Capítulo sexto. Maratón 3/5.

Si no colaborás te lo quitaré y te dejaré en la calle, para que te alimentes en los basureros, también tu linda familia sabrá que por tu causa se quedarán sin nada. - amenazó Benicio.

Esas palabras le causaron un dolor de estómago, dándole una sensación de vacío, si bien no se mostraba asustada, lo cierto es que quería huir y esconderse a donde ese monstruo no los encontrara ni a ella ni a su hijo.

- Intenta acercarte a mí o a mi familia y será lo último que hagas en tu vida. - le dijo de manera desafiante.

Para sorpresa de Benicio, esa mujer frente a él, no era la Bella Idiota que conoció hace años, una niñata tonta que se dejaba deslumbrar por miserias, creyendo que era mucho. No, esta mujer es una fiera, decidida a defender a los que ama.

- No me tientes Sorrentino, puedo ser un dolor de cabeza cuando me lo propongo, no me estés amenazando. - le dijo, finalmente levantándose y dejando al hombre sentado sin saber como reaccionar.

Al llegar a su habitación, se dejó derrumbar pegada a la puerta de acceso. Colocó su mano derecha sobre su pecho, sintiendo los latidos desbocados de su corazón, no sabía de dónde había sacado el valor para hablarle así a ese hombre.

Con afán revisó su bolsa y sacó su teléfono móvil, marcó el número de la única persona que podría ayudarla en esos momentos.

Llamada

- ¿Fatima? - habló del otro lado su amiga Tina.

- Tina, estoy teniendo problemas. - su voz sonaba angustiada.

- ¿Qué te pasó, amiga? ¿Acaso tu ex te está poniendo problemas? - pregunta la chica, su amiga le había contado quien la había contratado para la campaña.

- No es Guido, es Benicio, vino a pedirme que me case con él y haga pasar a Michele como su hijo, cosa que es absurda porque el parecido con su padre es innegable, y como lo rechacé me amenazó con quitármelo y acabar no solo conmigo, si no con mi familia. - le contaba - Ante esa amenaza, yo también lo amenacé con destruirlo.

- Me imagino que quieres que tramite, todo lo referente a tus acciones y comience a cobrar algunos favores. - le dijo su amiga.

- Sí, es lo que quiero, si voy a pelear esta guerra, quiero que ese maldito se dé cuenta contra quien está peleando, que ya no soy esa misma muchachita cabeza hueca. - respondió la rubia.

Fátima al tiempo de marcharse de Italia, tuvo a su hijo, comenzó a trabajar en el mismo lugar que su amiga Tina. Ambas fueron a la universidad, la inglesa estudió derecho diplomático y ella estudió negocios internacionales con especialidad en administración.

Ambas mujeres comenzaron a invertir sus ahorros en la bolsa de valores, obteniendo cuantiosas ganancias. Muchos personajes de la farándula y la política empezaron a notar que eran muy acertadas en todo lo que invertían, entonces ellas los asesoraban, haciéndolos ganar mucho más a ellos también.

Quisieron mantener sus nombres en la clandestinidad, siendo pasados de voz a voz, por medio de un teléfono roto.

- Mañana mismo, estaré en Roma, dejaré a Chloe con Michele. - le dijo la pelirroja.

- Bien, aquí te espero, creo que buscaré un departamento, estar en este hotel me está estresando.

Fin de llamada.

Las dos amigas terminaron la llamada, de cierto modo, esa conversación la dejó un poco más tranquila.

Por otra parte, Benicio estaba rompiendo todo en su departamento del centro de la ciudad. No podía creer las agallas de esa mujerzuela, así era como él la consideraba.

No la recordaba tan altiva, al contrario, la recordaba sumisa y como una urraca, hablando todo el tiempo, halagando todo lo que este hacía, pero ya la doblegaría a su antojo como lo hizo hace años.

La haría arrastrar a sus pies, mendigando por un pedazo de pan.

- Maldita ramera, ya te haré doblegar, te voy a demostrar quién es Benicio Sorrentino. - dijo, bebiendo su vaso de whisky doble.

........

Guido seguía mirando la foto que le envió su hombre de confianza. Quería borrarle esa sonrisa y hacerla pagar por cada desprecio y humillación que le hizo en el pasado.

Quería tomarla entre sus brazos y follarla duro, sin contemplaciones, hasta hacerla gritar su nombre y que supiera que le pertenece solo a él.

- Eres una maldita bruja, no te puedo sacar de mi corazón, quiero odiarte pero jamás podré. - lloraba de impotencia con las manos en su cabeza, mientras está sentado en el piso con las rodilla dobladas.

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