Capítulo quinto./maratón 2/5.

Ya habían maquillado a la bella rubia, su melena rubia la hacía ver aún más felina aunque también con el cabello recogido, se ve hermosa, con un cuerpo de infarto, luciendo las joyas de la nueva colección que será lanzada oficialmente a finales de verano e inicios del otoño.

Todos los que la miraban, quedaban fascinados, también los que la trataban.

La Fátima del pasado no es ni la sombra de la actual, quien es muy carismática y para nada arrogante, eso sí, jamás baja la cabeza ante nadie, ni siquiera ante el padre de su hijo.

- Terminamos por hoy, - dice Sandro - Fátima quedaste bellísima como siempre, toda una diva. - la halaga.

- Gracias Sandro querido, tú como siempre, tan lindo. - le dice, mientras le da golpecitos en el pecho.

- Ajam... - se escucha un carraspeo al lado de estos dos - si ya terminaste de tomar las fotos a la modelo, se pueden ir. - indica serio, sin un atisbo de expresión, aunque por dentro muere de celos por dentro - Señorita D'alessio, mi chofer la llevará de vuelta al hotel o a donde desee.

- Gracias señor Morante, pero prefiero irme directo al hotel, ha sido un día largo. - responde la rubia, igual de impasible.

Esos dos querían devorarse como en antaño, pero ninguno de los dos daría su brazo a torcer. Él, por su resentimiento y ego herido, y ella por no doblegar aunque sabía que fue quien más daño hizo.

Fátima le indicó al chofer que la llevara directo al hotel, para su sorpresa, al llegar al lugar se encontró con Benicio quien apenas la vio se le acercó, dejando dos besos en cada mejilla, mientras le daba un leve apretón en sus finos hombros.

- Mi bella Fátima, que gusto volver a verte. - le dice con una sonrisa socarrona.

- ¿Qué carajos haces aquí? - le murmura entre dientes y sonriendo, para que nadie vea su incomodidad.

A lo lejos, el hombre que la seguía por órdenes de Guido, tomó una foto desde su celular y se la envió a su jefe.

Guido recibió la imagen, sintiendo su sangre hervir, en la foto se podía ver el rostro de felicidad de la serpiente. En cambio a él no le ha regalado ni una sola sonrisa.

Era obvio que al volver a Roma, se vería con su amante, al hombre que la llenó de lujos y joyas, a cambio de su dignidad.

Por otra parte, Benicio había llegado con una sola intención al hotel.

- Deberías lavarte esa boquita tan grosera, he venido porque tienes algo que necesito. - le dijo el hombre - Deberíamos ir a un lugar más... - la miró sugerente - íntimo. - concluyó.

- No iremos a ningún lado, tú y yo no tenemos nada de qué hablar, ni yo tengo nada que pueda interesarte. - respondió mostrando su desagrado.

- Claro que sí, ¿o quieres que le diga a tu patético ex, el secreto que guardas? - cuestiona el canoso.

El corazón de Fátima se aceleró al máximo, sabía a quien se refería. Guido no podía enterarse jamás de la existencia de Michele.

- Vamos al bar del hotel, ni creas que te llevaré a mi habitación. - le dijo, encaminándose hacia el lugar propuesto. Una vez estuvieron en el lugar, un mesonero se les acercó para recibir su pedido. Benicio pidió un whisky en las rocas, Fátima prefirió tomar vino.

- Ahora dime, ¿qué es lo que quieres? - preguntó sin tapujos.

- Quiero que seas mi esposa y que el mocoso aparezca como mi hijo. - las palabras del canoso la tomaron por sorpresa.

- ¿Te has vuelto loco? Mi hijo tiene un padre y tú no eres ese padre. - le dice con un tono de molestia.

- Hace 14 años no te hubiera importado hacerlo pasar por mi hijo. - le espetó.

- Pues fíjate que no, mi hijo no es un negocio ni un objeto, mantente alejado de mí y de mi hijo, porque por él soy capaz de desollar vivo a quien sea. - responde, intentando levantarse, pero las siguientes palabras la devolvieron a su asiento.

- Sí no lo haces por las buenas, lo harás por las malas, necesito a ese mocoso para que el maldito viejo me de mi parte de la herencia. - le dijo.

Si bien el hombre frente a ella era millonario, todos esos millones de los que ostentaba, realmente pertenecían a su padre, un anciano de 80 y tantos, que era más fuerte que un roble.

Benicio Sorrentino era un mantenido de su padre, jamás nada le costó, solo era abrir la boca y lo tenía todo.

Ahora pretende usar al hijo de Fátima como prenda de garantía, para recibir un dinero que jamás trabajó.

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