No sabía lo que tenía que hacer, solo entendía que no quería estar ahí.
Cuando Adam me explico que mi padre había ido a verlo con la excusa de saber en donde estaba, era inevitable para mí el regreso a una casa que no la sentía como mi hogar, ahora mismo estoy ahí, viendo el realce de la lujosa mansión de la que provengo, terminando mi cigarrillo, me adentro en la prisión.
Al caminar por el largo camino hasta la mansión los jardineros y empleados que están de más que trabajan para mi padre, me saludan con tristeza y alegría de verme después de tanto tiempo.
Doy un suspiro enorme al encontrarme en la puerta donde mi conciencia me pedía huir a gritos, era caótico por lo que atravesaba en ese momento, por razones obvias mi madre me ayudó a salir, por eso huyo del alcance de mi padre.
Tomo la perilla de la puerta y entonces hago lo inevitable, veo el interior de la casa como un gran agujero negro que trataría en segundos, en mi miente la idea de caer en un abismo me era imposible de no evitar, el pánico se reflejó en la manera de sudar de mis manos, de sentir como mi garganta se ponía seca, conforme caminaba, cada paso me hacía un manojo de nervios.
No veía escapatoria a lo que estaba haciendo, estaba entrando a boca del lobo sin saber que esto conllevaría la tragedia del final de una relación que todavía no comenzaba.
—Al fin te dignas en aparecer— Me detuve al oír el grosor de su voz, aquella que me hacía temblar como gelatina desde que tengo memoria —Cuando maduraras, sabes cuantas veces he intentando encontrarte por la simple necedad de tus caprichos— Ahí estaba el hombre al que conocía, no había segundos, minutos, horas en las que la hostilidad con la que se dirige a mi persona apareciera.
—Estoy aquí no— Fuego, me estaba quemando, era lo único que sentía en mi garganta al tener la valentía de responderle con descaro.
—Vincent, huir no te librará de mi, ni nada logrará lo inevitable—Dejo la carpeta sobre el sofá colocándose de pie mientras desabrochaba el botón de su saco.
Aquella simple costumbre de desabotonar la odiaba, simplemente porque siempre que se encontraba delante de mí el sentimiento de superioridad estaba presente, jamás una palabra de aliento, jamás un sentimiento paternal.
—Quizás, pero prefiero estar viviendo mi libertad que estar aquí preso todos los días— Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón para que no fuera notable como estas sudaban y temblaban —Solo bine a comentarte, que no me busques, por qué donde pienses que este no estaré—
Finalice cortante y me gire para marcharme antes de que dudará, antes de que el temor me ganará y cayera en el hoyo en el cual él me ha metido y encerrado.
—Vincent no puedes avisar lo que ocurrirá, tú eres y siempre serás mi heredero, quieras o no tu futuro ya está trazado—
Escuchar aquello era principalmente lo que no quería oír, ese era mi futuro, el nuevo CEO comprometido con una mujer que al igual que yo, nos odiábamos, intente varias veces deshacer ese compromiso que me ahogue mentalmente en un mar de infinito sufrimiento.
¿Qué es el agotamiento? No lo sabía, pero si lo viví, mis intentos y luchas por dejar de existir en este infierno, por vivir en las tranquilas aguas de lo contrario vivo constantemente en un mar tormentoso, donde al encontrar aquello que me motiva, me derriban, cuando logro ponerme de pie, vuelvo a caer en la oscuridad de la vida qué hizomíe mi, mi padre.
Las fuerzas me faltaban, el ánimo se esfumó de mi rostro, caminaba sin darme cuenta de nadie, solo era yo y mi tormento, caminaba alrededor de un círculo vicioso del cual no encontraba la salida, todo era gris.
Hasta que te vi, pasando con tus libros en la mano, con aquellos lentes enormes que te sentaban bien, tu brillaste ante mi oscuridad, iluminaste mi camino y de vuelta vi mis metas, mis alegrías.
Al percibir mi mirada me dedicaste una sonrisa al atraparme y lo supe aún mejor, que te quería en mi vida, que, que te amaba.
Entendi entonces que tenía que dejar de pensar en lo que me angustiava, camine con las fuerzas renovadas y decidido a seguir con el plan que ya había trazado, camine alegre, pero no duró tanto.
Era un grave problema, el escándalo, el bullicio de los imbéciles que sólo se detenían para observar.
En el momento en que oí como el idiota de Trevor Arlert te había interceptado en uno de los pasillos de la escuela, no me importo nada más, no lograba pensar con claridad, no lograba ver bien las cosas ya era tarde, estábamos por vernos y tenía que ocurrir esto, solté mis pertenecías sin importarme nada para así salir corriendo hasta tu encuentro.
Corría por los pasillos intentando encontrarte o ver aquel montón de gente que no hacía más que observar, hasta que lo hice, hasta que te vi intentando zafarte de su agarre, con tu ropa húmeda, siendo violentada.
Con los puños cerrados, con en el enojo que evite desde que vi a mi padre, desde que volví a saber que no soy libre de poder hacer lo que se me place, como pude me escabullí entre la muchedumbre y lo alcance.
Con el cuidado debido de herirte lo golpee con fuerza tanto así que lo tumbe sobre el césped y seguí con mis golpes, lo golpee hasta que la vi sangrar y solo entonces fue que me detuve, fue que pare mis golpes y retrocede.
—Te lo advertí, dije que si volvías a acercarte a ella te molería a golpes, vámonos te sacaré de aquí — No me detuve a verla, estaba claro que explotaría y que no estaba en un buen estado, en lo único que logre pensar era en sacarte de ahí, salir de ahí.
Me dolía verte en ese estado, tus lágrimas corrían sin parar, traías mi ropa puesta, llorando en la cama donde compartimos momentos felices.
—Lo lamento, te metí de nuevo en problemas—se cruzo de brazos caminando hasta el escritorio donde agacho su rostro queriéndose esconder de mi.
Frunci el ceño al escucharla, sonrei exasperado por aquel mismo comentario el mismo que odio que crea que por creer que ella es simple, un cero a la izquierda cuando en realidad es mucho más que eso, camine hasta ella llamando su atención, me miró al rostro justo cuando la levante con fuerza sentándola en el escritorio seguido de que tomaba su rostro entre mis manos.
—No son problemas para mi, verte, quererte y adorarte no son ni serán problemas, por qué el se lo merecía y se lo advertí, si volvía a tocarte sabía a lo que se enfrentaría—
El tiempo se suspendió, dejo de existir todo a mi alrededor solo la miraba a ella y ella a mi, cuando creí que no podía ser perfecto ella tomó la iniciativa, ella me hizo sentir el calor al besarme con tanta ternura, me beso como yo nunca podría hacerlo.
—Por favor no me hagas esto— Supliqué al sentir como me abrazaba con sus piernas exigiendo más contacto, al sentir como sus manos empezaron a tocar mi espalda por debajo de mi playera, todo se esfumó de mi cabeza, sabía que esto no estaba bien y por eso mostré un poco de distancia, por qué no quería aprovecharme de ella, del dolor por el que pasaba.
—Por favor, que— Sonreí al entender sus palabras, jugaba conmigo y mi persona, lo mismo que hacía en contra de ella, cuando casi siempre era ella la que imploraba con que me detuviera.
—No quiero aprovecharme de la situación Maya—
—No lo haces si soy yo la que te lo pide Vincent— Al escuchar mi nombre escurrirse de entre sus labios hizo que mis cables hicieran corto circuito, si ella me daba luz verde para continuar más haya de lo que ella me lo permitía, le daría lo que quería.
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