Hace unos años...
Al principio no me había interesado formar un lazo o una familia al llegar en mi punto en el que estaba estaba abansando tanto en lo laboral como en la económica hasta que conocí a Ana, ella me cambió todo en tan solo unos meses. Aquel hombre frío e insípido pudo doblegarse ante una mujer; aquella que me iba a dar todo lo que había anhelado: era amable, amorosa, educada y lo mejor, era de corazón puro, muy distinto al mío.
Al pasar los meses, ya estaba en la cúspide a la que quería llegar. Era lo que tanto había esperado. Todo en mi vida estaba yendo en popa, hasta que un día me llegó una noticia que derumbaría mi vida.
- Yo sé, amor, que no estaba en tus planes aún ser padre, pero quiero hacerlo. Sé que lo podré sobrellevarlo, soy fuerte. Te lo prometo; más bien, te juró que lo haré. Confia en mí _ contestó Ana, aquella mujer llaciendo en aquella cama del hospital .
No podía asimilar una vida sin ella; era todo para mí, era mi motor de vida, era como un amuleto en mi vida. Todo lo que ella me había dado era pura felicidad y suerte en mi triste y solitaria vida, asta que le detectaron una enfermedad. Además con el embarazo, todo iba de mal en peor.
- ¿De qué estás hablando, amor? Si tú te mueres, ¿qué haré yo? No podré soportarlo_ Respondió Enrique con lágrimas en los ojos jurame Ana que vas a sobrevivir.
- Solo te pediré una cosa, amor. Si en el futuro no llego a soportar esta enfermedad, prométeme una cosa más, mejor dicho, júrame que elegirás a nuestro hijo. Yo sé que él o ella no tiene la culpa de tener una madre débil, pero sé que el tiene un padre fuerte y sé que el sé hara responsable de este tesoro que llevo. _ con lágrimas en los ojos expresando tales palabras al Alfa Ana.
En el presente...
Al oír tales palabras del chico cerca de él, le hizo recordar a su difunta esposa yacida en esa cama del hospital sin vida. Allí pudo entender que los juramento también se podía romper porque ella no había cumplido con haber vivido cono le había dicho. Pero al ver al chico sin haberlo conocí bien y querer tomar tal responsabilidad fue como un milagro elle había puesto ante mis ojos.
- Estás segura, Max, de lo que estás diciendo _ preguntó Enrique secándose las lágrimas.
- Sorprendido el Omega a saber que el Alfa sabía su nombre, llamó su atención sin dudar pregunto: "¿Cómo sabes mi nombre?"_ pregunto Max mirándolo.
- "¿Cómo no voy a saber tu nombre si trabajamos en la misma empresa?" _ contestó Enrique.
Al escuchar la puerta ser abierta, se veía a una mujer de blanco, que era la que trabajaba en el hospital. Nos había indicado que el cuerpo lo tenía que llevar para su preparación para ser entregado a sus familiares.
- En ese momento aún no asimilo la muerte de mi esposa. Al oír a la mujer de blanco diciéndome que el bebé había nacido bien, no pude decir ni una solo palabra.
- Está bien, ya nos vamos, señorita. Gracias por la buena atención _ contestó Max.
- ¿Escuchaste, Enrique? Vamos a ver al bebé _ sin más Enrique asentio, dirigiéndose a ver a su ahora hijo, aquel fruto que me había dejado su difunta esposa. Con tranquilidad, nos dirigimos al salón de los prenatales.
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