Capítulo décimo noveno- maratón 5/5.

Chloe, recuerda que debes llevar a Michele a las 6h, yo debo irme al aeropuerto. - le dice Fátima a la nana de su hijo.

- Ya, ya, ve a dormir y déjame seguir viendo mi serie coreana. - le dice y Fátima rueda los ojos, riendo por las ocurrencias de su amiga.

Chloe era una mujer hermosa, alguna vez estuvo enamorada, pero su amado murió justo el día de su boda a causa de un conductor ebrio, desde entonces se cerró al amor y aunque los admiradores nunca le faltaron, ella jamás pudo olvidar a su gran amor.

Chloe Saldaña.

A la mañana siguiente salió junto al chico, ella iba conduciendo, no le gustaba para nada andar con seguridad, era más bien una mujer sencilla que no le gusta llamar la atención.

Al detenerse en un semáforo en rojo, los interceptó una camioneta de donde bajaron varios encapuchados, cuando quiso dar rever, simplemente no pudo, pues había otro vehículo detrás de su carro.

La puerta del piloto se abrió y un hombre la apunto.

- Baje del carro, igual tú, jovencito. - indicó el hombre.

A ambos les colocaron unas bolsas de tela negra en la cabeza y los subieron en la camioneta. Cuando la policía quiso llegar al lugar de los hechos, solo encontraron el carro de la nana de Michele, de estos dos ni rastros.

Guido fue informado, tenía la cabeza hecha un ocho y lo peor, no sabía cómo darle la noticia a Fátima.

Bajó al área del jardín del hotel donde Sandro la estaba fotografiando, se veía hermosa, como una verdadera diosa.

Sandro detuvo la toma al ver el rostro desencajado de su amigo, la rubia dejó de sonreír al ver la expresión del fotógrafo.

Volteó su rostro hacia donde estaba mirando el hombre y allí vio a su gran amor con los ojos cristalinos, su corazón se compungió al ver su expresión.

Bajó de la pequeña tarima velozmente y llega hasta donde se encuentra su esposo.

- ¿Le pasó algo a Michele? - apretó la solapa de la camisa de su esposo, que no pronunciaba palabra alguna - ¡DIME, MALDITA SEA! - gritó.

- A... - de sus ojos se escaparon lágrimas - a Michele y a Chloe los acaban de secuestrar.

Solo esas palabras bastaron para que la rubia cayera en la inconsciencia.

Guido la tomó en brazos y la llevó al consultorio médico del hotel, el médico la atendió. Luego de un rato la mujer despertó, pero al recordar lo que le provocó el desmayó, no pudo contener las lágrimas.

Se abrazó a su esposo, llorando con desconsuelo, no entendía quién podría ser tan malo.

- Dime que no es verdad, Dios mío, me muero si algo le pasa a mi bebé. - decía entre llanto.

Tan rápido como pudieron, los dos abordaron el jet de Guido, quien la mantenía abrazada y acariciando su melena rubia.

......

📲 - Jefe, ya tenemos a la dama y al joven. - informa el hombre.

📱- Bien, ya voy para allá.

Apenas la llamada terminó, el canoso se encaminó a la antigua casa hacienda de sus abuelos maternos.

Bajó del carro y entró a la casona.

- ¿Dónde los tienen? - preguntó luego de hacer un saludo de cabeza.

- Están en el segundo piso, la mujer no ha querido desprenderse del jovencito, por más que los intentamos separar. - explica el hombre a su jefe.

- Muy bien, yo subiré a hablar con ella. - dice Sorrentino.

Subió las escaleras, seguido por su hombre de confianza, al abrir la puerta y sin que se lo esperara, un golpe en su rostro lo reseteó.

- ¿Pero qué mier... - quedó a medio camino cuando vio a una hermosa morena frente a sus ojos.

No, no era Fátima, pero su belleza lo dejó alucinado. Era hermosa y madura, jamás le gustaron tan maduras, pero esta mujer lo dejó atontado, quizás fue el golpe.

- ¿Es usted el sinvergüenza que nos trajo a mi niño y a mí hasta acá? - preguntó molesta.

- ¡Que mujer! - murmuro - Que rico pega.

Las palabras del guapo canoso frente a ella, la hizo sonrojar, ese viejo era un pervertido.

- Es usted un sinvergüenza, descarado. - volvió a hablar molesta.

- Creo que me enamoré por primera vez. - volvió a hablar el italiano canoso.

Había escuchado que los italianos eran unos locos enamorados, pero este se llevaba la batuta.

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