CAPÍTULO VII

°°°Blanca°°°

— He, por favor habré la puerta, Blanca, no te haré nada, solo quiero ayudarte—

Esas fueron las últimas palabras de Sebastián. Creo que llevo más de quince minutos en este baño, no logró entender qué hago aquí.

Levantó mi mirada y me encuentro con una imagen desagradable.

Es mi reflejo…

Salgo del baño con mucho cuidado, es una habitación muy amplia y de colores neutros. En la cama se encuentra un short y una camisa sin pensarlo dos veces me coloco aquellas prendas.

Un olor exquisito llega a mis fosas nasales, sigo el olor el cual me guía a una cocina muy grande.

Dios santo es Sebastián cocinando sin camisa y un delantal rojo.

— Ya estás mejor—

— Creo que sí—

— Ven siéntate a desayunar, prepare huevos y tocino—deja el plano sobre la mesa.

— Lo siento, pero no tengo apetito—miro sobre su cabeza un reloj, ya son más de las diez de la mañana—No te preocupes, te devolveré tu ropa, ¡Chao ya me voy!—Salgo gritando de la casa.

Y me voy, sin darle tiempo a nada.

Lo escucho que grita mi nombre, pero no me detengo paso unas puertas de metal y salgo de aquella casa que por una noche había sido mi refugio.

No pensar

No pensar

No pensar

Un perro levanta la pata y se orina al lado de un poste.

No pensar

No pensar

En nada

No pensar

Nunca pasó nada

Ayer no existió

Cubro mi rostro con la capucha de la camisa y continuó mi camino a casa, no estoy segura donde estoy, pero solo sigo caminando.

Avenida.

Buses.

Congestión.

Gente.

Uno que otro perro.

Postes para los perros.

Perros para los postes.

Universidad, nudo repentino en la garganta.

°°°Sebastián°°°

—BLANCA DETENTE!!!—trato de detenerla, pero me esquiva con facilidad.

Me cansé de gritar que se detenga, pero mis gritos fueron en vano, ella continuó su camino.

Llamo a José, es mi mejor amigo y un nerdo dos en uno.

—Dime hermano— contesta

— Necesitó que me consigas una dirección—

— Quien es la afortunada—

— La chica por la cual te pregunte el otro día, la necesitó urgente—

Sin más cuelgo la llamada. No pasan ni cinco minutos y recibo un mensaje.

Av. Londres y 68 C.

Casa 65.

Subo a mi habitación, me coloco una camisa y unos zapatos.

Salgo en busca de Blanca.

He estado conduciendo al rededor de cuarenta y cinco minutos hasta que llegó a una casa color crema.

Creo que es aquí.

.........

— CARAJO— Vuelvo a perder en candi Crash, llevo esperando casi cinco horas, mi trasero ya duele.

Un auto se estacionan en la casa, de él se vaga un hombre mayor, supongo que es el padre de Blanca, algo llama mi atención una botella de tequila que lleva en su mano.

°°°Blanca°°°

Por fin llegué a mi barrio, no vivo en uno de los mejores, pero es lo que hay.

Un carro de lujo negro está estacionado al frente de mi casa, es muy raro ver esos por aquí.

Di grandes pasos, pero en el pequeño jardín delantero, antes de llegar a la puerta, me detuve hecha pedazos.

Vi a través del cristal de la sala la silueta de mi padre que caminaba en el interior con una botella entre sus manos.

— Señorita, me debes una explicación—

Me sobresalió de inmediato, giro en mi eje y me encuentro con Sebastián cruzado de brazos y una cara de póker.

— ¿Qué haces aquí?— es lo único que se me ocurre preguntar

— Por qué saliste corriendo sin decirme que fue lo que te ocurrió, llevo esperándote más de cinco horas—dice molesto.

— Yo no te pedí que me ayudarás, y ni siquiera recuerdo como llegué a tu casa—digo confundida.

— Eso te lo explicaré luego, mira sé que no me conoces, pero puedo ayudarte—dice casi en un susurró.

Se acerca hasta quedar frente a mí.

— Esperaré que me digas que te paso, pero tienes que prometerme algo— Me dice mirándome a los ojos— que antes de hacer cualquier cosa me lo dirás por favor—puedo sentir la preocupación en su voz

No sé que responder de cuando acá le preocupó a un Walker.

Sus ojos son muy raros en la luz del sol son azules, muy azules, y sin ella toman un color avellana.

— Está bien, te lo prometo—

Sin más entro en mi casa.

Estaba deshecha moralmente.

Me sentía sin fuerzas, como una muñeca inútil a la que se le ha acabado la cuerda para siempre.

— Pero miren quien se dignó a aparecer— Dice mi padre obviamente ebrio.

Me negué a decir una sola palabra. Anduve realmente ida, como muerta venida del más allá. Fui directo a mi habitación con pasos lentos y mecánicos.

Él me siguió, pero se detuvo en el corredor al verme indispuesta a hablar.

Cerré la puerta en su cara, puse el seguro y me derrumbé en el suelo.

Pase la noche tirada, quieta, atrapada por el peso de un peñasco que me laminaba.

Me sentía asquerosa, nauseabunda, repugnante; sumida en la inmundicia. No era, ante mis ojos,más que un despojo humano, una bola de porquería, víctima de una putrefacción nunca antes imaginada.

A las seis de la mañana, comenzó a sonar mi despertador.

Desperté y logré levantarme muy despacio para ir al baño.

Mis pasos eran vacilantes.

Abrí la ducha y sin templar el agua me introduje vestida al chorro helado. Lo que fue un gesto de masoquismo se convirtió en estímulo que me hizo reaccionar; el agua fría activó mis células.

Me quité la ropa y salí en busca de enseres de limpieza.

Tome desinfectante, piedra pómez y fibra metálica.

Regrese a la regadera y comencé a restregar mi cuerpo con fuerza. En algunas partes me produce rasguños profundos.

Deseaba mudar de materia, cambiar de piel, quiero desaparecer como el agua por la rejilla.

Me vestí con prendas de manga larga y cuello alto para que nadie notará las heridas que me hice al lavarme, no me arregle ni me peine.

Fui al instituto en busca de Sebastián, entre ganando la atención de la mayoría, no me importaba lo que digieran, ya había tomado una decisión.

Se encontraba en las gradas hablando con unos chicos del equipo de fútbol sin pensarlo dos veces, me acerqué.

— Voy a acabar con mi vida— pronuncié, apenas se volvió para mirarme; mi voz sonó temblorosa.

La charla se interrumpió.

— Hola, Blanca. ¿Hay algún problema?—

— Voy a matarme…—

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