Todos quisieran detener el tiempo.
Quedarse así para siempre, sin tener que enfrentar el mundo o preocuparse por nada más.
Por qué llega un momento en que la felicidad no es un estado perpetuo, son solo momentos perfectos.
Así es para Vincent Morgan verla caminar por el campus con aquellos libros que podía asegurar pesaban más de lo que ella llegaría a pesar, verla en aquellas ropas que lo sorprendían, al verla con atuendos flojos y en ocasiones entallados, pero se veía encantadora para él.
Después de discusiones que no iban a otro lado con su padre, después de marcharse dando el azotón a la puerta, aquellos eran sus momentos felices en los que la veía y seguía para cuidarla, pues ya sabe más de ella, de los lugares que frecuenta, del lugar donde vive, tanto es su interés que hasta el mismo se había asustado de los cambios que aplico.
Al ver lo que hacía, esa mañana caminaba por la facultad evitando lo que su mente le decía desde que abrió los ojos, volvió a sus rutinas de antes, ir a clases con normalidad, resistirse a la idea de verla para no pensar en ir a buscarla.
Pero que si el destino la pone en su camino, que si la ve caminar no por el otro lado sino delante de él.
Claramente en su intento por huir de lo que sentía era en vano, pues la vio esa mañana con una sonrisa en su rostro mientras conversaba con aquella castaña alta que la veía mientras compartía de su bolsa de papas a la pequeña pelirroja que levantó su mirada y por milésimas de segundos se vieron, tanto que casi pudo percibir como el tiempo se detenía y ahí estaba mostrándose encantadora, tan enigmática.
Al verse a los ojos el rubor apareció provocando que inclinará su rostro para volver a esconderse en aquel cuello de tortuga.
Esa simple acción le había dicho todo, sabía quién era él, lo recordaba de aquel día por la mañana y ahora estaba claro que sabía quién era él en todos esos momentos en los que se sintió observada.
Una vez más había caído en las garras de lo que él sentía por aquella personita, ahora por primera vez en semanas se dio cuenta de que ella estaba en una de sus clases y se sentaba hasta la última butaca cerca de la ventana.
La clase había finalizado, el profesor se había marchado y permaneció hasta que la vio ponerse de pie guardando sus cosas con tranquilidad en aquella mochila, estaba seguro de que ignoraba su presencia, así sin emitir algún ruido se acercó por detrás de ella, cuando la vio guardar el termo en los bolsillos laterales de su bolso se atrevió a inclinarse y acercar su nariz y boca aquel oído adornado por dorados aretes.
—Tú sabes quien soy yo— Dijo es tu típico semblante sereno sacándose una son risita al verla dar un respingo llevando una de sus manos al pecho justo donde su corazón podía escucharse palpitar.
—Qu... que eestas haciendo— Hablo en un pequeño tartamudeo buscando una vez más la serenidad.
Pero como podría hacerlo si el hombre que la observaba, que la cuido en la biblioteca estaba delante de ella mirándola con ese brillo que nunca antes había visto en alguien, pero le molestaba que se burlaba de ella, verlo sonreír por cada una de las reacciones que su cuerpo emitía, lo odiaba, lo odiaba.
—Me fue imposible no mirar que cada vez que me observas mirarte te ruborizas y escondes tu nariz en ese cuello tan alto— Señaló colocándose a la altura de ella
Sus manos se agarraron de la mesa inclinándose hacia atrás al ver el repentino acercamiento —Co..Como dices— Fingió no saber tratando de alejarse del rostro del contrario.
Con una sonrisa de medio lado se sujetó del escritorio justo a los laterales donde sus manos se encontraban aferradas y el espacio que había entre ellos el mismo que ella estaba marcando lo fue quitando al acercarse más a su rostro que se ponía cada vez más rojo.
—Por favor no digas que en verdad no sabes quién soy, porque yo si sé quien eres tu Maya—
—Puede alejarte un poco— Pidió con nerviosismo provocando que saliera una risa de él acortando la distancia
—No, no lo are hasta que digas que me conoces, porque yo sé que si me reconoces —
Maya se perdió una vez más en esos mares de un azul profundo, no podía escuchar nada y ver nada más que a los ojos del hombre quien acordaba más la distancia casi sintiendo el olor del perfume que ella expiraba.
—Vi..vi...Vincent —
Sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar la forma tan tierna en la que pronuncio su nombre, le resultó tan gratificante que acortó más la distancia escondiendo su rostro en el cuello enorme de su suéter olfateando más el olor de su perfume que olía a rosas con chocolate, estaba perdido en ella y su maldito perfume, en lo suave que era la piel que su nariz alcanzó a tocar, perdió más la cordura al sentir como una pequeña mano se presionaba en su pectoral provocando que su cuerpo entero se tensara y valla que se odió al ser traicionado por su cabeza y soltar un ronco gruñido por el simple hecho de haber sido afectado por aquel toque tan inocente que intentaba alejarlo.
—Por favor—
Esa simple súplica hizo que sus piernas flaquearan, tomó su pequeña mano entre la suya y se alejó poniendo recta su espalda sin alejar su mano llevándola hasta su boca donde deposito besos en su palma viendo el efecto que provocaba a la chica que se ponía del mismo color que su cabello.
—Que estás haciendo, apenas y sé quien eres— Dijo sin tartamudear en ningún momento intentando zafar su mano.
—Llevó días esperando para que me vieras en el estado en el que me dejaste en aquella habitación, sé quien eres Maya y sé que tú sabes quien soy— Menciono sujetando su mano con más fuerza llamando su atención pues por los nervios, esos ojos miel se apartaron de los suyos para ver a las afueras queriendo huir de la realidad que los albergaba.
—No—
—No ¿Qué?—
—Sé lo que quieres y no pienso darte el gusto— Refutó ante su interrogativa a lo que descolocó a Vincent confundido por aquella respuesta escueta que no se esperaba, tanto que su ceño se frunció mirándola más a detalle.
Bajo el rostro para no verlo, pues ella se conocía, había tenido una relación con un chico popular y este la había dañado bajando más su autoestima de lo que ya podía decirse que la tenía, además las inseguridades, de sus incapacidades para satisfacer a un hombre la hacían dudar y el miedo la consumía, por eso se protegía de hablar con las personas que pudieran llegar a hacerle daño y ahora mismo Vincent Morgan era un peligro eminente para ella del cual no querría detenerse a observar.
—Quien—
Confundida alzó su rostro para ver al pelinegro que la vio con firmeza, quien la escudriño con esos ojos azules.
—Quien fue el bastardo que se atrevió a hacerte daño—
La cólera se apoderó de él en ese momento, tanto así que su mandíbula se tensó al tiempo que su mano libre sé cerro en un puño enterrando sus uñas cuando aprecio el dolor en su mirada, en ese momento juro encontrar al bastardo que la daño haciendo que se ocultara en prendas anchas, que la hicieran más tímida, que no pudiera socializar por la vergüenza, la sorpresa invadió el rostro de Maya al verse expuesta, no fue necesario un nombre, una duda, nada era necesario, pues él se había dado cuenta de que había un tercero, segundo o primero involucrado con el dolor que con tanto empeño quería ocultar, estaba segura de que lo hacía tan bien que su mejor amiga no se daba cuenta, pero este hombre llego y la desnudo ante sus ojos descubriendo su dolor oculto.
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Comments
Elena Castillo
Si Alguna Lectora No Está De Acuerdo o No Le Gusta Como La Escritora Escribe, Describe y Narra El Desarrollo De Su Historia Sin Estar Criticando y Menos Mandando Mensajes Con Palabras Despectivas o Altisonantes Cambien De Novela En Esta Aplicación Hay Muchos Escritores y Asunto Arreglado Así De Fácil Quien Es Uno Para Decirles A Ellos Como Escribir Sus Novelas... Está Aplicación Es Gratis Cada Uno De Los Escritores Nos Obsequian Sus Novelas Con Cariño Seamos Entonces Agradecidos ... Si La Novela No Nos Gusta o Como El Escritor Escribe Su Historia Busquemos Otra y Ya ... Gracias Disculpen Mi Atrevimiento Se Tenía Que Decir y Lo Dije o Mejor Dicho Lo Escribí...
2024-10-07
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Maria Cristina Escobar
mucho palabrerio y nada de dialigo.
2024-03-10
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