Código Cuántico De La Navidad Capítulo 10: Espejismos del Corazón

Capítulo 10: Espejismos del Corazón

Desde la infancia, Benjamín había seguido secretamente a Francisco, un hábito arraigado desde que descubrió sentimientos especiales hacia él. La atracción por alguien del mismo género en aquel tiempo era un tabú, pero el magnetismo de Francisco hacía latir con fuerza el corazón de Benjamín. Aunque Francisco mostraba interés por Daniela y había buscado ayuda en Benjamín, este último siempre evitaba el tema. En esa tarde, Benjamín lo siguió una vez más, observándolo desde la distancia mientras Francisco, en una banca, contemplaba a Daniela con la misma admiración que Benjamín sentía por él, como si fuera una estrella inalcanzable.

Mientras observaba, Benjamín notó cómo la pequeña Amelia y la misteriosa dama VictorIA se acercaban a Francisco, entablando una especie de conversación. Vio cómo Francisco comenzaba a escribir algo y cómo interactuaba con VictorIA y Amelia. Una oleada de celos, curiosidad y temor lo invadió; aunque Francisco lucía confundido, se veía feliz. Luego, vio cómo Francisco doblaba cuidadosamente lo que parecía ser una carta y se dirigía hacia Daniela.

Incapaz de contenerse, Benjamín arrancó una rosa de uno de los jardines circundantes y corrió hacia Daniela con la firme intención de evitar que Francisco, su amado, se acercara a ella. Observó de reojo cómo Francisco palidecía y creyó verlo llorar. Presenció cómo daba media vuelta y se marchaba, seguido en silencio por Amelia y VictorIA. El dolor de ver a Francisco así partió el corazón de Benjamín; aunque sintió la urgencia de ir corriendo tras él y explicarle lo sucedido, se quedó paralizado cuando Daniela, visiblemente sonrojada por el calor de la tarde, le habló.

Daniela

¡Oh, venturoso señor Benjamín! ¿A qué debo el honor de tan noble obsequio?

Con ojos perplejos y su cerebro trabajando a mil por hora, Benjamín sonrió tan hipócritamente como sus buenos modales le permitieron.

Benjamín

Noble dama Daniela.

Dijo sobresaltado, y rápidamente ideó una solución. No podía romperle el corazón a Francisco; el amor, después de todo, es incondicional. Si Daniela era la felicidad de Francisco, Benjamín haría todo lo posible para que estuvieran juntos. Aún esbozando esa gran sonrisa hipócrita, Benjamín continuó.

Benjamín

Es un modesto presente de parte del señor Francisco, pues no soy más que un humilde mensajero que porta un mensaje de gran trascendencia para la excelentísima dama Daniela. Permítame informar a vuestra merced que el señor Francisco anhela abrir su corazón ante vuestra incomparable belleza, más teme que su voz quede ahogada por la majestuosidad de vuestra presencia.

Daniela sonrió ampliamente ante las palabras de Benjamín y le respondió con frialdad.

Daniela

¿Habláis del señor Francisco, el artesano de la madera? ¿Sabíais que mi progenitor le ha encomendado numerosas tareas aún no finalizadas?

La sonrisa de Benjamín se desvaneció, ¿Cómo se atrevía Daniela a hablar así de Francisco?

Daniela

No deseo ser causa de demoras en los deberes del artesano Francisco, pues ello podría indisponer a mi señor padre.

Notando el cambio en el rostro de Benjamín, Daniela sintió que había dicho algo que lo había ofendido. No estaba segura por qué, pero decidió que era mejor terminar la conversación.

Daniela

Os devuelvo tan gentil ofrenda, señor Benjamín, y os ruego transmitáis al señor Francisco mis agradecimientos por tan delicado gesto. No obstante, hacedle saber que mi mano ha sido prometida desde tiempos inmemoriales a un noble caballero de la urbe, por lo que me es imposible aceptar galanterías de otros varones. Recordadle, por favor, las tareas aún pendientes. Ahora, si vuestra merced me disculpa, ha llegado la hora de emprender el retorno a mi hogar.

Benjamín no supo qué responder. Recibió la rosa de vuelta y vio cómo Daniela daba media vuelta y se marchaba. Benjamín se quedó allí en medio de la plaza por un buen rato sin saber qué hacer. Sin saber qué le iba a decir a Francisco y cómo se lo iba a decir. Sabía que ya le había roto el corazón porque seguramente Francisco había creído que lo traicionó y ahora se lo rompería una vez más al decirle que Daniela era incapaz de corresponder a sus sentimientos. En el fondo, Benjamín estaba feliz por aquel rechazo, pero no quería admitirlo.

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