Capítulo tercero.

Esa tarde se dedicó a comprar cosas que les llevaría a su hijo y a Tina, quería adelantar las compras, aunque el contrato es por dos meses, pues no solo es hacer fotografías, también debe hacer unos vídeo clicks para tv y plataformas digitales, además de ir al lanzamiento de la nueva colección.

- La bella Fátima D'alessio. - habla una voz que ella reconoce muy bien.

La rubia se da vuelta, quedando frente a aquel hombre que con los años, marcó más su belleza, pese a ser un hombre de casi 60 años.

- ¡Benicio Sorrentino! - pronuncia su nombre sin ninguna expresión.

- Los años te han sentado de maravilla, estás mucho más hermosa que cuando tenías 23. - le dice el canoso frente a ella.

- Puedo decir lo mismo. - contesta, siendo muy educada pero sin mostrar un solo ápice de empatía.

El hombre la miró de arriba abajo; debía admitir que la mujer frente a él, exudaba glamour y sensualidad, tanto así, que su virilidad se enfureció dentro de sus pantalones blancos.

- Deberíamos tomar un café o algo, quizás podamos recordar viejos tiempos. - habló tan descarado como siempre.

Aquellas palabras le hicieron sentir asco, para él seguía siendo un objeto de lujo que podía usar cuando quisiera.

Recordó aquellos días que era comprada por migajas.

Inicio del recuerdo...

- Te he traído este hermoso brazalete, para que dejes de lucir esa baratija que traes, eres una reina que merece todo. - fueron las palabras de Benicio, quien abrió aquella hermosa caja negra de terciopelo.

Y sí, era un brazalete que obstentaba lo costoso que era, nada comparado con el que le obsequió Guido, que resultaba ser una baratija.

Sin pensarlo dos veces, se quitó aquel sencillo brazalete, para echarlo en su bolsa y colocarse la preciosa joya de oro con diamantes y rubíes que le entregó Benicio.

Aquel día luego de pasar una tarde de sexo con su amante, regresó a su casa, encontrándose en la puerta con su novio.

Guido notó que en vez de traer el brazalete, llevaba otro que se notaba mucho más costoso.

- ¿Dónde está el brazalete que te obsequié? - preguntó con un dejo de incomodidad.

- ¡¡Ah! - la chica miró su muñeca - Está en mi habitación. - mintió - ¿Qué deseas? - preguntó con desgano.

- Solo quería invitarte a comer, hoy es viernes y quería que fuéramos al restaurante de Tito. - expresa el joven.

- ¿Me llevarás de nuevo a ese agujero de mala muerte? No, gracias, yo paso. - dijo haciendo un gesto de repulsión.

El corazón del chico se estrujó, él no tenía para gastar en lujosos restaurantes, solo podía pagar una pizza o un plato de pizza en aquel restaurante familiar.

Fin del recuerdo...

- ¿Qué dices? Podríamos... - intentó decir algo más, pero Fátima levantó su mano.

- No lo creo, estoy en Roma por cuestiones laborales, así que no puedo perder mi tiempo, con permiso. - le responde y sale de aquel lugar.

Lo último que quería era toparse con ese hombre, que solo la humillaba, aunque ella no es que fuera una inocente paloma que no sabía las pretensiones de aquel millonario.

En otro lugar de Roma, Guido se encontraba cenando con Fabiana, mientras la mujer parloteaba él tenía su mente en otro lugar. Haber vuelto a ver aquellos ojos verdes que tanto amó, ama, ¿a quién quiere mentirle? Esa mujer es su más grande amor, su perdición...

- ¿Me estás escuchando Guido? - pregunta Fabiana.

- ¿Ummm? ¿Qué decías? - pregunta para ponerse en contexto.

- Te estaba diciendo que quiero irme de crucero por el Caribe, me lo debes por poner a esa anciana en vez de mí. - le recrimina nuevamente.

- ¿Cuándo te irías? - ese tema si le interesaba, no la quería cerca por ahora.

- Pues quiero irme mañana mismo, me iré con mi primo Carlo, sabes que él es mi mejor amiga. - le dice la mujer, haciendo un puchero que lejos de quedarle bien, le quedaba ridículo.

Guido esboza una sonrisita irónica, sabía a la perfección que el primo gay de su prometida, no era tan gay como ella lo hacía ver ante todo el mundo.

Hace unos meses descubrió que eran amantes, si no había terminado esa infructuosa relación, es porque necesitaba quitarse de encima a sus socios y familia, con ese asunto de que la familia es lo más importante.

- Muy bien, mañana el jet estará listo y te irás de crucero con tu mejor amiga. - ironizó la última palabra.

- ¡Aaah! Gracias mi amor, eres el mejor. - gritó emocionada la mujer.

A lo lejos pudo ver entrar en el restaurante a su adorado tormento, vio como un Mesonero la guiaba a una mesa del fondo.

Todos los hombres miraron con deseo y admiración a la mujer recién llegada.

¡Si! Ese era el efecto que siempre causaba aquella diosa dorada.

Fabiana se giró un poco, siguiendo el lugar al que miraba Guido con tanto interés. La mirada que le estaba dando a esa mujer, no le gustó para nada, entonces pensó en la posibilidad de no ir a ese viaje, pero si no lo hacía, Carlo terminaría la relación con ella, y eso jamás lo permitiría, ella quiere tenerlos a los dos.

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