Hoy, Eduardo llega temprano a su casa. Ya no vivían en la que había sido la casa de su madre. Habían comprado un apartamento en el tercer piso de un edificio de diez pisos, en un conjunto residencial. Este tenía balcón, y con puertas de vidrio. De noche, se veía una vista espectacular de la ciudad y sus luces. Claro, poco se veían las estrellas y la luna. Eso lo extrañaba Eliza de su luna de miel.
Eduardo llegó, abriendo con su llave. Entro y colocó sus llaves en la mesita de la sala, se comenzó a quitar la chaqueta. Camino hacia la cocina y se sirvió un vaso con agua. Entonces vio a su esposa salir del cuarto en una bata de dormir, casi transparente. Verla así lo único que le recordó fue que día era hoy. Era un día de ovulación y debía hacer la tarea con su esposa.
- Hola, amor. Llegaste temprano del trabajo? - pregunto, mientras veía como ella caminaba y se acercaba a él. Y sin decir palabra lo besaba, y comenzaba a quitarle la camisa
- Hey, espera . Estoy cansado, Eliza. Además no me he bañado y quiero comer. Tienes que esperar. - le dijo agarrando las manos de su esposa y alejándola de él. Le dió la espalda para prepararse un sándwich.
Eliza suspiro. Eduardo tenía razón.
- Disculpa, amor. Tienes razón. Te sirvo la comida. Hay pollo a la plancha con ensalada y arroz. - le dijo ella caminando hacia la cocina para calentar la comida.
El negó, a lo que ella dijo.
- No, amor. Con este sándwich es suficiente. - dijo el tomando su comida para salir al balcón y sentarse viendo el paisaje.
Eliza se quedó parada ahí. Así que solo le quedó guardar la comida en el refrigerador. Salio al balcón, y le dijo,
- ¿Quieres algo más, amor? - le pregunto Eliza.
- Quiero estar un momento a solas, princesa. Por favor. - solicito en voz baja, su esposo.
Eliza con un susurro dijo que si. Se sintió rechazada. Ya su esposo no quería estar con ella. Parecía que él no entendía que era importante tener relaciones en esos días. Estaba ovulando. Era el mejor momento para hacerlo.
"Lo dejaría descansar un rato y le diría nuevamente" pensó Eliza.
Ella se fue a su habitación. Y se acostó solo esperando y anticipando que su esposo iría a su habitación. Lamentablemente, ahora dormían en habitaciones separadas. Por culpa del deseo (más bien obsesión) de Eliza de ser madre. No dejaba al hombre descansar. Así que él se mudó a otra habitación. Fue la única manera de descansar algo.
Sin querer, Eliza se durmió. Cuando Eduardo se asomo a la puerta de su cuarto la vio dormida y parecía inquieta. El entró y se acercó. La iba a acariciar el rostro para tranquilizarla. Pero recordó la vez que lo hizo, y ella se despertó. Tuvo que tener relaciones con ella, sin quererlo. Así que se detuvo en tocarla y salió de la habitación ajena, cerrando la puerta.
Se fue a su habitación, se dió una ducha, y se colocó solo el pantalón de su pijama. Se quedó un rato mirando por los ventanales del balcón, la hermosa vista de la ciudad.
"¿Cómo llegamos a esto?" pensó Eduardo.
Debía conversar con ella. Debían tomar una decisión sobre lo que iban a hacer. Él solo quería vivir nuevamente la vida con ella. No importaba sino tenían hijos. Y si tanto era su deseo, entonces buscarían otra manera que no los involucrara a ellos directamente. Podía ser adoptar. Estaba cansado de tener relaciones con ella solo por obligación. Quería vivir una normal. Cómo era su vida antes de esto. Ya no queria verla sufrir por las pruebas negativas de embarazo que se hacía. Ya no. Quería pasar la página y seguir con sus vidas. Tal vez ser padre, no era para él. No era para ellos, pensó con dolor.
Ya se retiraba a su cuarto cuando escucho a Eliza sollozar. Él fue a ver cómo estaba. Ella se removía inquieta en su cama. Así que Eduardo se sentó en la orilla de la cama y comenzó a acariciar su rostro. Sabía que eran esos sueños. Soñaba con su embarazo y el accidente. Se lo había dicho varias veces. Pero que podía hacer él.
Eliza se calmó cuando él comenzó a acariciar su rostro. Cuando Eduardo se iba para su cuarto, ella lo llamó.
- Eduardo, no te vayas. Solo quédate conmigo. No me dejes sola. - le dijo Eliza a Eduardo.
Él asintió. Y se recostó a su lado. Y la abrazo. Cómo antes de esto. Así abrazados se quedaron dormidos. Y su sueño fue tranquilo.
**********
En la madrugada, sonó la alarma en el otro cuarto. Eduardo no la escucho, pero Eliza si. Y se despertó. Viéndose en los brazos de su amado esposo. En ese momento no pensaba nada. Solo reaccionó a su cercania. Comenzó a acariciar el rostro ajeno dormido, y luego su pecho. En verdad, lo amaba. Solo no sabía cómo sobrellevar la situación.
Siguió acariciando hacia abajo hasta que él despertó y, le sostuvo la mano.
- No, Eliza. Duérmete. - le dijo él con los ojos cerrados y colocando la mano ajena en su pecho.
- Por favor, sin posiciones, ni recomendaciones, ni nada. Solo tu y yo en la oscuridad. - le susurró Eliza en el oído a su esposo. En este momento, solo lo deseaba a él.
Eduardo suspiro. La besó en la frente. Y siguió besando su rostro y labios. Afirmando en silencio a su petición. Se acomodó para quedar sobre ella y acariciarla como le gustaba hacerlo. Y ella pudo sentir, que su esposo ya estaba preparado para ella. Algo que no ocurria desde hace mucho, de forma natural. Entonces, ambos se dejaron llevar, y dieron rienda suelta a la pasión y el deseo que se tenían, uno al otro. Y que habían dejado de lado desde hace mucho. Y luego de llegar a esa tan ansiada explosión cumbre, quedaron exhaustos uno en brazos del otro. Y se durmieron relajados y satisfechos.
**********
Días después.
Eliza y Eduardo, no volvieron a compartir habitación desde ese día. Surgió un nuevo problema. Eduardo le puso un ultimátum, que ya dejara la obsesión por tener un hijo. Que a él no le importaba si tenían hijos o no.
- Eres inhumano. ¿Cómo me vas a decir eso? ¿Cómo desprecias mis deseos de tener un hijo nuestro? - dijo Eliza llorando.
- Querrás decir un hijo tuyo. Porque yo soy solo un donante de esperma para ti. Por favor, resolvamos esto de otras maneras. Entiendo que quieras hijos. Pero no podemos de forma natural. Vamos a adoptar. Hay montones de niños solos en los orfanatos... - Eliza no lo dejo terminar de hablar.
- Yo quiero un hijo nuestro. Tuyo y mio. Yo sé que puedo... - dijo casi gritando Eliza.
- NO PUEDES. NO PUEDES. ES QUE NO ENTIENDES QUE VAS A TERMINAR ROMPIENDO NUESTRA RELACIÓN DEFINITIVAMENTE. - grito exasperado Eduardo. Respiro profundo cuando se dió cuenta de lo que había dicho. - Por favor, princesa. ¿Adoptemos si? O podemos alquilar un vientre. Contratemos a alguien que lleve en su vientre a nuestro hijo. ¿Te parece? - A todo lo que él decía, Eliza negaba con la cabeza. - Por favor, princesa. Piénsalo. - le suplicó Eduardo.
- ....- Eliza no sabía que responder.
- Si no tomamos una decisión en esto, voy a tener que tomar distancia de ti. Esto no es saludable, Eliza. Nos estamos haciendo daño y no está bien. Por favor, toma una decisión. Y hablala conmigo. - Le pidió Eduardo.
- Sino voy a tener que tomar una decisión drástica con respecto a nuestro matrimonio. - continuó él en un murmullo triste.
- Eduardo, yo te amo... - le afirmó Eliza llorando, como si eso fuera a curar todas las heridas surgieron por esta situación.
- Yo también te amo, princesa. No quiero separarme de ti. Pero no puedo seguir viviendo así. - le dijo él triste. - Me voy al trabajo. Nos vemos en la cena. - murmuró él y salió del departamento.
Eliza lo vio irse. Tenía muchos años con la idea arraigada en su mente que debía salir embarazada. Mucho antes de conocer a Eduardo. Y él hecho de haber estado embarazada una vez, hacia difícil renunciar a esa idea. Ver su vientre creciendo día a día. Saber que no lo iba a poder vivir. Sus sueños e ilusiones se iban por la ventana.
Pero al pensar en todo, lo que más le dolía era que estaba alejando a Eduardo de su lado. A su amado esposo. Él compañero que le envío Dios para estar a su lado.
"¿Qué estoy haciendo?" reflexionó Eliza.
Entonces, se dijo a sí misma que debía tomar una decisión. Seguir en su obsesión de salir embarazada y perder su matrimonio. O buscar otra manera de tener un hijo junto a su esposo.
Y pensó,
"¿Y si no existe manera alguna de tener un hijo?"
No sé angustiaria por eso. Ahora solo iría al trabajo, lo realizaría como siempre, eficientemente. Y regresaría a hablar con su esposo durante la cena. Tal vez en el transcurso del día, se le presentaría la respuesta.
**********
El día paso normal en el trabajo para ambos. Eliza al salir del trabajo recibió una llamada de su hermana Ana.
- Hola, hermana. Cómo están? Cuéntame. - le saludo Eliza mientras abría la puerta de su auto. Se subió cerrando la puerta y se quedó sentada detrás del volante luego de ponerse el cinturón de seguridad.
- Hola. Estamos bien. Tenemos que hablar. Creo que te va a interesar la información que te tengo. - le dijo alegre Ana.
- ¿Información? ¿Sobre que? - pregunto Eliza.
- Ya verás. Nos vemos en el café en media hora. ¿Te parece? - pregunto Ana.
- Está bien. - respondió Eliza y le escribió un mensaje a Eduardo.
"Iré un rato con mi hermana a la cafetería X. Nos vemos más tarde, amor." le escribió Eliza a Eduardo.
Bloqueo el celular y encendió el auto para avanzar por las calles y avenidas de la ciudad.
Llegó a la cafetería y estacionó. Y se sentó en una mesa cercana a un parque. Le gustaba la vista porque el parque estaba bien mantenido y había mucho colorido por las plantas con flores ornamentales, y muchas luces debido a que se acercaban a la época decembrina. Y ya los negocios y algunas personas desde temprano decoraban sus casas y negocios de navidad.
La cafetería no era la excepción. Estaba hermosamente decorada por la época decembrina.
"Tan hermosa época, opacada por mi deseo de ser madre." pensó poniéndose triste de repente. Volviendo de nuevo a su dilema y a la decisión que debía tomar junto a su esposo.
En ese momento, veía a una joven pareja y a dos niños jugando en el parque mientras ellos los vigilaban, tal vez sus padres. En ese momento, llegó su hermana Ana.
- Hola, hermanita. ¿Cómo estás? - saludo Ana abrazando a Eliza.
- Bien, hermana. ¿Y los niños? ¿Mi cuñado? ¿cómo están? - saludo Eliza con una sonrisa.
- Están bien. Los niños creciendo mucho. - respondió Ana sonriendo. Se sentó y también pidió una taza de café con leche.
- Dime qué quieres contarme. - pregunto Eliza.
Ana se puso sería y tomando la mano de su hermana, le explicó,
- Hermana, sé de tu situación médica con respecto a tener hijos. Y puedo ver qué tú matrimonio se va desmoronando por esto. Yo vine a ofrecerte prestar mi vientre para que puedan tener un hijo. - dijo su hermana. Eliza estaba sorprendida por el ofrecimiento de Ana. - Ya lo hablé con mi esposo y está de acuerdo en ayudarlos. - concluyó Ana.
Eliza la miró con recelo. Nombrar a su esposo no fue buena idea. Ella quiere mucho a su cuñado, es buen esposo y padre. Pero es muy malo en los negocios.
- ¿Cuánto quiere tu esposo por ayudarnos? -
- ¿Eliza, cómo vas a decir eso? -
- ¿Cuánto quiere, Ana?. - Preguntó de nuevo - sé que tienen problemas económicos. Si está pidiendo algo que esté a nuestro alcance, podría ayudarlos. - dijo Eliza, tratando de no ofender a su cuñado.
"¿Por qué no me ofreció esto antes?" pensó de repente Eliza.
- Quiere este monto, hermana. - le dijo Ana en tono de disculpa, pasándole un papelito a su hermana.
- No puede ser. ¿Tanto así? - dijo Eliza sorprendida. El monto era mucho mayor a sus tratamientos de fertilidad.
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Comments
Chavela Osorio Valencia
está totalmente loca, después de posponer tanto tiempo pensó q podía ser cuando ella quiera y dejó pasar el tiempo,lo q debe hacer es ir donde un psiquiatra
2025-04-11
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