Peligro

Que puedo hacer, el miedo me domino en ese momento, en que me di cuenta de mí actuar, me dejé llevar por el momento, por el calor de sus manos que me hizo sentir protegida.

Le correspondí cuando sentí que quería alejarse, cuando lo sentí dudar de haber dado el primer paso ante mi indiferencia y antes de que pudiera haberse alejado tome la iniciativa, lo bese, me dejé llevar por sus labios que me invitaban a besarle con más ímpetu.

Siento como la sangre sube rápidamente a mis mejillas al invadir la vergüenza por pensar en él y su boca, por mi comportamiento compulsivo de salir corriendo algo me asusta y es que no hay nada que me dé más miedo que las personas.

Pues yo fui parte de una de todas esas personas que sufrieron a manos de otras, sé dé primera mano que se siente ser el juguete de alguien a quien no le significarías jamás de lo jamases alguien que tiene sentimientos, solo serás eso, un ser vivo insignificante en la vida de otros.

Las clases habían terminado y como era de esperarse me dirigía a la biblioteca pública para sacar unos nuevos libros para mi lectura diaria, aun apelar no terminar de leer mi libro favorito no dudaba en comprar un libro más y agregarlo a mi librero donde se encontraba repletos de ellos.

Escuchaba música en el trayecto mientras apreciaba el gélido viento de otoño que desprendía las hojas de los árboles digna para la escena de algún libro romántico.

El sentimiento de tranquilidad hizo que una sonrisa apareciera en mi rostro al ver como un niño se divertía con su mascota en el pequeño parque, y es que de donde vivo a la biblioteca es tan solo dos horas a pie, que nunca me moleste en tomar el autobús o el taxi, disfrutaba de esa caminata tanto que las malas energías podía sentirlas desaparecer.

Hasta que mi mente capto a un ser no bien visto para mí, un escalofrío recorrió mi cuerpo y apreté más bolso a mi pecho, pude sentir la entrada violenta del aire frío hasta mis pulmones, mis piernas empezaron a temblar.

Ahí estaba, viéndome con sus ojos negros fijamente al otro lado de la calle, con el semblante de su chaqueta del equipo de fútbol, con su cabello castaño despeinado, pantalones rasgados en las rodillas y sus tenis deportivos, pero si su altura me daba miedo, no le hacía justicia a la enorme sonrisa divertía que tenía en el rostro al ver como aún tenía poder en mí.

Tanto fue mi choque emocional que no me había dado cuenta de que me quedé quieta y veía la aparición de sus amigos, un nudo se formuló en mi garganta junto con las terribles náuseas de verlos ahí tan serenos aun después de haberse divertido con el sufrimiento ajeno.

Al ver sus intenciones de cruzar la calle, de ver como sus demás amigos se adelantaban sin apartar su vista de mí, fue cuando reaccione, cuando todo se me había olvidado y tomé el camino más corto para salir corriendo.

No me importo verlos seguirme o que quisieran tomar mi ritmo, pues si en algo era buena, era el huir, el escapar eso se me daba bien desde que lo dejé, desde que me di cuenta de que él no era bueno para mí. No me digne en voltear y verlos, no me digne a tomar un descanso aun si el aire empezó a faltarme, solo tenía algo en mente y era el huir lo más rápido posible, de perderlos.

Tanto así que el ruido de las llantas rechinar en el pavimento no me detuvieron y aaúnmenos el pitido por la impertinencia de haber salido corriendo en pleno semáforo verde, no me dignaba a detenerme, lo único que quería es volver a mi refugio, a mi hogar donde nadie pude tocarme, sentí un poco de emoción al ver que había llegado a la calle de la universidad, si no podía llegar a mi hogar entonces conocía a alguien que podría ayudarme y era Liam, mi mejor amigo desde el colegio, él es uno de los únicos a los que le menciones lo ocurrido después de Sasha quien me apoyo en todo momento.

Pase por el restaurante Daniel's y fue donde perdí mis cosas al impactar con alguien por que solo ahí me permití voltear y los vi corriendo desde lejos.

—Oye fíjate por donde vas— Escuche que me grito.

—Perdón, perdón— Dije queriendo recoger mi bolso, pero fue un grave error, pues lo vi ahí en la esquina buscándome por los costados hasta que se fijó en mí.

Dude de si alcanzar mi bolso lo mire quién con la respiración agitada empezó a acercarse amí con esa sonrisa. Y yo no hice más que abandonar mi bolso y salir corriendo una vez más.

—Maya—

En la lejanía escuché como alguien grito mi nombre, pero ahora sí que buscaba un lugar en el cual esconderme y esperar a que se cansarán de buscarme, cuando doble en la esquina de la cuadra vi un camellón y corrí hacia él, al no fijarme que había un obstáculo sentí como la gravedad se me iba y pronto el impacto en mis rodillas junto con un sonido rasgado, me gire para poder lo que en efectivo fue una herida en mi rodilla derecha.

No faltó poco y me caí en cuenta en lo que me encontraba, retrocediendo en el piso me escondí detrás de uno de los basureros y cubrí mi boca al escuchar como las voces y pasos se escuchaban, intente calamar mis gemidos cubriendo mi boca con ambas manos mientras los escuchaba pasando correr.

No caí en cuenta de cuanto había durado ahí escondida, oculta, cuando ya no escuché nada me puse de pie lentamente, me gire lentamente para ver mi panorama y ya no vi a nadie, pegada a la pared con cautela camine hasta la calle, pero el corazón se me vino a la garganta al verlo ahí de brazos cruzados mientras me veía atento, se me Escapo el aire y fui retrocediendo más al ver que sus amigos habían regresado.

—Eso no estuvo bien— Me dijo junto con el movimiento de su dedo, esa misma acción que odio, aun si alguien que no es él la hace la odio.

Conforme se acercan voy retrocediendo para marcar la distancia, pero me asisto al sentir el contenedor de basura a mis espaldas como aparte la vista no me di cuenta de que él se había acercado a mí y tomado por el codo arrastrándome de mi esquina segura.

—Que pensabas, que no me daría cuenta de tu nuevo noviecito— Me dijo arrastrando las palabras entre dientes y yo solo pensaba en soltarme y alejarme.

—Por favor, suéltame, si— Pedí ya casi en sollozos, siempre fui delicada, un agarre fuerte bastaba para dejar huellas en mi cuerpo y sabía muy bien que Trevor no era delicado no cuando se trataba de mí.

Solté un gritillo al sentir como tomaba mi otro brazo y me acercaba a su anatomía, yo gire mi rostro para evitar su cólera en mi cara.

—Soltarte, sabes que yo nunca suelto, Maya, te lo advertí no es cierto, que no andarían con nadie porque eres mía— Me grito a lo que yo me gire para ver sus ojos oscuros.

—Yo, yo, yo, no soy de nadie— Dije por un gramo de valentía que mi mejor amiga me había dado, pero debí haber cerrado la boca, pues vi como su mandíbula se tensó, cosa que me decía que no le había gustado para nada mi comentario.

Grite al sentir la dura lámina del contenedor golpear en mi espalda, eso sería un gran moretón —Quieres que te refresque la memoria— El aire se escapó de mi boca ante aquello que no era una amenaza, sino una humillación —Vamos chicos, recordemos los viejos tiempos—

—No, no, te lo suplicó, Trevor, por favor no lo hagas, por favor— Un sollozo se escapó de mi boca y ese fue otro grave error, pues las súplicas lo excitaban.

Se alejó de mí y menciono —Sujétenla— El pánico se apoderó de mí, así que como pude intente correr para escapar de sus manos, pero no lo logré, uno de ellos me había sujetado por el pecho y me alzó para que otro pudiera tomarme por las piernas, esto no se veía para nada bien, el míedo ya no formaba parte de mí, era toda yo.

—Ayuda, ayuda— Grite como pude buscando que alguien acabará con esta pesadilla, al tocar el suelo me gire y como Liam me enseñó cerré el puño y le di al más cercano a mí escuchándolo soltar un gemido por el dolor.

—Pe**a, me rompiste la nariz— Uno me sujeto por mi cabello y me acorrala contra la pared y las lágrimas se asomaron por mis mejillas, ya no podía hacer nada, estaba atrapada y ya no podía sentirme segura.

—Esto es por ti Maya, para que sepas quien es tu dueño— Lo escuché en mi oído —Te lo advertí, te advertí lo que ocurriría si llegara a verte con alguien— Cerré los ojos aun buscando el intento de soltarme de su agarré.

—Por favor, te lo suplicó, para— Llore al sentir sus manos en mis caderas anchas también como una rodilla se habría paso entre mis muslos regordetes, no podía más que esperar a que la tormenta cesará, pero sabía que esto me derrumbaría una vez más.

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