Dulce Aroma A Frambuesa

Dulce Aroma A Frambuesa

1. Vida rutinaria.

Eran las 10:06 de la mañana.

Los pasillos del campus se encontraban vacíos en esos momentos por la hora de clases, sin embargo, un repentino sonido ensordecedor empezaba a hacerse eco a medida que se acercaba a los salones.

Poco a poco, el sonido cobraba más lucidez.

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Se escuchaban los zapatos corriendo cada vez más cerca. Y el causante de esas pisadas no era nada menos que Aiden, quién llegaba tarde a su segunda clase.

Había estado corriendo desde la entrada del campus sin parar ni un segundo, lo que hacía evidente su cansando por el sudor y su respiración agitada en el momento.

Aun así, no paro de correr a pesar del dolor que estaba experimentando poco a poco.

No obstante, cuando estaba a punto de llegar a la puerta de su aula, sus libros se cayeron al suelo de manera improvista, provocando así que el sonido fuera lo suficientemente fuerte para llamar la atención de algunas personas que pasaban por los pasillos.

Avergonzado por eso, Aiden se agachó para tomar sus cosas sin mirar a las personas a su alrededor por la pena que sentía en esos momentos. Tomo sus cosas lo más rápido que pudo sin mediar razón y las metió a la misma velocidad que su mano podía hacer, sin importarle que se rompieran o que no entrarán del todo bien.

Cerró su mochila y volvió a emprender una carrera contra reloj por los pasillos, pero se detuvo sin remedio al cabo de unos instantes.

 Era más que obvia la razón, su cuerpo ya le estaba pasando factura y el dolor interminable comenzaba a ser insoportable, sin embargo, no se detuvo hay, las arcadas empezaron a aparecer y era casi imposible detenerlas.

Duró así durante todo su trayecto hacia la puerta de su aula; hasta que por fin llegó y con miedo, abrió la puerta lentamente.

Al abrirla, el silencio se hizo presente en el aula.

El maestro, dirigió su atención hacia Aiden, observándolo con una clara expresión de disgusto y enfado; se trataba del profesor Jons, conocido por su horrible carácter y personalidad; era temidos por todos los estudiantes ya que no solía ser del todo amable con ninguno bajo ninguna circunstancia, y como cereza del pastel, estaba rodeado de varios rumores como la infidelidad, delitos menores y problemas de alcohol, no obstante, jamás se llegó a comprobar dos de ellos.

Mirando fijamente a Aiden por unos momentos, se digno a hablar con mucha frialdad.

— Llegas tarde joven Sanders.

Comento con un semblante frío y sin cambiar la expresión de disgusto.

— Lo lamento..., me levante un poco tarde.

Respondió con pánico en su rostro y sudando frío en su cara. Pareciera como si estuviera a punto de llorar, pero no; se quedó quieto en la puerta, sin mover ni un dedo, esperando la señal del profesor para que pudiera entrar.

—Como sea, entra de una vez, no quiero que sigas interrumpiendo la clase, así que cuando termine, quédate en el aula para que hablemos.

Sacudió la mano sin darle más vuelvas al asunto.

—Gracias..., disculpe las molestias...

Hizo una reverencia antes de caminar a pasos agigantados hacia su puesto favorito. Ese asiento era el más lejano que había elegido para que no le perturbará el bullicio de sus compañeros, y, aunque estuviera a una distancia muy arriba donde no se escuchaba del todo bien al profesor, no le generaba un gran problema para Aiden, puesto que heredó el sentido agudo para oír a grandes distancias como su padre, lo que le permitía oír sin mayor problemas.

Al llegar por fin a su asiento, se tomó la sorpresa de que su compañera lo esperaba con una sonrisa de oreja a oreja.

Literalmente...

—¿Qué haces aquí arriba?.

Preguntó incrédulo por la presencia de su compañera.

—Note que venías tarde, así que me senté aquí para burlarme de ti cuando vinieras.

—Muy graciosa Adeline, ahora apartate de mi asiento antes de que te arranque esas lindas orejas tuyas de un tirón.

Amenazo entrecerrando los ojos de manera desafiante, esperando alguna reacción de su compañera.

—esta bien, está bien~, no me mires así, sabes que solo bromeó, amo demasiado mis orejas para que me las quites así.

Levantó ambas manos a la altura de la cabeza en señal de rendición y levantándose de su asiento para cambiar al que tenía al lado.

— Se que bromeas; perdón si me moleste demasiado, me estrece..., no te decía en serio lo de las orejas...

—Nah, no tienes que disculparte, se que no estabas del mejor humor, así que por eso te moleste; fuera de bromas, por qué llegaste tarde?, por lo general llegas mucho antes.

Apoyo su mano derecha en su mejilla y relajo su mirada como si estuviera por escuchar algo divertido.

—Me desperté tarde..., al parecer ignore la alarma sin darme cuenta; será mejor que aumente el volumen para que no pase de nuevo...

—Ja, ja, ja, ja, en serio?, quien lo iba a imaginar, el Gran Aiden cometió tal error y estropeó su 《horario perfecto》, ja, ja, ja.

—Para de una vez..., como como soy con mi horario...

Agarro la cola de Adeline y la apretó con fuerza, demostrando que estaba hablando en serio.

Ante eso, Adeline no pudo evitar retorcerse por la repentina sobrecarga de dolor y al mismo tiempo que hacía eso, su pie derecho se golpeó accidentalmente con la mesa al intentar cambiar de posición para quitar su cola de las manos de Aiden, por lo que triplicaba el dolor.

—Ayyyyy!, ok, ok!, suelta mi cola, ya lo entiendo.

Exclamó en voz baja, suplicando piedad para que le soltara la cola y soltando una pequeña lágrima por el ojo izquierdo.

—Eso te pasa por no ser un buen perro.

Respondió soltando su cola.

—Ya te dije que por nacer con la raza de un perro, no significa que tenga que acatar órdenes.

—Ja!, ahora ves como se siente?, sabes que lo dije para molestarte, no?.

—Ya lo sé..., pero cambiando de tema, escuchaste el rumor?.

Se inclinó para susurrarle al oído.

—Rumor?, cuál rumor?.

Se inclinó también para escuchar mejor el chisme.

— Escuche de unas amigas, que hace una semana, ingresaron dos extranjeros a nuestra universidad, y que en su presentación al grupo, ambos afirmaron ser Deltas.

—Ambos Deltas?.

Pregunto sorprendido.

—Si~, así mismo reaccione yo, pero dicen que son muy reacios a integrarse con las personas y que debes en cuando son hostiles.

—Supongo que era lo esperado, aunque tal vez las personas a su alrededor sean muy insistentes y por eso son así, quién sabe, no debemos juzgar un libro por su portada.

— cierto, tienes razón, quizás y sean buenas personas.

—esperemos que sí...

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