunidad, sin medir las consecuencias. Tendría que hablar con la mama de la niña.
-Si me di cuenta que algo sucedia con el pequeño. Luego de que volvieron del receso. Esperaba que él me contara o dijera algo y no sucedió. Agradezco que haya venido a informarme, señora Eliza. Conversaré con la mama de la niña, sobre lo sucedido. No se preocupe. – respondió la maestra con una sonrisa.
-Gracias, maestra. Muy agradecida con su apoyo. – Eliza se despidió de la maestra y le hizo señas a su hijo de que se iba y le lanzo un beso por los aires, a lo cual Miguel respondió con una sonrisa y un saludo con la mano.
Eliza se retiro tranquila a su trabajo de medio tiempo. Allí la señora Jimena, dueña de la tienda, la saludo y la dejó que tomara el lugar de la cajera, para que se sentará, ya que a estas alturas no podía estar mucho tiempo de pie.
-Buenos días, señora Jimena. ¿Cómo esta hoy? – preguntó la joven mujer, mientras acariciaba su barriga, y se acercaba al mostrador.
-Buenos días. Muy bien, Eliza. ¿Cómo estas? ¿Cómo esta la barriga? – pregunto la señora con una sonrisa, mientras la ayudaba a sentarse en la silla. – sabes, que seria mejor si te quedaras en casa a descansar, ¿verdad? –
-Estamos bien. El bebé se mueve bastante, creo que ya quiere salir. – respondió contenta Eliza, sentándose. La señora Jimena tomó lugar en el otro extremo del mostrador para atender los pedidos de los clientes, y Eliza solo cobraría. – Mi esposo dice lo mismo, pero yo creo que puedo seguir trabajando por lo menos un rato cada día, asi estoy cerca de mi niño miguel para irlo a buscar al colegio, también. Además le volvi a preguntar al médico y él dijo que mientras me sintiera bien podía trabajar pero poco. Y que dos semanas antes de la cesarea debía dejar de trabajar, y descansar. Y aun falta mes y medio para eso. – dijo Eliza alegre.
- Ya veo que no te convenceremos. Esta bien. Pero ya sabes, … si te sientes mal me dices y te llevo a tu casa…
-… si te sientes mal me dices y te llevo a tu casa…
Dijeron ambas al mismo tiempo, ya que la señora Jimena no se cansaba de decírselo todo el tiempo, ya que en los cuatro meses que ha estado trabajando con ella, la señora estaba muy al pendiente de Jimena. Y hasta le ha dado algunos obsequios para su bebe.
-Gracias señora Jimena. Lo tendre en cuenta – respondio Eliza con ternura.
Y asi paso la mañana entre conversaciones y atender a los clientes que asistían a la tienda. Del malestar que había sentido en la mañana, no volvió a acordarse, ya que no había sentido ninguna molestia en el transcurso de la mañana.
Cuando fue la hora de buscar a Miguel, ya se estaba preparando para retirarse de la tienda, y despidiéndose de la señora Jimena, cuando entró la nieta de la señora, Juanita.
-Hola, buenos días, señora Eliza. ¿Cómo está? ¿Cómo está la barriga? ¿Cómo está Miguelito? – dijo la adolescente casi sin respirar – Bendición, abuela. – siguió la niña, hablando como una guacamaya.
-Niña, respira, Dios te bendiga. ¿Cómo estás mi niña? – le dijo su abuela abrazandola y besando su frente.
Mientras esto sucedia, Eliza las miraba y sonreía. Esperaba algún dia disfrutar de sus nietos asi como la señora Jimena.
-Estamos muy bien, Juanita. Gracias. Feliz dia. Nos vemos mañana. -
Y salió caminando a buscar a su hijo mayor Miguel, para así, ir a su casa a descansar.
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Al llegar a la escuela, busco con la mirada a su hijo. Y este al verla corrió a sus brazos y la abrazo mientras lloraba. Eliza se asyusto.
-¿Qué sucedió, Miguel? – el pequeño no respondia.
Asi que Eliza camino adentro de la escuela, tomando al niño de la mano, buscando a la maestra Zaida. Está estaba dentro del salón con otra representante y una niña pequeña.
“Debe ser la niña que le dijo esas cosas a mi pequeño, y ella debe ser su madre, supongo” pensó Eliza.
Cuando Eliza iba a preguntar a la maestra si la podía atender. La docente enseguida le informó,
-En un momento, la atiendo señora Eliza. – con voz amable.
Eliza asintió, y junto a Miguel, se sento en unos asientos vacíos, que estaban a un lado de la puerta del salón. La barriga ya le pesaba demasiado y estaba cansada, además del susto de ver a Miguel llorando, ya el niño estaba más tranquilo al estar con su madre. Sin embargo, ella quería saber que había sucedido ahora con su pequeño y que medidas había tomado la maestra para remediar la situación.
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