CAPITULO IX. Conocer a Miguel.

Habían pasado algunos días, y hoy, Eliza y Eduardo conocerían formalmente al pequeño Miguel.

Eliza estaba más nerviosa que Eduardo. Cuido hasta el último detalle de su ropa. Quería verse lo más bonita posible para conocer a Miguel. Su esposo pensaba que exageraba, pero ella le dijo que la primera impresión lo era todo.

Eduardo más que nervioso por conocer a Miguel, el aún no había visto al pequeño por primera vez, y además, estaba preocupado por su esposa. Esperaba que todo en la entrevista saliera bien, no quería que Eliza volviera a caer en la depresión. Aún estaba muy reciente lo que había sucedido entre ellos.

La psicóloga había recomendado que llevarán las cosas con calma y que si no podían adoptar está vez, siempre habría una próxima oportunidad. Que lo vieran como una experiencia de crecimiento personal, para poder hacerlo mejor la siguiente vez.

La psicóloga le había dicho a Eduardo que no estaba de acuerdo en que adoptarán tan rápido. Hubiera sido mejor que esperarán un tiempo para poder hacerlo, pero Eliza estaba tan esperanzada, no con la adopción en sí, sino con haber conocido brevemente aquel pequeño niño de siete años. Por lo que la especialista no quiso quitarle esa esperanza, sin embargo le dio muchas recomendaciones y la citó para que siguiera asistiendo tres veces por semana a su consulta, de las cuales una, era en pareja con su esposo.

Así que Eduardo estaba encargado de observar a su esposa y estar al pendiente de su estado de ánimo. Ellos aun no creían que Eliza hubiera superado, psicológicamente hablando, su infertilidad tan pronto.

Por otro lado, Eliza estaba feliz de poder ver nuevamente al pequeño Miguel. Ese niño con su mirada llena de esperanza la había cautivado. Aún no sabía porque entre tantos niños, porque su corazón había elegido enternecerse por Miguel en particular.

Solo esperaba que todo saliera bien en esta entrevista y que Miguel aceptará que ellos volvieran a visitarlo.

Si eso no sucedia, ella estaría bien. Al menos lo habría intentado. Ella estaba conforme con su condición. Sabía que era muy difícil para ella salir embarazada. Y no solo por la condición de su útero, sino por su edad actual. A medida que pasa el tiempo es más consciente que su fertilidad se va reduciendo, y la condición de su útero lo agrava. Así que ya no insistiría en un embarazo. Inclusive lo del vientre en alquiler que su hermana le había sugerido a cambio de una cantidad de dinero, tampoco lo haría. Eso se prestaba a confusión, por el hecho de haber dos madres, la biológica y la que alquila el vientre. incluso podía haber conflictos con la "madre" que alquilaba el vientre. Pero ya no quería pensar en eso. Ahora se enfocaría en la adopción. Sabía que esa era su oportunidad de cumplir su deseo de ser madre. Y esperaba que está vez sí se cumpliera su deseo al niño Jesús.

**********

El pequeño Miguel se despertó ese día contento. Hoy conocería a la pareja que quería adoptarlo como su hijo. Ya la trabajadora social le había contado un poco sobre ellos. En pocas palabras eran una pareja que había intentado tener hijos pero que no habían podido por problemas médicos.

Miguel no entendía mucho de eso, pero estaba feliz. Eso significaba que si está pareja lo adoptaba el sería apreciado y muy feliz con ellos.

Sería su único hijo.

El pequeño se despertó por su cuenta. A los pocos minutos, otros de sus compañeros de cuarto se fueron despertando, y lo fueron felicitando porque al fin había alguien que directamente estaba interesado en adoptarlo a él, y no era la última opción, como sucedió con las parejas anteriores

Media hora luego de despertar, entraron algunas de las asistentes a ayudar a los niños con el aseo y a vestirse, aunque los más grandes ya sabían hacerlo como Miguel, aún necesitaban algo de ayuda. Y por ser día sábado tenían diferentes actividades.

En el caso de Miguel, el esperaría la entrevista con la pareja que lo quería adoptar.

Y así llego la hora esperada para la entrevista. De esta entrevista dependería el futuro tanto de Eliza y Eduardo como del pequeño Miguel.

Cuando llegaron Eliza y Eduardo a la casa hogar, una de las asistentes los recibió en la entrada y los llevo a una sala de espera, la cual se veía bastante acogedora. Luego los llevaron a una sala de juegos donde se encontraba Miguel coloreando muy concentrado.

La trabajadora social entro junto a la pareja. Eliza miraba a Miguel con ojos esperanzados. Al ver nuevamente al pequeño sintió que el niño volvía a robar su corazón. Miguel era tan tierno, y más viéndolo concentrado en su juego. En este momento el niño estaba armando un rompecabezas de madera.

De repente, el pequeño levantó la vista, mirando las personas que entraban. Miguel sonrió y se levantó del suelo donde estaba sentado para saludar.

- Buenos días. Hola, señora. Como está? - pregunto dirigiéndose a la trabajadora social.

- Buenos días, Miguel. Bien gracias. Y tú ? - el pequeño asintió y respondió que bien . - Ven vamos a sentarnos. Te quiero presentar a esta amable pareja. Ellos son de quienes te hablé. Recuerdas? -

- Si, lo recuerdo - respondió algo nervioso el pequeño, pero sin perder la sonrisa.

- Ella es Eliza, y él es su esposo Eduardo. - presentó la señora mirando las reacciones tanto de Miguel como de la pareja.

- Hola, pequeño. ¿Cómo estás? - se adelantó Eliza a saludar a Miguel con una sonrisa amable. Aunque por dentro se sentía muy nerviosa.

- Hola, señora Eliza. Estoy bien gracias. ¿Y usted? - respondió el pequeño.

- Bien, ahora muy bien, Miguel. - respondió Eliza con una sonrisa. No podía apartar la mirada del bello rostro del tierno niño.

- Hola, Miguel. ¿Cómo estás? Yo soy Eduardo. Espero podamos ser amigos. - se presentó el hombre, intentando ser amable con Miguel. Eduardo estaba nervioso, de repente el niño le había parecido muy amable. Y se imaginó a si mismo, llevándolo a la escuela o un juego de béisbol.

- Hola señor Miguel. Estoy bien. Gracias - respondió el pequeño, siendo un poco más reservado con Eduardo.

La trabajadora social viendo que había una buena interacción entre todos, se aparto sentándose en un extremo del salón de juegos, y procedió a anotar sus impresiones acerca de como transcurría la cita.

- Podemos sentarnos contigo, Miguel? - pregunto Eliza con una sonrisa.

- Claro, señora. - respondió Miguel tímido. el niño volvió a sentarse en el suelo junto al rompecabezas de madera que iba armando.

Eliza y Eduardo se sentaron, igualmente en el suelo, frente al pequeño.

- Y que juegas? Pregunto Eliza, mirando el rompecabezas a medio armar.

- Estoy armando este rompecabezas. Pero no encuentro está pieza. ¿Ves? - explico Miguel volviendo a mirar el juego delante de él y enseñándole las piezas que estaban sueltas a Eliza.

- Si quieres te podemos ayudar a armarlo. - le sugirió Eduardo con voz suave.

Miguel los miro a ambos. Se preguntó si está era la entrevista, no lo parecía. Sin embargo, con una sonrisa acepto la ayuda de ambos para armar el rompecabezas.

Y así los tres comenzaron a colocar las piezas faltantes, y a buscar la pieza extraviada. La cual encontraron luego de mucho buscar, debajo de otros juguetes.

Eliza y Eduardo reían de las ocurrencias de Miguel sobre armar un rompecabezas. Y a medida que fue pasando el juego ambos le fueron haciendo preguntas sobre algunas cosas de su corta vida a Miguel. El cual respondía sin darse cuenta, concentrado en armar el juego en cuestión.

Durante todo este tiempo, la trabajadora social estaba haciendo sus anotaciones respecto a la entrevista. Y hasta el momento, se sentía satisfecha por como se desenvolvía los tres, al menos mientras jugaban.

La señora vio la hora, ya era momento de culminar la entrevista.

- Bueno, es hora de que Miguel vaya a su hora de lectura. Cierto, pequeño? - le preguntó Miguel.

Este la miró extrañado, ya que era sábado. Pero si, hoy les leerían un cuento de navidad en la sala de lecturas. Así que era cierto. Y aunque no quería que Eliza y Eduardo se fueran porque sentía que eran personas muy amables con el, Miguel quería escuchar la historia junto a sus amigos.

- Es cierto. - confirmó Miguel. Se levantó, y al mismo tiempo Eliza y Eduardo lo siguieron. - Me gustó mucho su visita. Espero puedan volver a visitarme. - exclamó el pequeño.

Eliza emocionada se acercó más al pequeño.

- Miguel, puedo abrazarte? Para despedirme de ti. - le pidió Eliza con un hilo de voz.

El pequeño asintió. Y así Eliza con cuidado se acercó y lo abrazó suavemente. Miguel aún olía a bebé. Una lágrima rodó por su mejilla. Eliza se aparto poco a poco.

- Gracias - murmuró Eliza. Miguel sonrió.

- Nos vemos Miguel. Gracias por dejarnos juzgar contigo. - le dijo Eduardo estirando su mano hacia a él.

Miguel le tomó la mano, despidiéndose. Y le sonrió a su futuro padre.

Y dio la vuelta saliendo de la sala de juegos. Afuera lo esperaba una de las asistentes que le tomó la mano y lo fue dirigiéndo a la sala de lecturas. Mientras le preguntaba como le había ido con la pareja.

Adentro de la sala de juegos, Eliza y Eduardo se habían sentado con la trabajadora social, y habían quedado de acuerdo en otra "cita de juegos" con Miguel para la siguiente semana. Hasta el momento todo se veía bien de manera general, les dijo la mujer. Todo se había visto muy fluido, nada forzado. Así que tenían una oportunidad de adoptar al pequeño.

Eliza y Eduardo se fueron esperanzados, y muy contentos con haber conocido a Miguel. Ahora todo dependía de cómo iba fluyendo la situación y sobre todo de la parte legal del proceso.

La esperanza es lo último que se pierde y en navidad muchos milagros suceden.

**********

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Comments

RiYue87🇻🇪

RiYue87🇻🇪

que bello debe ser adoptar y dar amor a un niño q tanto lo necesita, creo q formarán un hermosa familia 🥹🥹🥹

2025-04-12

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