Mi mirada lo escanea de arriba a bajo, este hombre que parecía ser más alto que todos los que nos encontrábamos en la habitación, tal vez llegaba a los dos metros de altura. Su traje el cual parecía estar hecho a su medida, en un momento el deja caer sus manos sobre sus piernas cruzadas, la tela se tensaba y parece ceñirse a su piel, cada minúsculo movimiento de su parte. Sus zapatos parecían nunca haber tocado el suelo de afuera, su cabello hacia un muy bien contraste con su piel casi tostada, el color negro de cada mechón parecía brillar opacamente con cada rayo tímido de sol que se atrevía a atravesar aquellos altos y grandes vidrios. Cuando sus ojos habían caído sobre mí y aun lo seguían haciendo, podía ser que veía a través de mí y con un poco más de tiempo, él iba a averiguar todas las respuestas de sus preguntas.
—Mujer, estas haciendo que esto se vuelva más difícil para ti y tu hermana.
—Ya te lo dije, no sé nada de lo que me preguntas.
Él aprieta la mandíbula.
—Si me dice donde esta Nathan, firmare un acuerdo con usted donde su hermana no recibirá ningún castigo y su…familia recibirá una compensación por decirme su ubicación. —él no retrocede. Vuelve a intentar convencerme. Cuando ve que no digo nada en el momento ese, él continúa hablando: —Sé muy bien que les hace falta dinero, con todo el dinero que se llevó tu hermana para escapar y con tu abrupta renuncia del hospital…
Sentía el bombear de mi sangre en mis oídos.
—¿Cómo...?
—…intentó mantenerse oculta, luego de lo que hicieron a su hermana y usted. Pero se dieron cuenta que el dinero no era suficiente, entonces decidieron engañar a Nathan. —traga saliva y sus ojos parecen neutros, pero muestran una pizca de satisfacción al ver que no digo nada al sacar todos mis problemas a la luz y me ve comprometida.
Pero no era así, no podía moverme por el simple hecho de estar intentado comprender lo que estaba diciendo. ¿Acaso este hombre tenía el cerebro del tamaño de un maní? Acababa de sugerir o, mejor dicho, de dar por sentado, que secuestramos a un hombre de 30 años, quien era el vivo relejo de él. Solo que Nathan tenía una cabellera sedosa y de un color opuesto a él, para muchos podrían costarles asociar que eran hermanos, pero su tamaño en cuerpo y aquellos malditos ojos, parecían revelar mucho más. Las líneas de sus mandíbulas eran similares, maldije a Nathan, sabía que si alguna vez lo volvía a ver de nuevo. Iba a recordar a este bastardo.
Luego de unos segundos de volver a estabilizar mi mente, hablo;
—Ahora entiendo porque su hermano tenía tanto apuro de escapar de ti. —digo entre dientes, el susurro que se había escapado de mis labios, había llegado a los oídos de todos los presentes en la habitación. Suelto medio suspiro. —Aun así, no sé de lo que habla.
Había despegado mis ojos de los suyos y mirada hacia las flores que parecían perder vida y color en este frio lugar, la presión que sentí después de decir aquellas palabras fue tanta que mi cuerpo inconscientemente comenzó a temblar. Levente la mirada y la volví a dejar caer sobre los de él. Sus ojos que eran azules profundos, ahora solo parecían dos esferas negras mirándome con desprecio. No pude contener mi cuerpo y que este volviera a temblar.
Trague saliva en seco.
—Llévensela. —cuando pronuncia aquellas palabras y sus labios se estiraron un poco, pude notar el rastro de lo que parecían ser hoyuelos.
Sus palabras hicieron que se activaran todas mis defensas, nuevamente. Estas estaban al rojo vivo. Por el rabillo del ojo vi el movimiento de uno de los grandotes que comenzaba a acercarse a mí, quien era Trevor, había suspirado y a la vez meneaba la cabeza, parecía decepcionado y cuando él también comenzaba a acercarse a mí, sus ojos me decían que había firmado mi propia sentencia de muerte. Aprete con fuerza el ramo, cuando sentí al grandote más cerca de mí, me giré hacia él.
—Si tan solo intentas tocarme, juro por dios que…
—Sita. Evangeline, le recomiendo que haga lo que le dicen…
—No digas mi nombre. —me giré hacia Trevor quien parecía intentar calmarme, mis manos temblaban. Desde la otra punta, podía sentir como la mirada de él se había pegado a mi como chicle en la suela de un zapato, mirando cada acción o movimiento que hacía con una mirada punzante y perspicaz.
En ese momento dejé el ramo de flores sobre la pequeña mesa de cristal que se encontraba a un lado, y los dedos de Trevor rozaron mis brazos cuando él tuvo la intensión de tomarme por el brazo. Gire solo un poco de mi cuerpo y con mi mano derecha tome la suya desde la muñeca y la otra la coloque cerca de su cuello, para luego tironear de él hacia adelante un poco y con mi pierna izquierda patear hacia atrás su pie, así el perdía por completo el equilibrio. Para que finalmente lo lleve hacia adelante y lo pase por arriba de mis hombres y lo deje de espalda al suelo dejándolo caer con un ruido sordo y seco. Su rosto rápidamente se torna de una expresión de dolor y puedo escuchar que su respiración se atora por unos segundos.
Los cursos de defensa personal que decidí tomar luego de aquel incidente en el hospital, por fin estaba poniéndolos a prueba.
—¡Señor Trevor! —uno de los hombres grita su nombre. Trevor intenta articular algunas palabras, pero no puede. Aun intenta recuperar la respiración. Cuando levanto la mirada y llevo la trenza detrás de mis hombros, veo al hermano de Nathan mirarme con la misma mirada de siempre, fría y calculadora. La gorra había caído de bruces al suelo y los lentes bailan en el puente de mi nariz, levante la mano y los empuje de nuevo a su sitio un poco más arriba.
Por otro lado, el hombre despreciable no se había movido de su lugar o mostrada alguna expresión nueva desde que lance por arriba de mis hombros a Trevor. En ese mismo segundo siento dos fuertes brazos tomarme por detrás y acorralándome. Me levanta sin ningún esfuerzo y en cuestión de segundos me coloca sobre sus hombros como un saco de papas. Mis piernas comienzan a pelear y mi cuerpo forcejea para salirse de su agarre, pero no logro hacerlo. El grandote me había capturado y no podía escapar, en ese momento mi cuerpo entero volvió a temblar.
El sentimiento de poder hacer nada y no poder defenderse estaba haciendo que mi miedo de aquel entonces, se apodere de mi cuerpo y me vuelva débil. Mis ojos se llenan de lágrimas a la vez que continúo pateando. Mi pensada trenza hacia abajo y mi visión solo captura la espalda del grandote.
—No… ¡No pueden hacer esto! ¡Suéltenme! —grité con todas mis fuerzas, escucho el sonido de una puerta abrirse, es por la cual el hermano de Nathan había entrado con las otras personas. Cuando pasamos el marco de la gran puerta, y el grandote que me carga dobla. Logro levantar un poco la mirada y por un segundo veo a aquel hombre de expresión fría no se había inmutado. ¿Qué esperaba? —¡No puedes retenerme aquí, bastardo! ¡No puedes!
Aquel hombre solo tenía un maldito objetivo y era encontrar a su hermano a toda costa. Pero jamás iba a decirle, incluso si sabía, no iba a revelar jamás su ubicación. Ambos habían huido de este lugar para poder vivir en paz y que su hijo no caiga en las manos de la familia De’Ath’s. No podía revelar que Elie estaba esperando un hijo de Nathan, jamás iba a decirle. Nathan me había advertido de esto y de su hermano Demitri. Pero no iba a caer en sus manos.
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