DEMITRI
Intento cerrar los ojos por unos segundos, la rutina era simple y todo se mantenía bajo mi control, los tres minutos de descanso que me tomaba cada seis hora eran más que suficiente para volver puntual a mi trabajo, pero una simple persona de cuerpo frágil y ojos grandes había derribado a uno de mis mejores hombres con un solo movimiento. Para que solo después sus grandes ojos verdes se volvieran a clavar en mi con tanta presión en ellos, desafiándome. ¿Cómo se atrevía tan descarada cosa y de bajo nivel, mirarme de tal modo? Mis sentidos volvieron a picar por darle un puñetazo a Nathan, no podía permitir que él continuara mezclándose con personas como ella. Las simples cosas no yendo como debían ir y no estando bajo mi control, comenzaban a frustrarme.
Volví a intentar cerrar los ojos y respirar con normalidad. Pero el sonido del teléfono sobre el escritorio me saca de mis pensamientos vacíos. Estiro mi mano y descuelgo a la vez que pongo en alta voz.
Los tres minutos se habían desperdiciado en estúpidos pensamientos.
—Señor, el auto ya lo está esperando abajo para llevarlo a su próxima reunión con los accionistas de las empresas de petróleo de Canadá. —el secretario Park, me anuncia desde el otro lado de la línea.
Mi espalda se endereza.
—Avisa a Simón que lo estaré esperando abajo. —me levanto de mi asiento y acomodo mi traje, mis manos ajustan la corbata que hace minutos atrás había aflojado.
—El Sr. Simón ya se encuentra aquí, Señor. —no me sorprende para nada, corto la línea y toco otro botón en el teléfono. Después de escuchar otro pitido, vuelvo a hablar.
—Trae a Copper contigo, deja que Tyler sea quien la vigile. — elevo la mirada hacia la puerta la cual lleva a la parte más íntima de la Torre. —No causara tantos problemas si esta encerrada.
(…)
La reunión se había extendido de las horas que iba a durar. El maldito viejo no dejaba de ofrecer vino y a su hija como recompensa del cierre del contrato final. No debí pedirle a Simón que adelante su reunión, el maldito bastardo pensó que lo había hecho porque estaba ansioso de firmar con ellos. Simplemente lo había hecho para que quedara espacio en el día para traer aquí a la hermana de la mujer con la que Nathan se había fugado. ¡Por todos los dioses! De solo pensarlo sentía que toda mi energía se volvía a perder, aunque el cielo había oscurecido y la mayoría de la Torre se encontraba en silencio, ya que los empleados de la planta baja ya terminaron sus horas de trabajo, por otro lado, en la parte alta, sabía que después de un baño no iba a escansar, aunque quisiera.
—Simón, prepara los papeles de la empresa en Londres que adquirimos. — las puertas del ascensor se abren y mientras que avanzo me saco el saco y lo coloco sobre mi brazo, aflojo de camino la corbata.
—Pero, Señor, el permiso aun no está firmado. Sería un desperdicio hacer los preparativos ahora si…
—No te preocupes, mañana estarás poniendo el permiso sobre mi escritorio. —Simón camina un poco más presurado para llevar el ritmo de mis pasos. Cooper abre la puerta de doble hoja que da la bienvenida a mi oficina.
—Señor, no será…—Simón no logra terminar la frase, porque hablo antes de que él pudiera continuar.
Cooper vuelve a abrirnos la puerta, esta vez la que nos lleva a la parte principal y más privada de la torre.
—Acepté el compromiso con la Sita. Eleanor Raffelsen.
—Demitri, ¿Qué…? —Simón pronuncia mi nombre, dejando atrás su modo Trabajar que tan pulido lo tenía. Mi respuesta lo había desconcertado. Él vuelve a ser interrumpido por un fuerte sonido. Todas las miradas se dirigieron al lugar de donde provenía.
La última habitación al final del pasillo, la puerta de la habitación la cual supuestamente debía estar cerrada en todo momento, se encontraba abierta. Comienzo a acercarme dejando a un Simón con preguntas y preocupaciones por mi declaración anterior. Mi palma se posa en la puerta y la empujo, cuando se abre por completo y la vista de adentro es captada por mis ojos. Mis reflejos se activan en ese momento y muevo mi cabeza hacia un lado, cuando lo que parecía ser un cojín vuela hacia mí, esquivándolo este golpea la pared de mi lado, miro caer el cojín para luego levantar la mirada y clavarla sobre la persona quien parecía tener una buena puntería.
—¿Dónde demonio esta? ¡¿Dónde demonios esta ese bastardo?! —sus gritos llegan a mis oídos, en ese segundo veo a Tyler junto a dos guardias de la planta baja tratando de esquivar los objetos que ella lanzaba. —¡No pueden mantenerme aquí! ¡Esto es ilegal!
—S-Señorita, por-por favor…
—¡Traigan al bastardo! —ella vuelve a gritar, toma lo que parecía ser unas flores de un florero, las sacude y luego las arroja. Ninguno se había percatado de mi presencia.
—¿Qué demonios está sucediendo aquí? —Simón llega en ese segundo, mira toda la habitación destrozada por una simple y común mujer frágil. La habitación parecía haber sido víctima de un tornado en su interior, las sábanas de la cama estaban arrojadas en el suelo, las almohadas parecían haber desaparecido, aunque en algunos puntos podía ver algunas de las plumas que se encontraban en el interior de las almohadas, pero estas plumas se encontraban esparcidas por la habitación y algunas por el cuerpo de Tyler, mi lógica me decía que él había sido atacado por esas almohadas hasta destrozarlas.
Ella toma el jarrón de las flores con sus manos desnudas.
En ese segundo, los cuatro pares de ojos se concentraron en mí y en Simón. Ella respiraba con dificultad, sus ojos me miraron con enojo, en cambio los de Tyler y los otros dos de seguridad, con alivio.
—Señor…
—¡Tú…! ¿Cómo te atreve…? —comienzo a acercarme a ella sin pensarlo dos veces.
—Señor, es peli…
—¿Q-Qué…? —tomo su mano que sostenía el jarrón de las flores, con fuerza. Su expresión se retuerce en dolor, aligero mi agarre. —¿Qué demonios es lo que pretendes? No puedes mantenerme aquí.
Ella vuelve a recuperar su ferocidad.
—¿Dónde está Nathan?
—No lo sé.
—Esto es simple, dices donde se encuentra mi hermano y podrás irte.
Sus ojos se vuelven rojo de la ira.
—No lo sé y si lo supiera jamás te lo diría. —ella da un paso hacia adelante y vuelve a desafiarme. Mi paciencia parecía estar llegando al límite. — Así que, déjame ir. No puedes mantenerme aquí encerrada y esperar a que te diga algo que no sé.
Un dulce aroma se filtra por todo mi cuerpo. Sus mechones rebeldes parecían haberse escapado de la trenza que sostenía aquella melena salvaje, sus ojos verdes brillan con enojo mi rostro. Sentía su cuerpo temblar, pero aun así ella mantuvo su mirada fija en la mía.
Ella intenta sacudirse de mi agarre, aseguro más mi mano sobre su muñeca y el agarre de ella sobre el jarrón se afloja y cae al suelo, el sonido que hace al estresarse contra algo duro se filtra en el oído de todos los presentes en la habitación. Ella se muerde el labio con fuerza, tironeo de su agarre y sin esfuerzo alguno la coloco sobre mis hombros.
—¿Q-Qué haces? ¡Bájame! —ignoro completamente los insultos que viene luego de que comienzo a moverme y salgo de la habitación, sostengo sus piernas con mi otra mano cuando ella comienza a dar pelea. Siento sus golpes en mi espalda, aun así, continuo mi camino hasta donde se encontraba la piscina, en la parte más extrema de la Torre.
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