CAPÍTULO 6

—¡Gran señor! ¡La santa está acá! ¡La santa está acá!—gritaron cientos de daemonios en el salón del trono del duque.

—¡Cállense! ¡La santa está en el palacio real!—gritó mientras intentaba calmar su dolor debido a la oración—¡Maldita basura! ¡¿Cómo se te ocurrió traer a este tiempo a una mujer como ella?!

Argón le preguntó al daemonio que en un principio había luchado contra Lightning. Apenas supo lo que estaba sucediendo, intentó detener su avance; sin embargo, el poder de la oración de esa soldado era más poderosa que incluso el de la santa.

—¡Mi señor! ¡Yo!—dijo, pero fue callado de manera inmediata.

—¡Maten a esa mujer!—ordenó a todas las presencias daemoniacas presentes.

Lightning pudo finalmente salir a las caballerizas del castillo, donde pudo encontrar uno de los caballos que no habían muerto aun a causa del miasma, y colocar encima de este una montura para poder sacar al hombre herido.

—¡Que la bendición de Dios guíe tu camino!—le dijo al caballo colocando en su cuello una cruz bendita—El caballo lo llevará a un lugar seguro.

—¿Usted no vendrá, lady Lightning?—preguntó el duque.

—Debo encargarme de cerrar la puerta que hay en este lugar—respondió viendo como sus gestos faciales mixtos se arrugaban, antes de verlo partir.

Una vez estuvo sola, usando su medalla, siguió rezando hasta llegar al salón del trono del duque, donde se encontraba sentado el daemonio responsable de todo mientras a sus pies estaba arrodillado el ser que había secuestrado a los nietos del capitán.

—Teniente Lightning, no...—quiso decir su verdadero nombre pero esta lo detuvo usando la energía de la medalla—puedo hacer que regrese a su tiempo y olvidar todo lo ocurrido, tan solo debe dejar que yo tome la sangre del duque Kenshi de Oliveira.

Lightning suspiró, entendiendo que de verdad había retrocedido en el tiempo. El nombre de ese duque era el mismo que el primer antepasado de la familia de su capitán, por ende, si dejaba que él muriera, el hombre que le salvó la vida aquella noche también lo haría.

—¡No te dejaré tomar la vida de nadie, sucio daemonio!—exclamó enojada.

—Soy el líder de una legión, por lo que el uso de mi nombre no te será suficiente para expulsarme—dijo con una sonrisa—ya que has rechazado la única manera de volver a tu tiempo, ¡Prepárate para las consecuencias!

—Sobre mi cadáver antes de que pases por encima del duque—dijo en un susurro mientras acercaba la medalla radiante aun más cerca del daemonio.

El choque de las dos energías mágicas provocó un temblor que sacudió desde lo más profundo de los cimientos del castillo, haciendo que este se derrumbara mientras una columna de luz dorada emergía de los escombros, dejando boquiabiertos hasta al mismo rey quien estaba en una tienda de campaña cercana, preocupado por su hijo.

Mientras estaba siendo protegida por un campo de fuerza que impedía que los escombros cayeran encima de ella, se encontraba desmayada, debido a que un escombro logró darle contra la cabeza. Aquello provocó que tuviera otra pesadilla, pero esta vez, recordando en tercera persona, la noche en que su antiguo esposo decidió ultrajarla y tirarla al río para matarla.

Poco a poco abrió los ojos, a medida que escuchaba la voz de su madre. La reina Saori, hija de un emperador oriental, había sido enviada para ser una de las esposas del rey de England, como una especie de alianza.

Por ende, tanto el como su hermano habían sido criados también bajo el idioma natal de su madre, por ende, sabía muy bien cuando ella estaba enojada.

—¡Entonces debió morir al lado de mi hijo y no abandonarlo!—gritó la reina a su suegro.

—Mi reina, mi hija salió gravemente herida, tanto que sus poderes quedaron sellados—intentó salvar a su hija.

—Agradece que te tengo aprecio y no mando a cortar tu cabeza—respondió la bella mujer de cabello lacio y negro—tu hija es la esposa del gran duque de London, aunque sea en el infierno su deber es acompañarlo en las buenas y en las malas, pero en vez de verla a su lado ¡Ha exigido el divorcio al rey!

Estaba enojada, tanto que sentía que había sido ella la afectada directamente. Lo que más le daba ira era que todo eso pasara mientras su hijo, quién había dado todo de sí en ese matrimonio, estuviera luchando por su vida.

—Y todo porque dice que su cargo de santa le impide estar con un maldito—dijo casi llorando.

Aquella revelación terminó de despertar a Kenshi, quién estaba descansando en una de las habitaciones del palacio de su madre. Apenas escuchó eso, pudo entender porque la mujer que amaba con su vida quería divorciarse de el: un daimonio había maldecido su alma.

—Mi hija está preocupada que aquello enoje a Dios, hablaré con ella para encontrar un acuerdo—rogó el anciano.

—Madre—fue lo único que dijo el principe y duque de London.

La reina, con una sonrisa, se acercó a la habitación de su hijo, dejando solo en la sala de estar al suegro de este, para poder hablar con su adoración.

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