CAPÍTULO 8

—Así que tu eres mi salvadora—habló el duque al sentir el olor de rosas.

—Si, su alteza—respondió con una reverencia.

—¿Por qué aceptaste protegerme? Luchar contra los Daimones, si pierdes, inclusive puede enviarte al infierno.

—Aun si usted va al infierno, yo lo acompañaré—respondió observando sus ojos—soy su guardiana hasta el fin. Gracias a su existencia, yo pude vivir de nuevo, por lo que juro protegerlo con mi vida.

El duque se quedó en silencio, intentando asimilar las palabras de la extraña mujer, mientras el dolor por la herida en las cuencas vacías de sus ojos volvía a azotar su cabeza.

—Si te pido que impidas que la santa me abandone, ¿Lo harás?—preguntó.

Lightning, sabiendo a lo que se refería, se acercó a la mesa de noche y colocando en una venda nueva un poco de pomada para el dolor, se acercó a donde estaba el duque.

—¿Me permite?—preguntó y comenzó a cambiar la venda una vez este le dio permiso.

—¿Entonces? ¿Me ayudarás?—pidió de nuevo esta vez agarrando su muñeca.

Limpiándose un poco sus manos con una toalla cercana, se separó un poco del duque y se sentó al lado de este. Por alguna razón le molestaba la actitud de este, pero no por el hecho de estar tan locamente enamorador, sino porque quería seguir estando con alguien que solo pedía el divorcio aun cuando él estuviera herido y necesitara cuidados.

"Creo que me recuerda a mí, pero ya que mi presencia pudo haber hecho que la santa haya decidido divorciarse de él, creo que debo hacerme responsable"

Fueron las palabras que pensó mientras observaba con detalle el mal estado del antepasado de su capitán, aunque no estaba por completo segura, su llegada a ese punto en el tiempo en efecto cambió algo y fue que la misma santa salvó en ese momento al hombre. Si ella era la que continuó junto con él la línea de sangre de su capitán, su existencia estaba peligrando.

—Mi misión es procurar su vida y evitar que su alma vaya al infierno—respondió observándolo con seguridad—si la tarea que me está pidiendo no aumenta esas dos amenazas, lo haré. Pero si es contra de su propia esposa, no dudaré un segundo si ella hace algo contra suyo.

—¡¿Tan patético me crees que soy?!—preguntó con enojo—aunque en este estado en que no puedo ver también yo lo pensaría. ¡Pero es mi esposa! ¡Ella no se atrevería a actuar en mi contra! Sé que si vuelvo a ser el hombre fuerte de antes y elimino mi maldición, ella volverá a mi lado.

—Soy la menos indicada para juzgar si alguien es o no es patético—respondió con sinceridad—por amor, incluso el amor hacia sí mismos, los humanos podemos cometer atrocidades. Puedo apoyarlo, pero donde vea que es un peligro para usted, lo voy a detener.

—¡No soy un niño!—gritó.

—¡Por supuesto que no lo es! ¡Es usted el padre de un linaje que por generaciones ha protegido el reino!—alcanzó a gritar, desesperada por la situación—si usted muere, el hombre que me salvó la vida desaparecerá, ¿En serio quiere cargar con la extinción de su linaje? Escuche bien lo que voy a decirle: no se confíe ni siquiera en su propia familia, ni siquiera si su esposa es la santa, aquellos que una vez compartieron su misma mesa pueden ser capaces de traicionarlo.

Agachó un poco la cabeza, agarrando su pecho con su mano. Le dolía, no solo tenía el orgullo herido por haber sido capturado y luego su alma maldecida, sino que el amor que tanto le tenía a la santa lo torturaba a causa de su rechazo. Aunque bien pudiera usar su puesto para contradecir a su salvadora, esta tenía razón en parte. Pero estaba seguro de que su esposa volvería a su lado y olvidaría su deseo de divorcio, por más de que ella hubiera faltado a su voto matrimonial de estar siempre en las buenas y en las malas.