DEMITRI
‘Sucio’, una palabra popular entre los labios de mi padre. Era su palabra favorita. Se refería a ‘sucio’ a todo aquel que su sangre no sea de nobleza pura. La decima familia siempre era una que no duraba demasiado, era la de menos poder e influencias, pero, aun así, se mantenían firmes. Ellos seguían sus propias leyes, una que no les importaba el derecho de sangre, menos lamber las botas de los más poderosos. Su estabilidad en esta cadena alimenticia de poder, era un misterio de hace bastantes años.
Simon, formaba parte clave en mi juego de ajedrez. Con su juramente de sangre y lealtad hacia mí, aun así, nunca revelo los secretos de su familia. Pero siempre daba mejor resultados con sus secretos, en sus trabajos que cualquiera de las otras familias regentes.
Y sabia que Dallin Foster estaba tocándome las bolas para molestarme al trabajar para mi padre. Lo había rechazado en el momento que Damir me lo presento y asumió que yo aceptaría cuando dijo que seria mi mano
derecha, mientras Nathan era buscado después de negarse al compromiso con la familia Raffelsen. E huía con Elizabeth Laurens.
—Tu incompetencia y juicio nublado por el poco poder que te he dado, están haciendo que nuestra familia pierda poder en la mesa del consejo. —añade Demir con ojos entornados y cargados de energía. Aquello era mentira, él había perdido todo poder en la mesa del consejo al haberse acostado con otra mujer que no era su esposa. Deshonrando a la familia Zellweger, familia de Aurelia Zellweger, gobernante de la nación del agua.
Pero la culpa nunca podría ser él.
Testifico en la mesa del consejo, hacia las otras naciones que mi madre y su familia habían conspirado para tenderle una trampa, cegados por el poder y dinero. Pero aquello no cabo como él quería, la votación de las
demás naciones pidió su retiro anticipado de su puesto, cuando los rumores se volviera real y un niño de ojos azules y cabello negro, reclamaba ser su hijo.
Un descendiente más de la familia De’Ath’s, alguien que podría llevar la sangre de la Diosa Ignis en sus venas. Aquellos podrían desequilibrar toda balanza dentro del consejo, quebrar toda promesa y ley que se juro con sangre sobre aquella mesa.
Los hijos ilegítimos eran descendientes de la Deidad Tenebris, porque fue un hijo ilegitimo en aquel momento que levanto la guerra en el mundo y masacro a la familia suprema.
Es por eso, que su obsesión a la sangre pura entre los gobernantes de las seis naciones era algo importante para ellos. La desgracia era lo peor que les podía pasar.
—He notado que tu estrategia indiscriminada no te ha funcionado. —suelto en bufido mentalmente. Comenzaba a picar la punta de mi lengua, queriendo revelar todo lo que he hecho y hacerlo saber que había hecho mucho más de lo que él hizo en sus 40 años de gobierno. —No es sorprendente por la sangre que llevas, —añade. Mantengo mis ojos fijos y sin titubear sobre él. — todo lo que quiero en este momento es que regrese tu hermano y se haga cargo de la sucesión. Poder casarte con una buena mujer de una de las diez familias de nuestra nación…
—¿Quieres que me comprometa con alguien de las diez familias? —aquello era nuevo. Tal vez, esto venia por parte de Aurelia. Era su única manera de mantenerme en un rango bajo y poder controlarme de la manera en la
que ellos querían.
—¿Piensas formar parte de una de las familias gobernantes? —el tono de sarcasmo y burlo en sus palabras, logra que me remueva con disimulo en mi asiento. —No digas estupidez, muchacho idiota. Aquel es el único lugar que te corresponde.
Trago saliva, la barba que adornaba su mandíbula y debajo de su nariz parecía haberse puesto en desacuerdo con su cabello y volverse primero blanco y no esperar más. Quería arrancar aquella expresión superior de aquel asqueroso rostro suyo.
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