A prueba

Ese día podría ver con claridad el arcoiris que se formaba sobre la fuente de agua que había en la entrada. Note algún que otro pájaro de plumas negras que jugaban allí. Era lindo pero algo aburrido de ver desde esta nueva habitación.

Los árboles pelados por el inicio del otoño tendían sobre sus raíces una capa amarilla de hojas secas. Sentía el deseo de arrojarme sobre una gran montaña de ellas como una niña.

La hora del almuerzo era el único momento en el que podia salir un poco al patio y estirar las piernas mientras despejaba mi mente. Hoy tocaba el mismo pollo seco que ayer junto al mezquino arroz blanco que lo adornaba a un lado. No tenía demasiado apetito por lo que dejé más de la mitad en el plato y decidí salir.

El viento seco golpeaba mis pálidas mejillas y el crujiente piso me daban la sensación de poder meditar en paz. El revolotear de las aves me entretenían en esa fuente. Pero de repente, espantados huyeron desesperadas, era extraño, ya que en el lugar solo me encontraba yo inmóvil sin ningún motivo de asustarlos.

El grito de una de ellas me llamó la atención. La seguí entre los arbustos y la encontré luchando por su vida con aquella pequeña y desnutrida bestia. Un gato hambriento la había capturado. Le era tan difícil mantener aquella ave entre sus garras, su pequeña y débil contextura le impedían tomarla como presa, y así fue como ese pájaro de un picotazo logró huir. El pequeño quedó viendo como volaba su alimento lejos en el horizonte. Me dio la sensación de querer traerlo de regreso y que cumpla su objetivo. Pero le ahorré energías y le di de mi almuerzo. El pobre, tan delgado, de un salto tomo la carne de mis manos y la devoro en cuestion de segundos. Pude notar como su barriguita se estiraba satisfecha. Toque su cabeza para calmarlo un poco. Su pelo sucio y negro me enseñaron todo el tiempo que paso en la calle solo contra el mundo.

¿Así que eres igual a mí he? Tan solo en una vida egoísta con gente como nosotros.

Aquel pequeño luego de lamer sus bigotes me observo sin ningún miedo ni prejuicio. Su mirada de amor y agradecimiento me dio un sentimiento que no recordaba. Se fregó en mi pierna y luego se alejo sin más.

Me volví a encontrar con mi soledad nuevamente y sola con las hojas que se quebraba bajo mis pies. Era todo tan aburrido. Deseaba huir de allí como lo hacía él, pero el collar que me coloco el Dr Gabriel me recordaba los límites que tenía si me alejaba del lugar. Un solo metro demas que haga de este lugar y mi cuello seria cortado en cuestión de segundos. Sin fuerzas ni ánimo, estaba presa en este patio solitario con este hinibidor colgando de mi garganta. La presencia de aquel gato negro había sido lo más novedoso y entretenido en mucho tiempo. Deseaba que regresara al siguiente día.

Y ahí me encontré, mirando por la ventana, aunque con esta gran tormenta sabia que me encontraría en la misma rutina de siempre. La humedad del aire me agobiaba tanto que prefería caminar en aquel fangoso camino hasta la fuente.

Las aves ya no jugaban con el agua, más bien estaban a resguardo de los relámpagos y la lluvia. Las hojas tampoco crujian al pisarlas y aquel gato... lo encontré aun mas débil que ayer. Ya sin fuerzas estaba allí empapado esperando por su muerte. No entendí por que, pero mis manos sin dudar lo tomaron y lo pegaron a mi pecho para resguardarlo del frío. Temí que alguien lo notara, así que corrí con el hasta la habitación. Lo seque con mi abrigo y nos acurrucamos en la cama hasta entrar en calor. Las vibraciones de su ronquido me dieron tanta paz y calma que llegue a dormir tan rápido como el.

El sonido de la puerta me alerto. Mire a mi alrededor disimuladamente en busca de aquel pequeño y no lo encontré. La ambigüedad de lo que sentía me calmaba y me angustiaba al mismo tiempo.

El Dr Gabriel me observo y miro a mi alrededor. Debajo de mi cama lo encontró tan asustado como yo. Enojado y encrespado luchaba para alejarlo de él. De su piel lo había tomado estirando su cuello y aún así seguía como una bestia salvaje.

_ No lo lastime. _ Fueron las palabras que escaparon de mi boca.

El Dr. Me miro sorprendido y volvió la mirada al pequeño devolviendomelo.

Me miró, y noto como el pequeño se refugiaba entre mis ropas asustado y enojado. Había encontrado en mí toda la confianza y protección que en el exterior no había conseguido.

El Doctorsolo sonrio

_ De acuerdo. Lo cuidarás y le darás un nombre. Si llego a notar algún signo de daño en este animal pagaras con tu carne. _ Advirtió.

Sentí tal alivio de que el pequeño no tenga que regresar a donde estaba. Sabia que alli lo único que le esperaba era una muerte segura. Pero ¿Un nombre? Cualquiera no podría ser. Debe ser algo característico de ti, aunque una palabra no se quitaba de mi cabeza... Baell... No entendia de donde salia esa palabra, pero me resultaba tan adecuado. Bien, ese será su nombre pensé.

Con el paso de los días, mi estadía aquí ha sido más que buena gracias a Baell. Ya puede reconocer su nombre cada vez que lo llamo. Es gracioso ver como soy a la única que deja que lo toquen, cada que los doctores se acercan a mí los aullenta o me protege. Es bastante territorial. Nunca se aleja de mi lado. Es mi amigo y mi mejor compañía en este horrible lugar. El Dr. Gabriel desde que llegó Baell ha mantenido una distancia prudencial conmigo. Sus anotaciones eran más breves y sus preguntas ya diferían de mi pasado, si no, de como me encontraba actualmente. Supuse había notado un gran cambio positivo en mí. Y no se equivocaba.

Poco a poco fui ganándome su confianza. La voz de quien decía ser mi padre ya no había regresado en mucho tiempo al igual que aquel peso en mis hombros. Podría decir con certeza que todo había acabado desde la llegada de Baell. Su presencia me había traído la mejor de las suertes. Solo me quedaba salir de este lugar.

Las preguntas habían acabado y ahora ya no eran más exámenes médicos, sino que eran pruebas de fortaleza, concentración y vaya a saber que otras más me faltarían. El Dr. Gabriel, en su afán de poder leerme y aprender mas de mi, estudiaba mi comportamiento y desarrollo, pero solo se habían vuelto una obsecion. Prácticamente estaba 24 hs a mi lado. Y así llegó aquel día.

Por la mañana, como siempre, esperaba mi desayuno mientras jugaba con Baell. La puerta se abrió y habían ingresado varios doctores junto con el Dr. Gabriel. Todos me rodearon y comenzaron a tomarme medidas, temperatura, miraron el interior de mi boca, pincharon mis dedos y pusieron mi sangre en pequeños recipientes.

Baell había comenzado a estresarse al punto de morder a uno de ellos con tal de que me dejasen. Gracias a eso se detuvieron de inmediato y el Dr. Gabriel abrió una maleta que traía con él. En su interior había una enorme pila de papeles. Los puso sobre la mesa y junto con una pluma me miró y tomó asiento a mi lado.

_ Lilit. Esto de aquí es tu libertad condicional. Si accedes a esto podrás tener una vida normal, aunque deberás cumplir con las condiciones que están escritas en este contrato.

La palabra contrato me erizo la piel. Me dio mucho disgusto saber que mi libertad estaría condicionada a vaya saber que dirían en estas hojas.

_ Puedes elegir. Seguir aquí por otro largo tiempo o vivir tu vida afuera junto a tu peludo compañero.

Baell podría tener un patio y poder cazar tantos pájaros como él desee. Le daría el mejor alimento y casa que podría yo ofrecer.

_ Quisiera leer esto que me ofreció Dr.

Jamás lo había visto sonreír así. Con solo asentar la cabeza, todos los que estaban junto a él se retiraron sin más. De nuevo nos encontramos solos en estas cuatro paredes. Aunque esta vez con una posible salida. Al fin y al cabo tenía razón. Él era mi puerta al exterior.

Todo el día se había resumido en leer y leer esas 259 hojas. Muchos de los artículos no supe comprenderlos, pero si sabía la finalidad de mi libertad. No seré más que un número en su ejército de superdotados. Pero antes debería tener una rápida capacitación para que me puedan incluir a la Guardia Civil. Creo que mi único camino sería ese. Morir aquí y ver como los años afectarían a Baell me llevarían a la misma ruina. Además debía recobrar mi energía si quería destruir a ese maldito demonio que se metía en mi cabeza.

Deje en la puerta aquel contrato con la pluma. Me recosté y esperé por su respuesta.

_ Así que al fin te decidiste. _ Dijo el Dr. Gabriel sonriente con una muda nueva de ropa.

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