Despertar abrazados en el aire gélido de Nueva York era mágico y triste a la vez.
La distancia los había hecho volver a la rutina de sus días, amanecer, ir a la universidad, estudiar y volver a dormir la larga noche.
Maya Thompson dedicaba tanto su tiempo a las clases que ignoraba al hombre que intentaba volver acercarse a ella, la había herido al recordarte que no tenía padres con los que contar, que este utilizo eso en su contra cuando había confiado en él.
Pero los sentimientos aún estaban ahí, en cada mirada, en cada acercamiento desapercibido que aún removía sus entrañas al reconocer la emoción de su cercanía.
Pero aún había algo que la alejaba, él era alguien comprometido, no sabía razones de la que en un futuro se casaría con él, pero sentía el dolor en su pecho al descubrirlo, su ilusión había jugado con ella una vez más sin que ella lo hubiera imaginado.
—Joven Morgan, es requerido en las oficinas del director— El profesor de la única clase que ellos compartían lo había llamado.
Maya Thompson se sorprendió ante aquello que escondió su boca y nariz en el cuello alto de su suéter y se giró para verlo pasando desapercibida, lo vio con un semblante descuidado, su cabello había crecido unos centímetros más, las ojeras habían aparecido así como los indicios del crecimiento de su barba, con desgano había tomado sus pertenencias para bajar por las escaleras hasta la salida del salón.
Volvió sus ojos a su cuaderno y continuo con sus notas de la clase queriendo olvidarse del pelinegro que no desaparecía de sus pensamientos.
—Imbécil, se va sin disculparse antes— Escucho a su amiga decir a su lado.
Su amiga no era ajena a lo que había ocurrido entre ellos, estaba al tanto de sus noches en el departamento de él, de la primera cita que salió mal, de básicamente todo que Sasha había esperado que por fin su amiga hubiera encontrado el amor que había esperado de esa extraña relación.
—Sas, no debes preocuparte ya lo he perdonado— Dijo queriendo desviar la atención del tema, pero era difícil para Sasha Brown olvidar, pero entendía el efecto que el hombre tenía en su amiga pues solo así, se detuvo para no herir más de la cuenta a su mejor amiga.
Al terminar la clase sin siquiera pensarlo dos veces camino por los pasillos de la escuela hasta las oficinas administrativas en donde se encontraba el despacho del director, al llegar, logró verlo ahí hablando seriamente con el director que le entregaba una hoja al pelinegro quien la tomó y se levantó rápidamente.
Corrió para esconderse entre unas puertas y lo vio salir con rapidez, ¿Cuándo fue la última vez que hablaron? Fue aquella en la que habían tenido su primera discusión como una pareja, había soñado tanto tiempo en querer aceptarlo que al hacerlo jamás habría sabido que terminaría así.
Con tristeza continua con su día hasta que termino caminando por un parque pensando en el error que había cometido, después de haberlo dejado, después de haberse ido mientras caminaba en el clima frío de la noche fue que pensó en su error, había soportado que alguien más le hiciera ese tipo de comentarios, pero no lo soporto al oírlo salir de su boca, esa que había profesado que no la lastimaría.
Sumergida en sus pensamientos se detuvo al ver los botines negros delante de ella, al verlos con más detenimiento cayó en cuenta de quien era el que se encontraba delante de ella, lentamente alzó su rostro seguido de sus ojos que temían por aquellos hasta que lo vio ahí, descuidado como en la tarde, pero esta vez un poco más arreglado, la seriedad fue como una flecha que la atravesó el pecho.
—Yo… No pudo finalizar de hablar pues la había besado, su choque fue tan rudo que le robo el aliento, la sorpresa la invadió, pero aun así se dejó llevar, por la rapidez de sus labios, por ese beso que anhelaba sin pensarlo, la beso con dureza que se dejó llevar y se pegó a su cuerpo, percibiendo el calor de este.
Todo se volvió mágico con tan solo un beso, todo se olvidó, el error, el problema, la tristeza todo se había olvidado hasta que el aliento les hizo falta.
—Lo lamento— La tristeza en sus ojos se podía apreciar, el brillo con el que la miraba, con el lamento de haber dicho aquello que la lastimo.
Ella solo pudo dedicarle una sonrisa al abrazarlo aceptando sus disculpas, aceptando que ella también se había equivocado, que no había sido justa, que no lo había escuchado antes.
Caminaron por el parque durante la noche con tranquilidad, con su corazón aliviado del error, al caer más la noche se refugiaron en el tronco de uno de los más viejos árboles, el cual contaba con un pequeño hueco haciendo que la velada fuera más placentera para la pareja que se había reconciliado sencillamente.
La abrazo contra su pecho dándole el calor de sus brazos al igual que ella cubría sus manos del gélido aire, no hacía falta más nada, el silencio era todo para ellos, pues así daban a conocer sus sentimientos por el otro no existía más nada que ellos dos, solos, en medio de un parque, en medio de la noche.
—Me iré de la universidad—Dijo rompiendo el silencio de la noche.
—Lo sé—Dijo con tristeza al saberlo de parte de otros que habían oído que se iría —Quizás sería lo mejor, sabiendo que estás comprometido—
—No la quiero y ella a mi tampoco, mi padre lo hizo por que quiere que crezca la empresa, solo es un contra—
—Aun así, deberías arreglar eso con tu padre no lo crees, sino que jamás te dejará en paz—
—Pero hay un problema— Dijo escondiendo su nariz en el cuello alto del suéter de la chica —No quiero dejarte— Dijo con tristeza al saber lo que su partida conlleva.
Y es que dejar de verla no era una opción, no deseaba dejarla sola en medio de aquella jauría de lobos que amenazan con tocarla solo por qué a él le llamó la atención, por qué le gusta, por qué la quiere.
Tras una pequeña conversación poco a poco ambos fueron cediendo ante el sueño, se habían quedado así, abrazados, dándose el calor que necesitaban.
Al amanecer Maya había decidido ir por unos cafés para ambos, pues habían dormido en medio del parque a la intemperie, antes de irse lo cubrió con su chaqueta la cual se había quitado para cubrirla, se la coloco encima y tras darle una mirada de reojo se fue en busca de alguna bebida caliente.
Al tenerlos ya en mano, regreso en su búsqueda, pero antes de poder llegar, se detuvo a medio camino al percibir el lugar vacío y sin nadie quien la esperara, se acercó hasta el lugar solitario y dejó el café en ese lugar, en el que el había dormido abrazándola.
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Updated 38 Episodes
Comments
Alma D. Zarate
Esas son algunas realidades de la vida
2024-10-09
0
Carmen Moreno
Me parece bella tu novela, pero algo melancolica y triste.
2024-08-06
0