Cuando Eliza iba a preguntar a la maestra si la podía atender. La docente enseguida le informo,
-En un momento, la atiendo señora Eliza. – con voz amable.
Eliza asintió, y junto a Miguel, se sento en unos asientos que estaban a un lado de la puerta del salón. La barriga ya le pesaba demasiado y estaba cansada. Entonces su hijo dijo,
-Mami, no quiero estar aquí. Esa es la niña que me volvió a decir esas cosas horribles. Y la señora es su mamá. No quiero que me vean llorar. – concluyo el niño decaído con unas lagrimas corriendo por sus mejillas.
Eliza entendia a su hijo. El no quería que la niña viera sus lagrimas, y supiera que le había afectado lo que había dicho.
-¿Quieres ir al patio y me esperas en los columpios? – le pregunto.
Él sintió con la cabeza.
-Esta bien. Anda y esperame allí. – ella le dio un beso en la frente y el niño camino hacia el patio de juegos de la escuela. Eliza estaba tranquila de que estaría bien, ya que mientras hubiera niños esperando a sus padres, las maestras de guardias, estarían al pendiente de ellos. Y pensaba que no tardaría mucho en hablar con la maestra.
Efectivamente unos minutos después, salieron la señora con la niña tomada de la mano, la miraron y la señora le hizo un gesto despectivo con la mirada, mientras casi se llevaba a la niña arrastrando por el pasillo. Y más adelante comenzó a decirle cosas a la niña, mientras la pequeña sollozoba. Eliza no entendia lo que le decía, por que ya estaban muy lejos, pero los sollozos de la niña si se escuchaban. Le dio un poco de tristeza la situación de la niña con la mamá. Tal vez, la iba regañando. A veces, los padres debemos tener cuidado con lo que decimos delante de nuestros hijos.
Al mirar de nuevo a la puerta del salón, vio a la maestra, que también miraba la escena de la señora con la niña caminando por el pasillo, con tristeza.
-Señora Eliza, ¿qué quería decirme? – pregunto la maestra fijándose en Eliza sentada. Ella hizo el intento de levantarse. – no se levante, me sentaré a su lado. Debe estar cansada. – se sento a su lado. – digame – le pidió con amabilidad.
-Mi hijo me recibió llorando el dia de hoy, ¿qué sucedió? –
La maestra le conto que la escena del dia de ayer se había repetido hoy, pero en el salón de clases, y de parte de otras niñas. Ella logró impedir que avanzara más. La maestra había salido un momento y al regresar se había encontrado con la situación. Luego de impedirlo, conversó con los niños. Les explicó que era la adopción. Les explico que hay padres que no podían tener hijos, y que esta era una forma de tenerlos. Que asi ellos eligen a sus hijos. Y que todos los padres independientemente, que los hijos fueran adoptados o de propia sangre, son queridos y muy amados por sus padres.
- Los niños se disculparon con Miguel, pero algunas niñas les dijeron algunas cosas que lo molestaron. No pude averiguar que fue. Y las disculpas no fueron suficientes para aliviar ese dolor. Yo le aconsejo que lo lleve con un psicólogo que converse con el. Si el no quiere venir mañana no lo obligue. Cualquier situación avíseme. Y cuídese usted también. – finalizó la maestra, despidiéndose y entrando de nuevo al salón.
Eliza al levantarse sintió incomodidad en su vientre bajo. Supuso que era por el cansancio y la situación en la escuela. Respiro profundo y camino a paso lento al patio de recreo y vio a su niño sentado en un columpio y una de las maestras de guardia hablando con él.
La maestra al verla salir, le dijo algo a Miguel, señalando hacia ella. Y el niño se levantó y corrió a su encuentro.
-Mami – le dijo sonriendo y abrazándola por su gran barriga. – el bebe se esta moviendo mami. -
-Si, hijo. Esta contento de que su hermano mayor lo abracé. – le respondió sonriendo.
Eliza miro a la otra maestra y le dijo gracias, y esta asintió con una sonrisa, mientras se levantaba del banquito a hacer un recorrido junto a otras maestras, verificando si quedaba algún niño que aun no lo hayan buscado sus padres.
Ambos caminaron en armonía, mientras conversaban. Eliza le respondia amable, pero aún le preocupaba que su hijo le hubieran pasado esas cosas en apenas dos días. Nunca había sucedido eso en estos meses que habían estado en la escuela.
Esta preocupación se estaba reflejando en su gran panza.
Asi que al llegar en casa, llamó a su esposo, avisándole que se sentía mal. Y esté quedo en ir cuanto antes al apartamento para llevarla al hospital.
-No quiero ir al hospital. Quiero que vengas a acompañarme, amor. Por favor … - dijo en voz baja.
La sensación que sentía, le hizo recordar el accidente que había tenido con suegra, y la perdida de su primer embarazo. Hace muchísimo tiempo que no recordaba eso. Y se asustó. Ahora estaba preocupada, no solo por Miguel, sino por el bebé en su vientre.
-Estare allí cuanto antes. – respondió Eduardo serio.
Aún con esa sensación en su cuerpo, procuró una sonrisa para su hijo Miguel. Y le sirvió algo de almuerzo, pero ella no comió. No podía.
Se sentó con él a la mesa, acompañándolo a comer, y luego lo acompaño a su cuarto. Y se acostó con su hijo. Ya él se había duchado, y se había puesto una ropita comoda, y ahora tenia sueño. Asi que Eliza lo acompaño, y el niño se quedó dormido mientras ella le acariciaba el cabello, y le decía lo mucho que lo amaba. Al sentir su suave respiración, lo besó en la frente, y se levanto con cuidado, y dirigió sus pasos a su habitación, donde se recostó, y se quedó dormida.
Pero una vez más, comenzó a tener estas pesadillas, donde revivía el aborto que tuvo en su primer embarazo, y cuando le dieron la noticia que era poco probable que saliera embarazada. Eliza estaba agitada en sus sueños, y la molestia en su vientre volvió. Su bebé se movia inquieto, sintiendo la incomodidad de su madre.
Eduardo llego al apartamento, abrió rápido y fue primero al cuarto de su hijo. Encontrando a este dormido, y el siguiente cuarto era de ellos dos. Su esposa también dormia, pero estaba inquieta y sus manos sostenían su barriga. Y en medio de sus sueños, sollozaba. Él primero entro al baño a lavarse las manos y el rostro. Se cambio la ropa, y se acostó a su lado, abrazándola, y hablándole en susurros, cerca de su oído.
-Estoy aquí, princesa. Tranquila. Estoy aquí. – le decía mientras acariciaba su vientre por sobre la tela de la blusa que llevaba puesta.
Poco a poco, el bebé en su vientre, se calmó al oir la voz de su padre, y Eliza se fue calmando al escuchar la voz de su amado, y la calidez de su abrazo. Hasta que logró dormir tranquilamente.
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