- Las horas pasaban sin poder dejar de mirar esta hermosa escena. Este Omega me hacía sentir que estaba en otro mundo; su olor era una fragancia tan adictiva y seductor. En eso me di cuenta de que era a él a quien añoraba tanto - Por Dios, David, me gusta mucho tu olor, sin dudarlo, me sumergí; en su delgado y hermoso cuello se podía oler las feromonas a miel esparciéndose por el vehículo.
Las horas pasaban y no sabía en qué momento duraría esto. Lo que bien se si un Omega entrar en celo, lo primero que se debe hacer es pasar su ciclo con su Alfa o inyectarle un supresor, pero para mí, desgracia no tenía ni uno conmigo. No sabía qué más hacer; mi cabeza me jugaba una mala pasada. Quería tanto tomarlo como mío, pero una parte di mi no podía hacer esto sin su consentimiento, así que tome la decisión de hacer otra cosa.
- Ayúdame, por favor, dame más de tu feromona Alfa; no me hagas sufrir más, te lo suplico - respondió David aferrándose más al Alfa.
- Si seguimos más, David, no voy a poder parar. No quiero hacerte nada por el momento. Tú no estás bien, solo te está dominando el ciclo de celo. No estás en tu cinco sentido. En eso, tomé el celular tratando de poder comunicarme con Salís. En eso, entra la llamada. Hola, Salís, eres tu?. - pregunto Tomás al escuchar la voz.
- Hola Tomás, ¿en qué te puedo ayudar? La conversación se sintió algo complicado; se podía oír al otro lado del teléfono a otra persona con la respiración un tanto agitado. ¿Estás bien Tomás? En eso escucho diciéndome que David había entrado en celo y que necesitaba urgente un supresor para calmarle. Ya veo, enseguida llego, - respondió Salís dirigirse hacia la farmacia en busca del supresor.
- Ya no sigas esparciendo más feromona, David. Por favor, ya estoy en mis límites. Ya no podía aguantar más el deseo de tomarlo como mío; era un sentimiento indescriptible. Ya
basta, Tomás, no pierdas la cordura en eso. Veo en el porta documento una pastillas de menta. Quería tanto olor, algo que no sea su olor. No era que me disgustara, sino que no quería hacerle daño o algo que a él no le gustará. Tranquilo, si pronto terminara. Salís llegará enseguida con el supresor. En eso miró por la ventanilla del vehículo; no había ni un Alfa rondando nos, algo que agradecía por qué no quería lidiar también con eso. O peor aún, si yo no hubiera sido dominante, hace mucho ya había perdido la cordura. Los minutos pasaban, era una tentación para mí. Al escuchar una voz suave proviniendo de afuera, ve a Salís mostrándome el medicamento. En eso abrí la ventanilla del vehículo. Al ver las mano delgada de Salís pasando el supresor, al cerrar la ventana miré al Omega aferrándose a mí. Sin dudarlo, le inyecté para que se le pasara el celo.
- Al poco tiempo, el omega estaba más tranquilo y recostado en el regazo. Le llenó de ternura, más con esto confirmó que este Omega era para él; no quería a nadie más que no fuera él eso se decía así mismo - Muchas gracias, Salís, por traerme el supresor - contestó Tomás.
No hay de qué, Tomás - contestó Salís, mirándolo la escena tierna de su amigo.
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